En Veracruz no estamos solo ante una crisis de percepción. Estamos ante un ataque orquestado. Una campaña negra, sistemática, que intenta corroer la legitimidad de un gobierno emanado del pueblo y respaldado en las urnas. Los últimos sucesos lo dejan claro: no son hechos aislados, sino parte de una ofensiva política cuyo blanco tiene nombre y apellido: Rocío Nahle García.

Mantas con insultos y amenazas en distintas ciudades del estado, una campaña de desinformación amplificada en medios nacionales, un motín “espontáneo” en el penal de Tuxpan que súbitamente le cuelgan a la gobernadora… Todo esto ocurre mientras sus declaraciones se sacan de contexto, se tergiversan y se usan como carnada para alimentar la narrativa de un supuesto desgobierno. Es demasiado coincidente para ser casual.

Pero más allá de los hechos visibles, hay que preguntarse: ¿quién se beneficia con esta guerra sucia? La respuesta tiene raíces locales, pero también tentáculos federales. Los Yunes –esa familia con ansias dinásticas que cree que Veracruz les pertenece– no han perdonado haber perdido la gubernatura. Y hoy, disfrazados de oposición o infiltrados en Morena, siguen operando con todo su poder económico y mediático para dinamitar el actual gobierno.

Sin embargo, el ataque trasciende al clan azul del Estero. Lo que está en juego no es solo la estabilidad de un gobierno estatal. Es el 2030. Es la sucesión presidencial. Y en ese escenario, Rocío Nahle representa un proyecto que incomoda a muchos, incluso dentro de su propio partido. Uno de ellos es Adán Augusto López.

En las últimas semanas, Adán Augusto ha estado en el ojo del huracán por sus supuestos vínculos con grupos criminales. Justo cuando ese escándalo comenzaba a hacer ruido, comenzaron también los ataques más virulentos contra Nahle. ¿Coincidencia? Lo dudo. En política, las coincidencias no existen. Lo que sí existe es el manual del golpe blando: saturar la conversación pública de escándalos, sembrar el miedo, erosionar la credibilidad institucional, alimentar la percepción de ingobernabilidad… y de ahí, allanar el camino para una revocación de mandato en 2027.

Las columnas más leídas de hoy

Esa es la verdadera jugada. No solo quieren frenar a Rocío como figura presidencial a futuro. Quieren tumbarla antes de que consolide su liderazgo. Quieren revocar su mandato antes de que pueda demostrar lo que significa gobernar con visión social, con fuerza moral y con respaldo popular.

Y lo más grave es que muchos de estos ataques no vienen del PAN o del PRI. Vienen desde dentro. Desde ese sector de Morena que cree que puede reciclar lo peor del viejo régimen y revestirlo de “unidad”. Desde los que creen que la Cuarta Transformación puede servirles de trampolín sin cambiar nada en el fondo. Desde los que hoy, por omisión o por cálculo, son cómplices del golpeteo sistemático contra una mujer que ha demostrado carácter, capacidad y compromiso.

Si queremos preservar un gobierno verdaderamente popular en Veracruz, no podemos caer en el juego de los adversarios. Hay que desenmascarar a quienes buscan desestabilizar. Hay que cerrar filas ante el fuego amigo. Y hay que dejar claro que aquí no hay lugar para los que vienen a Morena solo a servirse.

Veracruz merece paz. Pero sobre todo, merece justicia política.