Por más que lo quieran tratar de ocultar o al menos matizar, el resultado de la elección realizada el pasado 6 de junio, no deja un saldo positivo para el partido denominado Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), y debe considerarse una derrota electoral en la que si bien gana 9 gubernaturas, pierde alrededor de 15 millones de votos -la mitad de los que obtuvo en relación a la elección de 2018-; y pierde también 9 alcaldías importantísimas en la Ciudad de México, muchas de ellas con mayor jerarquía que incluso algunos gobiernos estatales en que triunfó, sin menoscabo de que grandes urbes de la talla de Guadalajara, Zapopan, Tlaquepaque y Tlajomulco en Jalisco, Monterrey en Nuevo León, entre otras de Querétaro, Aguascalientes, Estado de México y Guanajuato, continuarán bajo la égida de la oposición.

La denominada Cuarta Transformación tendrá que lidiar con esa verdad porque no puede tapar el Sol con un dedo ni engañarse como lo ha pretendido hacer su presidente nacional, Mario Delgado, que con un rostro que denota su amargura y decepción, ayer mismo ha tenido que plantar cara para hacer cuentas alegres frente a los medios de comunicación, por más que su semblante gritaba lo contrario.

De los comicios concurrentes en que estuvieron en juego 15 gubernaturas en el mismo número de entidades federativas así como la renovación de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, Congresos Estatales y Presidencias Municipales, incluyendo las llamadas alcaldías en la Ciudad de México, los números arrojan una disminución en cerca de 15 millones de sufragios respecto al monto de la votación obtenida por Morena en julio de 2018, cuando 30 millones de mexicanos confiaron en el prometido cambio que, hay que decirlo, ha sido para mal, al menos en esta primera mitad del sexenio.

Y eso no lo digo yo, lo dicen esos 15 millones de votantes que esta vez regatearon el apoyo y castigaron a quienes han incumplido sus no pocas promesas.

Así que por más que presuma Mario Delgado que Morena se llevó un gran número de gubernaturas, insisto, hay que revisar el balance de los votos en esos estados, la dimensión geográfica, la importancia de esas entidades federativas y el hecho de haberse quedado por debajo de la expectativa que se tenía por quien encabeza a ese partido y es el titular del Poder Ejecutivo del actual régimen; me refiero a Andrés Manuel López Obrador, quien pensaba o planteaba que sería lo que antes se llamaba carro completo en gubernaturas con simplemente alguna leve excepción y evidentemente no fue así.

Y qué decir del descalabro que sufre en nueve de las 16 alcaldías de la Ciudad de México, considerado hasta ahora el bastión más importante, impenetrable, inexpugnable de la famosa Cuarta Transformación que encabeza en la Ciudad capital del país la Jefa de Gobierno, Claudia Sheimbaum.

Lo cierto es que hay demérito, hay menoscabo, y en ello hay que atisbar como algunas de las causales los desatinos presidenciales, los resbalones, las actitudes, los caprichos, los malos manejos, las erróneas políticas públicas, la aplicación de estas, el ejercicio imperativo del poder público, el enfado de la clase media, media alta y alta, así como obviamente el hartazgo general de los mexicanos.

Sin olvidar, por otro lado, asuntos de corrupción encubierta, temas del pasado que truenan en el presente como la Línea 12 del Metro que recae en la égida y la posible responsabilidad del actual secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard Casaubon, o los dislates gubernamentales que ahora cobran facturas en la votación en la capital.

Es una suma de todo tipo de situaciones que derivan igualmente en la pérdida de curules en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, donde tendrán que pagar altos precios y buscar conciencias fáciles de corromper para alcanzar las votaciones.

Y así lo entiende el propio López Obrador, quien con base en desacreditar a los priístas durante al menos las últimas tres décadas, de acecharlos, exhibirlos, acosarlos, fustigarlos, desprestigiarlos, y colocarlos como los adversarios de toda la nación, consiguió simpatías que lo llevaron a ganar la presidencia de la República, siendo que ahora, en ese contexto de no tener los votos necesarios para sacar sus reformas, ha optado por hacerles un guiño aduciendo que pueden ser quienes ayuden a su partido con votos.

Una reflexión aparte merece lo que se aprecia como un desencuentro con el Partido Verde Ecologista que fue su aliado en la última elección federal del pasado 6 de junio y quien en las Cámaras le ha dado la mano para sacar temas de interés fundamental para el Ejecutivo de la Nación.

El problema que se avista es un posible rompimiento luego de que el senador Manuel Velasco, declarara en días pasados que su partido buscaría acuerdos con todas las bancadas y no solo con Morena.

El comentario, a todas luces no cayó nada bien al seno del actual régimen que no pudo disfrazar su enojo y enseguida echó a andar su arma favorita y arremetió contra el ex gobernador chiapaneco a través del Sistema de Administración Tributaria (SAT), identificando repentinamente “operaciones inexistentes o simuladas por 500 millones de pesos cuando esa entidad estuvo bajo la administración de Velasco”.

Los verde ecologistas cerraron filas en torno a su legislador y han asegurado que el SAT está siendo utilizado como herramienta de presión política y exigieron evitar que las instituciones de gobierno se utilicen como brazos políticos, pero habrá que estar atentos al curso que tome esta desavenencia porque el Verde podrá no necesitar de Morena tanto como AMLO sí requerirá de los 43 sufragios del Partido Verde en futuras votaciones, tras haber perdido 49 escaños el 6 de junio.

Especial atención merece el caso de Jalisco, donde Morena es apabullado por el partido en el poder, Movimiento Ciudadano, sufriendo derrotas dolorosísimas en las principales ciudades de la entidad con diferencia de votos 2-1 en Guadalajara y 3-1 en Zapopan, solo por mencionar algunas, siendo que en el Congreso a penas consiguió 3 curules de 20 posibles por mayoría relativa.

Y qué decir de Nuevo León, donde su candidata a la gubernatura se desplomó hasta el cuarto lugar, y obtuvo además resultados pobres al conseguir solo 8 alcaldías de las 51 en disputa, -en coalición con el Partido Verde, Nueva Alianza, y Partido del Trabajo-, y en cuanto a diputaciones logró apenas 4 de 42.

De tal suerte que los rostros de amargura y decepción entre integrantes de la Cuarta Transformación tienen una explicación. Los morenista se han topado con un golpe de realidad llamada derrota y más valdría aceptarla como tal, identificar y reconocer errores y empezar de inmediato a trabajar en consecuencia porque el 2024 está a la vuelta de la esquina y hay mucho que recomponer antes de que tengan que pasar a la historia como un Partido que tuvo todas las condiciones a su favor y no pudo y no supo qué hacer con todo el poder.

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