El aumento al salario mínimo para el 2026, anunciado por la presidenta Claudia Sheimbaum el 3 de diciembre de 2025, a razón de $315.04 (equivalente a dos canastas básicas), tiene dos componentes político-sociales que reconstruyen el modelo del Estado mexicano, en primer lugar, porque se fortalece el papel del Estado en la regulación de la actividad económica del país, y por el otro lado, es coherente con el sustento ideológico que sostuvo como propuesta de gobierno: “primero los pobres”.

Retomar el papel del Estado en la regulación de la actividad económica en México, en materia de los salarios y su adecuación a la subsistencia digna de la clase trabajadora, implica la intervención de la estructura fiscal, económica y laboral del gobierno federal, una posición keynesiana, dislocando el postulado neoliberal que prevaleció durante 30 años, en donde se afirmaba que el mercado laboral se regulaba a sí mismo, además de que los aumentos al salario mínimo eran inflacionarios. Se ha demostrado durante el sexenio pasado, además de tener sustento académico, que el aumento al salario mínimo no es inflacionario, y haberse apartado de la búsqueda de un ingreso básico solo generó más pobreza.

Cabe señalar que esta política económica es la continuidad del modelo de Estado social que comenzó en el anterior sexenio, con metas muy claras para todo el país, desde las 100 propuestas de gobierno de Claudia Sheimbaum, que es alcanzar dos y media canastas básicas. Patrones y trabajadores conocen este objetivo desde el principio del sexenio, se puso por escrito, por ello la presidenta de la república puede confirmar que los acuerdos han sido consensuados, el país sabe a dónde va en materia de salarios, hay planeación, hay certeza.

La organización Acción Ciudadana Frente a la Pobreza que encabeza Rogelio Gómez Hermosillo, lo estuvo advirtiendo hace más de una década, la pobreza estaba insertada en los trabajadores asalariados, pues su ingreso no permitía que pudieran comprar dos canastas básicas, lo que en términos económicos se conoce como pobreza alimentaria, las familias de los trabajadores no podían acceder a las condiciones mínimas de subsistencia, eso implicaba que el 48% de los trabajadores que laboraban en una empresa o entidad de gobierno se encontraban en esta situación, la mitad de la clase trabajadora formal.

Y aquí es donde entra la coherencia ideológica de la presidencia, pues esta política de aumento de salario mínimos pone en primer plano de su objetivo a la pobreza insertada en la clase trabajadora, “primero los pobres”. La meta está trazada para el final del sexenio, el salario mínimo debe alcanzar a cubrir dos y media canastas básicas.

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Hay muchos puntos de análisis que leeremos y escucharemos en estos días sobre el tema, los abordaremos en esta columna, pero hay uno que es irrefutable, la transparencia y la claridad sobre la política económica-social del salario mínimo sexenal, nadie se puede decir sorprendido, quien no haga planeación y análisis será su responsabilidad, esto se dijo desde el primer día de gobierno. La coherencia presidencial es una virtud.

Vladimir Ricardo Landero Aramburu. Maestro en Derecho por la UNAM.

Nota. La reducción de la jornada laboral de 40 horas es una gran noticia, pero no emocionó a nadie por el acuerdo de postergación hasta 2030, todos esperamos la publicación de la reforma para comentarlo. Sigue latente el peligro de incluir el pago por hora que impulsó el sector patronal, lo que sería un desastre, pues aniquilará el aumento del salario mínimo de un plumazo.

X: @riclandero