A lo largo de estos días, en medio de un clima donde han circulado registros muy específicos sobre la participación ciudadana, podemos contrastar la otra cara de la moneda, específicamente la de los datos duros que, a nuestro juicio, fue un éxito total considerando que, por primera vez en nuestra historia, hay un ejercicio para elegir jueces, ministros y magistrados de la Suprema Corte de Justicia. Por ese peso específico de lo que se decidió, dependerá mucho el funcionamiento de uno de los poderes que, constantemente, actuó a rajatabla o, de plano, se extralimitó en sus funciones. Eso, hay que decirlo así, funcionaba para quienes lograban penetrar esa línea delgada de la corrupción y el conflicto de intereses.
En lo personal, al igual que la presidenta constitucional, me enorgullece como quedará el orden jerárquico de las posiciones en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, especialmente por quien presidirá el escalón más alto, como Hugo Aguilar Ortiz, hombre de causas justas y de procedencia indígena. Por ese simple hecho, y porque existe la plena seguridad que habrá un trabajo apegado al Estado de derecho, pongo toda mi confianza en la nueva era que muy pronto se oficializará. Antes de que eso suceda, lo que me resulta difícil de comprender, es el clasismo que escupe la derecha en varios espacios de comunicación, específicamente las cuentas falsas que manejan en redes sociales para denostar. Si pudiéramos resumir ese grado de irritabilidad del conservadurismo, podemos puntualizar en una expresión de desesperación, en especial porque se acabó esa etapa de servilismo que se manejaba al más alto nivel.
Eso, desde cualquier ángulo, es una derrota para la misma oposición. Considerando que la proporción numérica rebasó los números que cada partido promedió por separado, específicamente el PRIAN, la perspectiva es muy elevada. Tiene mucho sentido esa magnitud, sobre todo porque el conservadurismo, sosegado, piensa que esa situación no tiene legitimidad. Son signos de desesperación y pavor. Trece millones de votos, para ser un primer ejercicio, no deja dudas ni suspicacias. Tal vez el tema, en efecto, radica más en la promoción, concretamente por el periodo corto en que se dio todo este vaivén. Mientras, queda claro, no debemos frustrarnos por una participación que casi llega al 20%. Desde luego, lo que sí hay que subrayar es, por mucho, la distribución en cada una de las entidades del país.
Precisamente hace un par de días, luego de que comenzaran a circular los datos previos de la jornada del pasado fin de semana, empezó a fluir la proporción por estado, concretamente de mayor a menor participación. En lo personal, debo decirlo, no me sorprendieron los porcentajes. Curiosamente, dos, en esa misma percepción, son gobernados por la oposición, específicamente Coahuila y Durango, ambos en manos del PRI. Desde el punto de vista político, puede significar que es el inicio de la alternancia que se avecina en ambas entidades. Es verdad, Durango ganó la capital hace un par de días, sin embargo, fue un verdadero cochinero el que pudimos atestiguar. Se notó, desde luego, todo el aparato del estado activando sus estructuras para coaccionar el voto.
Ya hemos dicho, en varios espacios de opinión, sobre todo porque las encuestas así lo han adelantado, que Morena ha cerrado la brecha en Aguascalientes, Chihuahua y Querétaro. Ese mismo activismo, en lo electoral, puede verse plasmado. Veamos la clara muestra de Guerrero e Hidalgo. Ambos, en aprobación gubernamental, están en la cima de las preferencias, con más del 67% de respaldo ciudadano. En ese orden, a propósito, los dos territorios fueron uno de los cinco estados que más salieron a las urnas a elegir jueces, ministros y magistrados. Guerrero, por ejemplo, tuvo muchísima afluencia con casi el 19%. Para tal efecto, eso muestra la eficaz operación territorial de la mandataria. Y en un epicentro donde abunda la cercanía con las causas del pueblo, se nota reflejado el llamado.
Entonces, casi el 19% de votantes que están en el padrón electoral, en términos reales, fue una participación nutrida a sabiendas de que no fue un ejercicio de partidos políticos. Insisto que, viéndolo desde ese ángulo, quizá la publicidad no tuvo un fuerte impacto, sobre todo en las comunidades más lejanas. En cuanto a ello, no podemos hablar de una disminuida afluencia si lo contrastamos con el voto duro del PRI y del PAN. Eso significa, como tal, que la percepción de la derecha sigue descendiendo. Sí, ya sé que la oposición dirá que ese es el grueso con el que cuenta Morena. La inmensa mayoría, quizá sí, pero el lopezobradorismo, lo ha demostrado, tiene la capacidad para movilizar a más población. Este fue un tema distinto. No tenía los matices de una contienda en la que predominara el spot o las arengas. Eso, en definitiva, también permeó, al igual que la falta de debates que, en sí, llama más la atención por el clima que se forma.