A siete años del comienzo de la Cuarta Transformación en México, es fundamental hacer un recuento sobre los grandes logros alcanzados. En el gobierno encabezado por el expresidente Andrés Manuel López Obrador se sembraron las semillas de la soberanía científica. En este gobierno, uno de los mayores aciertos de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo es hacer efectiva la continuidad con cambio para profundizar y ampliar los logros de la transformación.

Con la claridad de que en México el pueblo es el soberano, ahora los avances no son concesiones, sino conquistas colectivas que han puesto al centro la honestidad, la justicia, la dignidad y el bienestar. Para el régimen político que, con el apoyo popular mayoritario, inició el primero de diciembre de 2018 y se ratificó en 2024, es claro que una cabal soberanía nacional debe fincarse en el fortalecimiento de una política humanística, científica, tecnológica y de innovación (HCTI) propia, pertinente y de vanguardia.

Forjar soberanía científica y tecnológica para el bienestar —con un sentido humanístico y de pertinencia nacional en áreas estratégicas y prioritarias para el país— requiere de continuidad. De ahí la importancia del mensaje de la presidenta Sheinbaum el pasado 6 de diciembre, frente a una plaza colmada de esperanza: “Llegamos al gobierno para dar continuidad y profundizar la Cuarta Transformación de la vida pública de México”.

La continuidad de este gobierno se funda en la expectativa de seguir avanzando en la recuperación, el fortalecimiento y la defensa de nuestra soberanía, que se resquebrajó en México durante las décadas neoliberales: treinta y nueve años antes de 2018. Es así como la continuidad trasciende como una coyuntura crítica donde las políticas HCTI juegan un papel clave en el rumbo nacional.

Destruir o ignorar lo que se ha logrado en el primer piso de la Cuarta Transformación podría significar grandes costos económicos, sociales y políticos. La falta de continuidad implicaría desperdicio de recursos públicos invertidos y pérdida de tiempo que es valioso para el avance científico soberano. Si no se diera continuidad, también se desaprovecharían capacidades de infraestructura, talentos y una articulación con otros sectores, como el industrial y el social, que son difíciles de lograr, e imprescindibles para una innovación soberana para el bienestar.

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Comenzar de nuevo en cada sexenio —a pesar de ser parte del mismo régimen, como sucedía con el PRI— destruiría la compleja reestructuración del tejido social e interinstitucional que fue zurcido para atender el bien común, cuidar la vida y lograr la justicia social, con retos nacionales como prioridades.

En estos tiempos en que el fantasma del imperialismo yanqui recorre nuestros territorios americanos, es fundamental fortalecer y seguir sumando esfuerzos y consensos entre las comunidades HCTI. Solo así se podrán consolidar mecanismos claros, incluyentes y transparentes, lejos de ambigüedades diseñadas para favorecer a unos cuantos o ceder nuevamente a intereses creados e inercias neoliberales.

“En política nada es blanco y negro”, me decía el presidente López Obrador cuando tuve el honor de servir a mi país al frente del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt). Hay tonalidades de grises. En ese espacio gris, lo que jamás puede cederse es la guía del Humanismo Mexicano, que implica seguir una política HCTI con cabal honestidad, centrada en las necesidades de las mayorías sociales, haciendo realidad el derecho humano a la ciencia y la soberanía científica.

La vida nacional enfrenta nuevos problemas y sus propias complejidades, pero el camino ya fue arado para facilitar su tránsito: en 2024 se entregó un Conahcyt transformado de raíz, que ahora funciona como Secretaría (de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación). Se establecieron cambios estructurales para orientar las HCTI al servicio del pueblo, la soberanía y la justicia social, los cuales quedaron plasmados en la primera Ley General en materia de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación (LGHCTI). Congruentes a esta primera Ley General en la materia, se dejaron normativas que garantizan el avance científico como un derecho y no un privilegio, y la soberanía como un eje imprescindible, que ha sido demostrado como posible.

A través de nuevos programas y convocatorias se recuperó el apoyo a la ciencia básica y de frontera —de la que abrevan aplicaciones y desarrollos tecnológicos e innovaciones soberanas para el bienestar—, que hoy continúan favoreciendo al pueblo y otros que lo harán de seguir dándoles cauce para convertirlos en tecnologías propias.

Por ejemplo, con la creación de una nueva industria para salvar vidas se demostró que, con una transformación de las políticas HCTI centrada en las personas, la ciencia sirve al bien común. La encomienda en el primer gobierno de la transformación fue radical. No podría ser de otra forma, porque el mandato presidencial fue muy claro, y el entonces Conacyt era una fachada pública con una sombra de privatización y de subrogación de funciones a entidades e intereses privados que nada tenían que ver con el interés público. Más de 45 mil millones de pesos —de 2001 a 2018— fueron transferidos a intereses privados so pretexto de la innovación. Entre las beneficiarias, estuvieron las transnacionales Monsanto y Bayer. Los resultados fueron desastrosos: mientras el gasto en este rubro aumentó mucho, el país descendió muchas posiciones en innovación y se hundió en una mayor dependencia tecnológica.

Los ejes programáticos que impulsamos para un desarrollo científico nacional pertinente y de primera línea fueron los Programas Nacionales Estratégicos (Pronaces), con diez agendas: Salud; Agua; Educación; Cultura; Vivienda; Soberanía alimentaria; Agentes tóxicos y procesos contaminantes; Seguridad humana; Sistemas socioecológicos; y Energía y cambio climático, para una articulación virtuosa entre investigación científica comprometida e incidencia para atender problemáticas nacionales urgentes. Cada eje fue indispensable en el avance de la soberanía científica porque estableció bases sólidas para el planteamiento de soluciones efectivas y concretas, con una investigación de base eficaz, profunda, novedosa; ante todo apegada a la realidad del país.

Ya hemos demostrado que somos capaces de vincularnos con las necesidades de la gente y que las comunidades HCTI somos parte del pueblo de México, mediante una nueva forma de hacer investigación y desarrollo tecnológico para la paz, la salud global y el bienestar general.

También demostramos, en la primera etapa de la transformación, que sí es posible un desarrollo científico y tecnológico que no dependa de otros países, sino que colabore sin subordinación. Ejemplo de ello son las más de ochenta patentes compartidas con el Estado mexicano, como aquellas implicadas en el desarrollo de ventiladores y otros equipos médicos, o de bioinsumos para prescindir del glifosato; todo “Hecho en México”.

Además, los faros agroecológicos y más de ochenta planes de manejo, para producir alimentos, demuestran que podemos anclar en nuestras innovaciones mesoamericanas, como la milpa, una forma única de producir alimentos sin dañar el ambiente y nuestra salud. También está la metodología propia para extraer nuestro litio de las matrices arcillosas y hacer realidad toda la cadena de valor para aprovechar este mineral de manera soberana. De igual manera, Taruk, el primer autobús eléctrico de diseño y fabricación cien por ciento mexicanos. El desarrollo de la vacuna Patria demostró que somos capaces de recuperar soberanía en un campo clave para la salud pública. Estos son algunos ejemplos —sobre los que iré profundizando en próximas entregas—, de las semillas sembradas, que hoy emergen como plántulas, que ya se ven a ras de tierra como en la regeneración de los bosques. Al cuidar la regeneración, se asegura que la transformación siga creciendo y floreciendo por el bien de todas las personas, primero las más pobres.

La innovación soberana para el bienestar es un instrumento muy importante y avanzamos con instituciones renovadas como Innova Bienestar y un Sistema Nacional de Centros Públicos (SNCP) que dejamos trabajando de manera orgánica, desarrollando nuevas formas de promover investigación, formación, docencia, difusión, incidencia y desarrollo tecnológico de una manera mucho más eficiente, más eficaz y, sobre todo, más pertinente para nuestro país.

Comparto esto con la gran satisfacción de haber servido a mi pueblo, a manera de memoria para fortalecer el presente y el porvenir compartido, que se sigue forjando en nuestro país con el segundo gobierno de la Cuarta Transformación, con la primera mujer presidenta, quien además es científica.

El Conahcyt estuvo en el debate público por sus grandes logros y transformación radical, y por ello mismo, fue blanco de ataques continuos de la derecha, que no cesan, pero, como dijo nuestra presidenta en días pasados: “no hay campaña que apague la Cuarta Transformación”. Y agrego: no hay interés personal que tumbe la siembra colectiva.

Científica, escritora, investigadora titular y profesora en la UNAM. Premio Nacional de Ciencias 2017. Humanista, feminista de izquierda y luchadora social. Ex Directora General del Conahcyt.