La transformación digital dejó de ser futurista hace rato; tanto se repitió que la IA la volvió ruido de fondo. Aun así, para 2027 más de 60% del PIB mundial dependerá de datos y algoritmos interconectados.

Singapur ya recorta 40% los tiempos de espera con su sistema de salud digital nacional, y Finlandia resuelve trámites de salud en un clic. México avanza, pero a dos velocidades: los centros urbanos se digitalizan mientras muchas zonas rurales navegan con señal intermitente.

La recién creada Agencia de Transformación Digital y Telecomunicaciones (ATDT) promete expediente único IMSS-Bienestar-ISSSTE, citas en línea y trazabilidad de fármacos. El IMSS ya gestiona el segundo registro electrónico más grande del planeta (54 millones de historias). Pero fuera de él, apenas un tercio de los hospitales públicos usa expediente digital y la NOM-024 —que exige interoperabilidad— sigue sin fuerza.

El resultado es un mosaico: pilotos exitosos, políticas dispersas y millones de datos que siguen sin traducirse en decisiones inteligentes. Hay más ingenieros mexicanos alimentando algoritmos de comercio global que fortaleciendo el sistema de salud.

El reto de fondo es sanitario: 36.9% de los adultos vive con obesidad y 18.3 % con diabetes (un número que continúa en aumento).

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Durante la pandemia, 7 de cada 10 muertes ocurrieron en personas con al menos una comorbilidad crónica.

Por eso la ruta debe construirse desde la gestión de la confianza y centrada en el paciente. Hoy mas de la mitad de los mexicanos cree que la tecnología va a tener un impacto negativo en la salud, advierte el Edelman Trust Barometer 2024. Sin confianza, la gente no comparte datos ni usa portales; sin enfoque en el paciente, la automatización solo acelera trámites defectuosos.

Para que la promesa permee, urge un plan 2025-2030 que lleve conectividad segura y energía de respaldo a mas de cinco mil unidades de primer nivel —con ciberseguridad embebida—, libere APIs abiertas basadas en estándares para recetas, catálogos y citas, de modo que universidades, institutos, comunidades científicas y start-ups innoven constantemente, y forme a cien mil profesionales sanitarios en registro digital, analítica y protección de datos, todo ello acompañado de tableros públicos que midan calidad y experiencia del paciente.

Solo así la tecnología se traducirá en camas disponibles, diagnósticos oportunos, disponibilidad de tratamientos y menos catástrofes familiares. México tiene la demografía y el ingenio; falta decidir si seremos usuarios tardíos o arquitectos del futuro digital latinoamericano.