El periódico Granma de Cuba refirió una editorial para expresar lo que significó para ese país su catorceavo lugar mundial en el medallero olímpico:
Es inmenso el orgullo que sentimos por nuestros deportistas y la obra impulsada por Fidel, celebró en Twitter el Primer Secretario del Comité Central del Partido y Primer y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez. En días como hoy reafirmo la convicción de que nada es imposible para la Patria ¡Seguiremos ganando!
(…) ha demostrado otra vez al planeta que no es un Estado Fallido, sino un archipiélago de gigantes, incomparable.
¿A qué viene esa referencia?, traerla a colación, con su perfil retórico y ubicación propagandística, sirve para ubicar, sin embargo, el papel que puede jugar el deporte. Cada competidor que con su desempeño se instala en el medallero de los triunfadores, se convierte en un referente en la sociedad, una personalidad a imitar, un héroe moderno que exalta a su país a través de la organización que ha logrado construir para impulsar el deporte y obtener resultados; su pedestal es el de honrar la disciplina físico- atlética, mental y de capacidad para alcanzar grandes logros que se hacen hazañas y trascienden en su ejemplaridad para contribuir a demostrar el potencial que tiene la cultura y el vigor de una Nación.
Por eso, cada deportista que logra sobresalir y ser condecorado, no sólo obtiene un mérito individual, pues expresa una conquista del país al que pertenece, sello que se vuelve explícito con la interpretación del himno nacional del país de quien obtiene la presea; las imágenes hablan del festejo de los atletas paseándose enredados o envueltos en las banderas de sus países de origen que, de esa manera, se vuelven signo, identidad y orgullo.
Los griegos de la antigüedad los denominaban a esas justas olympiakói agones, destacando que la palabra agón se traduce como lucha, competición, conflicto; pero una lucha por ser el mejor, de modo que lo que implicaba la competición era el renombre y la pugna por destacar, ser el mejor. No se trataba de eliminar al oponente, sino de sobresalir en la lucha.
Es evidente que, en ese sentido, las olimpiadas son un medio de competición y de tributo a la idea de ser mejor, de premiar un esfuerzo que se mide y que se corona… más alto, más fuerte, más rápido, y que se codifica dentro de un catálogo que ordena a los países por los logros de sus competidores.
¿Qué se puede decir entonces de los magros resultados de México en esta olimpiada de Tokio?
Sin lugar a duda, nos remonta a la pobreza de logros como país; puede decirse que las cifras obtenidas se ubican en el rasero que se ha tenido anteriormente, aunque aún así, se trata de una métrica que sólo puede ser referencia de las olimpiadas con peores resultados. El número de medallas habla del tipo de organización que se tiene, de sus deficiencias y carencias, de la falta de una verdadera estructura para detectar talentos deportivos y encausarlos; también dice de corrupción y de abandono de prácticas, maestros y formas de preparación que en algún momento lograron notoriedad como lo fue la caminata o en el Tae Kwan Do.
Llama la atención que en Cuba se refiera a los logros olímpicos como una forma categórica de negación de que sean un Estado fallido; es decir se vinculan los resultados deportivos con la calificación del Estado. Se debe admitir que, de alguna forma, es así, pues ello evidencia un esfuerzo organizativo e institucional, en sus méritos y deméritos, aunque sea, exclusivamente, en un aspecto específico. Vuelve entonces la pregunta ¿y México? ¿Por qué se mantiene nuestro rezago? ¿Por qué estamos en el fondo? ¿Por qué carecemos de un diagnóstico compartido que identifique nuestros problemas y plantee su superación? Es evidente que el discurso oficial se esmera en evadir la severidad a la que induce nuestra lamentable calificación, es un salir del paso, un evitar el análisis de fondo, un eludir la politización del tema por la vía de su menosprecio y relativización.
Carecemos de resultados positivos en lo deportivo, pero no sólo, también en combate a la pobreza, en lucha contra la inseguridad, en los índices de letalidad por la pandemia del Corona-vid 19, ¿Acaso seremos un Estado fallido?