“De ti, señora, me contó la fama

que con ingenio vivo y alma inquieta 
renuncias a la gloria del poeta

por no arriesgar el de modesta dama:

pero dicen también que el dios del arte

al verte abandonar su templo santo

sintió la ausencia de tu ingenio tanto

que a los poetas ordenó cantarte.

Uno por uno con afán, señora,

de apolo te transmiten los favores,

Y yo también aunque infeliz cantora

vengo a ofrecer a tu corona flores.

Admite entre el laurel y la violeta

este ramo no más de siemprevivas;

aunque por ser modesta nada escribas,

siempre tendrás renombre de poeta.”

CAROLINA CORONADO

“No podemos subestimar al adversario en ninguna batalla, ni en la guerra ni en la política. Al adversario hay que darle su justo peso.”

HUGO CHÁVEZ

La violencia siempre escala. Inicia con la mirada, la palabra, la mofa. Luego la condescendencia, el desprecio o el abandono. Más tarde la amenaza en redes sociales o la proferida de viva voz; el manotazo, la violencia psicológica, la física. Y puede terminar en la muerte. La violencia pocas veces cesa, más bien se incrementa.

Utiliza los rencores y las frustraciones; los complejos y el miedo. A este lo siembra y lo alimenta. Abreva en el discurso de odio, en el lenguaje diferenciador. Se esconde en los pretextos; ser un país machista o que “lo dicho no significaba lo que se dijo”…

Por ello es miserable normalizar la violencia. Y hoy la permisividad ha llegado a extremos.

Contra Norma Piña, ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación; contra Malena Ríos, saxofonista; contra Olimpia Coral Melo, quien sacó fuerzas hasta amadrinar la Ley Olimpia; contra Norma Lizbeth Ramos, asesinada a pedradas; contra un sinnúmero de mujeres (niñas, adolescentes) maltratadas, vejadas, golpeadas, quemadas, asesinadas.

En el primer semestre del 2022, un promedio de 7.8 mujeres ¡AL MES! fueron quemadas en nuestro país. 3,754 mujeres asesinadas en el 2022; más de mil tipificados como feminicidios.

En esa vorágine de violencia específica en contra de las mujeres, no debe, no puede continuar el discurso de odio.

Lo que se observó el sábado no fue una tradición de “quema de judas”; no nos hagamos, para ello hay un día en específico. Tampoco una broma ni un acto de libre expresión.

Eso sí, fue la oportunidad para colar la victimización eterna de un “pero también quemaron mi efigie y nadie dijo nada”.

Argumentarán. Que si la desigualdad socioeconómica, que si la conquista de España hace 500 años, etcétera. Pero hay algo que nadie —aunque quiera— me puede refutar: la primera vez que públicamente hubo —y se supo de— violencia verbal contra la ministra Piña sucedió en Palacio Nacional y provino de Andrés Manuel López Obrador.

Así, la quema el sábado de una representación de Norma Lucía Piña es un escalón más en el lenguaje de la violencia, del odio, del ataque. Y el trayecto de evolución es claro: inició el ataque verbal en la mañanera, escaló en redes sociales con la foto de ella y una bala, continúo con una pistola de cartón en las puertas de la Suprema Corte y ahora con la quema de su efigie en pleno aniversario de la Expropiación Petrolera y a la vista de unas ¿500 mil personas?

Y es que la violencia también se traduce en sordera de una parte de la población que busca justificar lo injustificable; en incongruencia de parte de quienes se llaman feministas pero callan —o tardan, y a duras penas, más de 24 horas en condenar un acto de esta naturaleza—.

El México violento, convulsionado, polarizado y feminicida que vivimos hoy, debería estar doliente de coraje, de impotencia, de dolor. Debería tener un presidente que ayudase a calmar los ánimos, que buscara la verdadera fraternidad. Que no continuara azuzando desde el atril de la mañanera —y con el látigo de su lenguaje— a todos los que no opinan, piensan o actúan como él lo desea.

Imposible y tonto reclamarle a López Obrador por los actos cometidos por sus seguidores, pero sí pedirle cesar sus ataques diarios.

La quema de la efigie de Norma Piña no es solo contra ella, es una burla descarnada en contra de las mujeres calcinadas encontradas en Celaya, de todas las quemadas en nuestro país. No hay forma ni razón para justificar una u otras. Menos aún para victimizarse. Ya no.

El dedo flamígero de la mañanera señala que Norma Piña ha sacado de quicio a López Obrador y a sus seguidores. ¿Por qué? Porque ella simplemente los ignora. Se dedica a hacer su trabajo; reitera la separación de poderes y tiene por guía la ley.

Los dichos de López Obrador y sus seguidores contra de la ministra presidenta Piña pretenden desestimar el trabajo que ella lleva a cabo al frente de la SCJN; lo que es más, llamando las cosas por su nombre: ¡se trata de violencia en contra de una mujer! Pura y dura.

Y esta incluye la grilla política iniciada ya por los propagandistas del régimen. Quienes empiezan a sembrar la especie de que ella, mujer abocada a su nueva labor, se dejaría seducir por el canto de las sirenas para ir en pos de la candidatura a la Presidencia de la República. Una locura que en el fondo lo que hace es intentar demeritar su trabajo en la Suprema Corte. Entendamos: la estrategia de la 4T es presentarla como una posible candidata al 2024 para así desacreditarla. En la medida que se socialice que ella podría ser contrincante en la carrera a ocupar la silla presidencial, en la misma medida se le resta honestidad e independencia a lo que HOY hace: fortalecer la autonomía de los poderes de la Unión, respetar la Constitución y ejercer como presidenta de la SCJN.

Hacer cábalas es desacreditar su importante responsabilidad, su trabajo como constitucionalista autónoma, independiente e imparcial. La separación de poderes también debe entenderse en estos casos e insinuar lo contrario es violencia de género. Ni más ni menos.

Ni los cuatroteístas debieran usar esa narrativa, ni la oposición creérsela. Y en ese sentido aviso: decir o pensar que la ministra presidenta Piña buscaría ser presidenta de México es solo apoyar la narrativa 4T. Es sustituir a Lorenzo Córdova con ella como nuevo “enemigo”.

Norma Piña está bien a donde está; siendo presidenta de la SCJN. Ignorando a AMLO. La mejor cátedra ya la imparte y es en y desde la SCJN.

Debemos entenderlo todos: la ministra Norma Piña no es “adversaria” de nadie. Es presidenta del Poder Judicial y, como tal, es par —sí, par— de Andrés Manuel.

Y en ese sentido merece respeto. Y la defensa que se haga de ella no debe ser tibia o en la medianía —sin mencionar su nombre—. Menos aún justificando, insultando o lloriqueando; haciendo del asunto un tema personal, victimizándose.

La expresión de odio sucedida en el Zócalo en contra de la presidenta de la SCJN (al ser contra ella y contra todas las mujeres) debiera ser condenada de forma unánime.

Y por lo que a mi respecta, cada evento de la 4T que tenga como fin vanagloriar a López Obrador y se den actos de violencia en contra de una mujer, esto último será lo único que comentaré.

Mostraré la cara más infame de los aplaudidores de la 4T y la incitación a la violencia desde el atril del obradorismo.