Simón ha fabricado una narrativa para aparentar que desde Washington maneja información privilegiada cuando, en realidad, lo que domina son algoritmos y sabe vender humo, ese es Simón Levy, quien, no hay que olvidar, fue beneficiario del obradorismo: trabajó para la 4T, la promovió y presumió cercanía con Claudia Sheinbaum y otros personajes clave.

Tampoco hay que olvidar que arrastra señalamientos por presuntos fraudes en la adquisición de viviendas para el gobierno de Puebla, con terrenos cuyo destino sigue en duda.

No es de sorprender, que quien es recordado dando patadas a la puerta y gritando insultos a una mujer de la tercera edad, hoy enfrente una nueva orden de aprehensión. No es persecución política: sus problemas comenzaron cuando era aliado del régimen. Ironías de la vida… A veces el pez no muere por la boca, sino por un pasado conflictivo.

No es persecución, fue un delito

El caso entre Simón Levy y Emma Yolanda Santos no es solo una disputa legal o vecinal; es el retrato descarnado de cómo la arrogancia, la dilación judicial y la manipulación informativa pueden fortalecer a los defensores del poder y humillar a los desprotegidos.

El litigio nació en 2013, cuando Levy se adjudicó sin compensación 213 m² más en un inmueble pactado junto a Emma. Aunque se firmó un convenio de mediación en 2017, nunca se cumplió: ella acudió a tribunales, ganó y, tras su incumplimiento, el inmueble fue adjudicado en su favor -aunque la deuda restante aún se calcula en millones de pesos-.

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En noviembre de 2021, se viralizó un video donde Levy amenaza con violencia física a Emma: insultos, portazos y amenazas, un patrón de negación inicial, una posterior disculpa pública y una explicación delirante. Sin embargo, todo quedó documentado y reforzó la percepción pública de su impunidad.

Aunque parte del sistema de justicia logró actuar —con órdenes de aprehensión, desalojo y protección para Santos—, el daño emocional siempre permanecerá.

Falsedades virales

Levy parece tener una percepción alterada de la realidad, no parece darse cuenta de dónde proviene su estrato de notoriedad: de la difamación, la polémica y la, incluso burda, especulación. El ex funcionario cuatrotero ha forjado una habilidad sorprendente para instalar narrativas sensacionales sin evidencias sólidas:

• En mayo de 2025, publicó en X que un expresidente —AMLO— estaba bajo investigación penal en EE.UU., señalando también a gobernadores y figuras del gabinete de Morena. Sin embargo, no aportó pruebas verificables.

• Más tarde compartió capturas supuestamente de PACER, el sistema judicial estadounidense, para respaldar sus señalamientos. Pero periodistas con acceso a expedientes verificaron y comprobaron que no correspondían al expresidente o eran de otros casos, desmintiendo categóricamente sus afirmaciones.

• Esta operación de verificación de datos suma otros diagnósticos de la prensa más amplia: un artículo mordaz de El País lo perfiló como un “mitómano contemporáneo”, un personaje que se mueve en la viralidad, lanza ficción, es desmentido, se contradice y vuelve a intentarlo.

Culto al escandalo

La trayectoria de Levy es un tejido de mitos reciclados, logros cuestionables, proyectos fallidos y contradicciones públicas: desde una réplica del Ángel de la Independencia en China (que diplomáticos llamaron “un problemón”) hasta sospechas de plagio en su doctorado, obras apresuradas, obra pública mal gestionada y acusaciones de conflicto de interés durante su paso por ProCDMX.

El caso de Santiago Levy, no es menor, pone en la mesa que la banalización de lo falso no se combate con apenas un desmentido. Son las instituciones que deben actuar y los medios que demandar rigor y transparencia.

En México donde la justicia se ejecuta tarde y en redes se reparten verdades parciales, figuras como Levy encuentran un nicho perverso y lucrativo. (Aunque hoy nos gusten algunas de sus denuncias).

Volviendo al caso de Emma, públicamente como víctima quedó al margen, expuesta y, aun ganando a nivel legal, atravesada por una sensación de vulneración.

Mientras él, desde su cercanía con el poder, terminó por exhibir a quienes debían ejercer justicia comportándose como depredadores, recordando cómo se construyen muros simbólicos y mentales que separan la verdad de la ficción y el poder de la vulnerabilidad.

Viral

Muchas de tus luchas les hemos dado crédito, Simon. Pero querer vestir de persecución política lo que es consecuencia de tus propios actos, te quita toda credibilidad.

X: @diaz_manuel