Durante décadas en México se normalizó un vicio político y económico: la mesa de negociación para cumplir con la ley. Empresarios de alto calibre se sentaban frente a funcionarios y presidentes como si el pago de impuestos fuera un asunto transable, sujeto a descuentos, favores y componendas. No había Estado de derecho, había mesas de trabajo. No había claridad jurídica, había “cuates” en el poder.
En ese contexto florecieron magnates que confundieron su riqueza con inmunidad. Ricardo Salinas Pliego es el ejemplo más reciente —y más visible— de esa vieja escuela. Dueño de un emporio mediático y financiero, está acostumbrado a hablarle de tú a tú a los presidentes. Esa cercanía lo llevó a creer que el Estado está para escucharlo, para consentirlo, para negociar con él, lo que en realidad nunca debió ser negociable: los impuestos.
Hoy, con una presidenta que no se presta al compadrazgo, Salinas Pliego se ha visto obligado a cambiar la estridencia de sus ataques por la voz temblorosa de quien suplica una “mesa de trabajo”. Es un viraje evidente: del millonario que insultaba y retaba al poder, al empresario que ahora pide diálogo para aplazar lo inevitable. Lo que no entiende —porque no entiende— es que pagar impuestos no es un acuerdo político, sino un deber jurídico.
La ley no distingue entre ricos y pobres, aunque en la práctica los ricos siempre hayan encontrado la manera de torcerla. La evasión fiscal, los litigios interminables y las presiones mediáticas han sido el escudo de quienes creen que el tamaño de su fortuna equivale al tamaño de su impunidad. Pero el país ya no es el mismo, y la paciencia social tampoco.
Negociar con la ley es, en el fondo, burlarse de quienes sí cumplen. Es despreciar al ciudadano que mes con mes ve descontado de su nómina el Impuesto Sobre la Renta (ISR), al comerciante que paga el IVA aunque su margen de ganancia sea mínimo, al trabajador informal que, incluso sin prestaciones, contribuye al gasto público con cada compra que hace. ¿Qué privilegio especial tiene un multimillonario para decidir si paga o no paga? Ninguno.
Lo que necesita Salinas Pliego no es una mesa de trabajo, sino ubicarse. Entender que la ley no es un buffet del que pueda servirse lo que le convenga. Entender que la justicia fiscal no es una cortesía presidencial, sino una obligación que sostiene escuelas, hospitales y programas sociales. Entender, finalmente, que en la democracia moderna los empresarios no negocian impuestos, los pagan.
Entiendan que esos tiempos terminaron. Pague sus impuestos señor Salinas Pliego y deje de defraudar a los mexicanos.
X: @ifridaita