Aunque las comparaciones son odiosas, algunas son inevitables. Sin ánimo de ofender a nadie, creo que habrá consenso en el siguiente símil: Juan Francisco Ealy Ortiz, dueño de El Universal, es un empresario de medios de comunicación más prestigiado que Ricardo Salinas Pliego, de TV Azteca.

¿En 1996, cuando se obligó a Elay Ortiz a pagar impuestos, se consideró al entonces presidente Ernesto Zedillo represor o enemigo de la libertad de expresión? En algunos pocos círculos periodísticos y políticos, sí. Pero en la mayoría, no. Por tal motivo, al final del proceso, la imagen de Zedillo no sufrió demasiado debido a ese asunto, ya que era conocido que Ealy incumplía sus obligaciones tributarias.

Aquel año, a Ealy Ortiz se le acusó de haber defraudado al fisco 41 millones de pesos —unos 5.4 millones de dólares de la época—. ¿Cómo salió del problema el dueño de El Universal? En gerundio: pagando. Como en el chachachá tomó chocolate y pagó lo que debía.

Según recuerdo, Juan Francisco Ealy Ortiz pudo hacerlo porque le prestaron dinero y puso como garantía su periódico. En su momento escuché que fue Roberto El Maseco González Barrera —principal accionista de Maseca y Banorte— quien puso los recursos para que el dueño de El Universal superara su crisis. Otra historia de la que tuve conocimiento es que González Barrera buscó operadores con experiencia en dirección de periódicos para anticipar el escenario de que Ealy no lograra liquidar la deuda: el destacado empresario, ya fallecido, en tal caso se iba a quedar con el control de El Universal, y se preparó por si se tenía que hacer cargo de un negocio que desconocía. No ocurrió así, y el diario que ha llegado a los 109 años de vida no cambió de propietario.

El hecho es que Juan Francisco Ealy Ortiz superó sus fuertes dificultades haciendo lo único que puede hacerse cuando se deben impuestos: pagarlos. Estuvo a punto de perder su negocio periodístico, pero cumplió y se le reconoce.

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No voy a criticar lo que hacen Ricardo Salinas Pliego y sus asesores o estrategas políticos y mediáticos. Es su derecho defenderse. Evidentemente, están tratando de lograr dos objetivos. El primero, encarecer al gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum la sentencia –más bien, las sentencias: hay varios procesos abiertos– relacionada con los impuestos que la autoridad tributaria reclama al propietario de Elektra y TV Azteca. El otro objetivo que pretenden alcanzar es el de obligar al Estado mexicano a aceptar un arreglo negociado, es decir, antes de que la SCJN diga la última palabra; acuerdo que, desde luego, resulte conveniente para este hombre de negocios.

Hoy en El Universal, el columnista Mario Maldonado publicó un artículo en el clásico periodismo ficción. Mencionó una supuesta “operación anti Salinas Pliego”. Según el periodista, se ha integrado “un grupo intersecretarial creado expresamente para investigar y, si es posible, destruir al mencionado empresario”.

Maldonado afirma, sin pruebas de ningún tipo que “la instrucción provino directamente de Palacio Nacional y es ejecutada por la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez”. Además de esta dependencia participan, siempre en la imaginación del columnista Maldonado, la Procuraduría Fiscal, la Comisión Bancaria, el SAT, la Consejería Jurídica y la Suprema Corte.

Digo que se trata de una ficción de Mario Maldonado porque todo apunta a una columna por encargo: es altamente probable que el mensaje le pidieron difundirlo estrategas mediáticos de Salinas Pliego. Está bien, se vale, pero también es legítimo dudar de la objetividad del columnista.

Carece de lógica que el gobierno haya creado una comisión para “configurar todos los posibles delitos contra Salinas Pliego”. Lo más absurdo es la aseveración de que al grupo lo dirige una de las personas más íntegras de la 4T, Rosa Icela Rodríguez, quien jamás se prestaría a una arbitrariedad tan grande.

Nadie está persiguiendo al dueño de TV Azteca: nada más se le está exigiendo, en distintos tribunales, incluida la corte suprema, que pague lo que debe. Salinas Pliego ha tenido oportunidad de defenderse en numerosos juicios durante bastante tiempo, pero para su mayor desdicha ha llegado la hora de que, uno a uno, tales procesos lleguen a su fin.

Si el poder judicial le da la razón, Salinas Pliego no pagará nada. Pero si se le condena a cumplir con las obligaciones fiscales que se le reclaman, entonces pagará, le guste o no, por más que grite y, ni hablar, a pesar de su amenaza de “sacar a los zurdos de mierda y mandarlos a chingar a su madre”.

En la misma columna, el periodista Maldonado dice algo que contradice sus anteriores afirmaciones: que la presidenta Claudia Sheinbaum se mostró abierta al diálogo con el empresario después de que este pidiera una mesa de negociación.

Creo que las cosas no han sido exactamente así. Sheinbaum lo que dijo, después de que Salinas pidió negociar, fue “la ley no se negocia”, pero informó que si el mero mero de Elektra paga lo que debe, podría obtener algunos beneficios, como quitarle ciertas multas y recargos.

Ello significa que en vez de pagar los 48 mil millones de pesos que se litigan en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, podría lograr un descuento considerable, digamos que dejara la deuda fiscal en unos 30 mil millones, e inclusive en 20 mil millones. Hay otros juicios multimillonarios sobre los impuestos de Salinas Pliego, pero no han llegado a la cúpula del poder judicial.

Treinta mil millones de pesos en dólares suman alrededor de 1 mil 600 millones de dólares —20 mil millones serían poco más de 1 mil millones de dólares—, lo que es muchísimo dinero. Hasta para Salinas Pliego se trata de cantidades que no podrá pagar sin deshacerse de algún activo importante.

Ricardo Salinas Pliego, si perdiera en el SCJN, quizá tendría que vender alguno de sus negocios rentables, como Elektra o Banco Azteca, que tendrían compradores entusiastas no solo si los rematara, sino inclusive si los ofreciera a precios razonables para él y para los posibles adquirentes. Supongo que Coppel, Soriana, Chedraui o la trasnacional Walmart con gusto ofrecerían buen dinero por tales empresas.

Otra de sus compañías, la mucho menos rentable TV Azteca, también podría ser comprada por empresarios ya metidos en el negocio de la televisión —como Carlos Slim, quien ya tiene Claro Video, o Pancho González, de Milenio—, o bien por hombres de negocios interesados en la influencia que una televisora puede proporcionar —sería quizá el caso de Germán Larrea, quien tendría su revancha luego de que lo batearan en Banamex—.

Conclusión

Si a Juan Francisco Ealy Ortiz, de El Universal, solo una minoría lo consideró víctima de persecución política en el gobierno de Zedillo, apuesto que Salinas Pliego, de TV Azteca, tendría en el actual sexenio todavía menos defensores: para argumentar que se es víctima de injusticias del gobierno se requiere de elevadas dosis de autoridad moral.

En fin, lo importante es que don Ricardo cumpla con sus obligaciones fiscales, y que, por supuesto, se le den al dueño de TV Azteca todas las facilidades que el Estado de derecho contemple, pero ninguna que vaya ni un milímetro más allá del imperio de la ley.