Lo más importante de la educación es que ésta sea una relación, un espacio y un tiempo donde las personas aprendan a pensar.
Con la novedad de que el 1 de junio cumplo 35 años de servicio en la Universidad Pedagógica Nacional (UPN). Recuerdo que inicié actividades académicas en la Unidad Poniente de la Universidad (Col. Del Valle, CDMX), un día 1 de junio de 1990; después, en 1991, me autorizaron el traslado de la plaza de medio tiempo a la Unidad UPN 22-A, Querétaro. Desde 2016 soy profesor de tiempo completo en esta institución.
Retomo, hoy, un texto que escribí sobre mi trabajo de casi toda la vida en la UPN, que se publicó en este gentil espacio periodístico, el 16 de noviembre de 2021, cuando cumplí 31 años de servicio en esta institución de educación superior. En esta ocasión hago algunas correcciones y agregados al texto original.
Diré, para empezar, que en 1985 inicié realmente este apasionante camino, como docente, en el sistema educativo mexicano. Como ha sido toda mi formación previa, en la escuela pública.
Durante 6-8 meses ocupé, ese año (1985), un interinato limitado en una Secundaria General ubicada en la colonia Casas Alemán, de la Ciudad de México. El cargo y la responsabilidad de la orientación educativa fue un espacio retador y de inolvidables recuerdos, por la escasa experiencia profesional que tenía como recién egresado de la carrera de Psicología de la UNAM (FES, antes ENEP, Iztacala).
Cinco años después, cuando colaboraba como docente y en un cargo académico-administrativo en la misma FES Iztacala, (Departamento de Formación Continua), en 1990, de manera casual encontré, en un diario de circulación nacional, una convocatoria para participar en un concurso de oposición para ocupar una plaza docente, de medio tiempo, en la Unidad Poniente (en la CDMX) de la Universidad Pedagógica Nacional. Un dato interesante de esta historia, es el hecho de que yo no pertenecía a los círculos académicos de la UPN, en ese entonces. Como se dice en el argot del magisterio mexicano, yo era claramente un “externo”.
De hecho, varios docentes de la Unidad antes mencionada, que se ubicaba en una casa con muchas habitaciones, en la calle Nicolás San Juan de la colonia Del Valle, concursaron en esa ocasión por la misma plaza de profesor asociado (20 horas semanales), en la que me inscribí.
El concurso constó de tres etapas: 1) Valoración del curriculum vitae; 2) Examen escrito de conocimientos teóricos y metodológicos sobre tópicos de actualidad acerca de la educación en México y el mundo; y 3) Examen presencial-verbal con cinco miembros del jurado, donde se debía hacer una exposición y luego contestar a las preguntas expuestas por el jurado. Todo ello en el marco normativo de la Comisión Académica Dictaminadora (CAD) de la UPN, que tenía sus oficinas en la calle Presidente Masarik de la colonia Polanco.
Cuando me presenté para conocer los resultados del concurso, en la planta baja del edificio de la Dictaminadora, el primer sorprendido fui yo. ¿Cómo un “externo” ganó la plaza? Recuerdo que entre los integrantes de la CAD de la UPN que firmaron el dictamen favorable, en el cual se me otorgaba la plaza de profesor asociado de medio tiempo y por oposición, estaban el Profr. Juan de Dios y la Dra. Tere Bracho, entre otros.
Para mí fue una gran distinción y un honor el haber sido aceptado para trabajar como profesor, desde junio de 1990, en la Universidad Pedagógica Nacional. Sobre todo, porque fue una alta responsabilidad académica que debía corresponder positivamente con labores docentes, de investigación y difusión cultural.
La UPN es una institución clave en la formación profesional, inicial y continua, de docentes, así como de profesionales de la educación en México, que se fundó en 1978.
El año en que ingresé (1990) la UPN apenas era una joven institución, puesto que sólo contaba con 12 años de vida. Con agrado recuerdo a algunos nombres de mis colegas docentes de la Unidad UPN Poniente, de la CDMX, con quienes compartí reuniones colegiadas y amistades a principios de los años 90: El profesor Dionicio Zavaleta, que era el director; el profesor Palafox, también recuerdo a Bernardino León Olivares, al Mtro. Caballero, al profesor Garza, al profesor Barreto o Barreiro y a la Mtra. Lucila Parga, entre muchos otros.
En aquellos tiempos se impartía en la UPN la Licenciatura en Educación Básica (LEB, Plan 1979), mediante un sistema de enseñanza a distancia, la cual estaba dirigida a maestras y maestros que tenían interés en cursar estudios profesionales en esa área. También y de manera simultánea, estaba vigente la Licenciatura en Educación Preescolar y Educación Primaria, (LEPEP, Plan 1985). En ambos programas me incorporé como docente en la coordinación o asesoría (antes les decían “impartición”) de materias o asignaturas de la línea Psicopedagógica.
A finales de 1991, y dada la cercanía de los sismos de 1985 en la CDMX, se abrió la posibilidad de desconcentrar plazas como parte de una política institucional que apenas iniciaba. En mi caso, elegí la opción de trasladarme, como docente de medio tiempo, a la UPN 22-A Unidad Querétaro. De esa forma y con mucha suerte, me sumé a esa singular y significativa unidad académica desde entonces a la fecha.
Posteriormente, se creó el programa de la Licenciatura en Educación (LE, Plan 1994), uno de los programas de formación docente y de preparación de profesionales de la educación más completos que he conocido; con una fuerte solidez y consistencia académicas, y con una organización administrativa sin precedentes, que marcó una de las experiencias profesionales más satisfactorias de mi vida laboral.
Una de las mayores fortalezas académicas de la LE 1994 fue, sin duda, su énfasis y profundización en el campo del análisis y evaluación de la práctica docente. Al mismo tiempo, este programa puso un especial acento en el estudio de los diferentes rubros de la evaluación educativa, así como en el diseño y desarrollo de proyectos de innovación educativa, entre otros procesos educativos relevantes, como el diseño, desarrollo, análisis y evaluación del currículo escolar. Fue un programa con un gran despliegue y empuje en torno a los temas o ámbitos más actuales de la Pedagogía, la Psicología educativa y el desarrollo infantil, así como de una variedad de contenidos interdisciplinarios para formar a docentes en servicio y contribuir al desarrollo de profesionales de la educación en general.
La LE 1994 contaba, y cuenta todavía, con antologías impresas para cada una de las asignaturas del programa académico y con manuales o guías tanto para el docente como para el participante o estudiante-docente en servicio. Ese gran trabajo académico institucional que se logró en la UPN (al menos en las unidades académicas distintas a la Unidad Ajusco), no tuvo continuidad, lamentablemente, con otro programa: la Licenciatura en Intervención Educativa (LIE, Plan 2002), puesto que en ésta no se le dio continuidad a la producción, edición, reedición y distribución de antologías impresas.
Tanto en la LEPEP 1985 como en la LE 1994, manejé algunas materias relacionadas con la didáctica de las ciencias: “El niño y la ciencia”; “El niño y la naturaleza” y “La enseñanza de la ciencia en la escuela primaria”, entre otras.
Como anécdota, recuerdo que, en la UPN, Unidad Querétaro, había un laboratorio para la enseñanza de materias prácticas como Física, Química y Biología. Teníamos mesas para realizar réplicas de experimentos de física y química, con instaklciones de gas y agua. Cuando pregunté por qué existía ese laboratorio si no se impartían ahí esas materias, las autoridades me contestaron que “por equivocación”. La institución encargada de la construcción de escuelas (CAPCE), responsable de dar estructura y equipos a las instalaciones de la unidad, no consideró necesidades educativas concretas, y pensó que ahí se impartirían programas de bachillerato o de secundaria, no de una universidad pedagógica.
Sin embargo, aprovechamos entonces el espacio y lo convertimos en laboratorio para abordar las asignaturas establecidas en nuestros programas de formación de profesoras y profesores, en procesos relacionados con las ciencias naturales y las Matemáticas.
Más tarde, y con la formación complementaria que tuve oportunidad de realizar, a través del posgrado en Psicología educativa, de la Universidad Autónoma de Querétaro, inicié la apasionante, retadora y creativa tarea de coordinar materias relacionadas con el desarrollo del pensamiento matemático infantil: “El pensamiento matemático en las y los niños de edad Preescolar”; “El niño y las Matemáticas”, “Los problemas matemáticos en la escuela primaria”, etcétera.
Las enseñanzas personales y profesionales han sido enormes y enriquecedoras durante mi paso por las aulas, salas o auditorios, biblioteca y laboratorio de la UPN, lo cual es muy difícil de resumir en 4 o 5 cuartillas. Por ello, en esa ocasión sólo quisiera agradecer a las y los colegas docentes y personal de apoyo a la educación, compañeros y amigos; a las autoridades educativas locales, así como a las y los cientos de estudiantes que me permitieron (y me permiten todavía) andar en el camino de la vida académica para compartir saberes, conocimientos y aprendizajes; y para crecer como profesional de la educación y como persona, por estos primeros 35 años de trayectoria laboral.
Lo más importante de la educación es que ésta sea una relación, un espacio y un tiempo donde las personas aprendan a pensar. Eso es y ha sido para mi la UPN.
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@jcma23