Consulté por WhatsApp a algunas personas acerca de la disculpa del diario Reforma a la presidenta Claudia Sheinbaum. La mayor parte de quienes me dieron su punto de vista piensan que fue una disculpa burlona, “madreadora”, dijo alguien. Y ello en el mejor de los casos para el periódico propiedad de la familia Junco.

“Sin duda es insólita esta disculpa / aclaración”, mencionó asombrado un amigo de los Junco. Es verdad, en muchas décadas de seguir a Reforma, desde que era solo El Norte, de Monterrey —inclusive colaboré algunos años en tal organización mediática—, creo que es la primera vez que aparece una disculpa, y en primera plana y de forma destacada. Pero…

Sobraron opiniones acerca de que debe hacerse a un lado la ingenuidad antes de pensar que se trata de un cambio positivo en la política editorial de tales periódicos, generado porque los nuevos tiempos imponen nuevas formas.

La verdad de las cosas es que no parecen haber sido sinceros quienes tomaron en Reforma la decisión de disculparse con la presidenta Claudia Sheinbaum —probablemente los Alejandros Junco, padre e hijo, accionistas de referencia de tal empresa—.

Por el tono, sin duda burlón, los señores Junco “se quedaron a dos pasos de haber hecho algo muy relevante”. Esta opinión tiene gran peso.

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Se disculparon, en efecto, pero lo hicieron defendiendo que, lo publicado —fotografías ofensivas de Claudia Sheinbaum— fue una legítima crítica periodística a la desatención a la seguridad de la presidenta. Pero eso no fue periodismo serio, claro que no: se trató de amarillismo vulgar.

Directivos de Reforma se han defendido también con otro argumento falso: que diarios de Estados Unidos publicaron las imágenes. Que allá sean inmorales no justifica serlo acá. Por lo demás, lo hicieron en aquel país convencidos de que la presidenta de México, como lo ha dicho ella misma en varias ocasiones, no les demandará. No se habrían atrevido si se hubiera tratado de una mujer estadounidense con acceso a buenos abogados.

La familia Junco, arrogante, perdió de vista que las imágenes difundidas revictimizaron a la presidenta: al margen de su poder, ella es una mujer que había sido agredida en la calle. Con una disculpa tan hipócrita, la han revictimizado de nuevo.

La disculpa, en efecto, me parece mucho muy burlona. “Esto no es una disculpa”, fue un comentario repetido entre las personas consultadas.

Otros comentarios que llegaron a mi WhatsApp:

Reforma ofrece una disculpa que cumple con la petición expresa de la presidenta, así como de la ola de defensa que se levantó por parte de los grupos feministas y la sociedad en general. En ese sentido, responde bajo la presión que la agresión despertó en México y el mundo.

Queda el sabor de que en Reforma solo publicaron la disculpa porque se sintieron regañados, señalados, evidenciados por su falta de ética y trataronn de salvar de ese desastre, lo que se pueda.

Por eso la pirueta con lo de “la seguridad de la presidenta y el entorno violento que vivimos”. La disculpa está escrita para salir del paso. Es cumplidora, pero vacía. No es legítima porque no tiene la intención de reparar el daño causado. Y, en términos de Cicerón, tampoco es justa, porque el bien que debería procurar no está en proporción con el mal que causó.

Reforma se dio cuenta que en un amplio sector de las mujeres molestó su postura. No es una disculpa correcta porque justifica la revictimización en nombre de defender a la presidenta. Y el cierre es aún peor: “Una disculpa a la mujer agraviada”, como si exponer la fotografía de una mujer invadida en su espacio personal no fuera una ofensa para otras, para todas.

A Reforma y muchos medios se les olvida que las mujeres son el 51% de la población.

Ojalá todos los actores importantes del quehacer público aceptaran sus errores y pidieran disculpas. Pero ojalá Reforma lo hubiera hecho sin que lo solicitara la presidenta. Así, solo por cumplir bajo presión, su disculpa no es una disculpa, sino escarnio, particularmente por su carga de misoginia. Un diario en el que casi todo su directorio lo integran hombres, no ha logrado entender lo que significa ser mujer.

Lo que dice la inteligencia artificial

Empezar la disculpa con la expresión en desuso “hela aquí” suena a burla, a algo irónico o sarcástico en el contexto del español moderno.

“Hela aquí” es una fórmula anticuada que en este caso suena distante.

Contexto de la disculpa: Una disculpa requiere sinceridad, humildad y un lenguaje directo y apropiado para la gravedad de la ofensa. Usar una frase arcaica para presentar la disculpa (como si estuvieran presentando un objeto antiguo en un museo) choca fuertemente con el tono esperado.

Connotación de mostrar algo: La frase se usa para mostrar o señalar algo, no para expresar un sentimiento. Al decir “hela aquí” refiriéndose a una disculpa, esta se convierte en un objeto que se presenta de forma fría y desapegada, lo que anula cualquier atisbo de arrepentimiento genuino.

La elección del lenguaje para la disculpa de Reforma resulta inadecuada y sugiere una falta total de seriedad, lo que puede fácilmente interpretarse como sarcasmo o mofa. Sería mucho más apropiado un simple “lo siento”, “perdóneme” o “le pido que nos disculpe, presidenta”.

La disculpa como acto político, no emocional: Aunque parece una disculpa, en realidad es una maniobra que en la forma pretende ser diplomática, pero que en realidad es un nuevo agravio.

Reforma sumó a la revictimización inicial una nueva revictimización con una disculpa para nada sincera.

La frase “En todo agravio percibido, la intención pesa” es una forma elegante de decir: “Si te ofendiste, fue tu interpretación, no nuestra intención”. Reforma no se retracta del hecho, sino que aclara su “intención”. No fue una disculpa: fue un gesto más estratégico que de arrepentimiento.

Reforma se presenta como defensor de la presidenta, —“no fue ofenderla, sino defenderla”—, lo que sugiere una reconfiguración de la narrativa: ellos no fueron agresores mediáticos, sino vigilantes del entorno de la seguridad presidencial. Con eso, el medio busca recuperar legitimidad moral y evita verse como un enemigo del feminismo o del respeto a las víctimas.

Una disculpa que se defiende a sí misma no es disculpa. En el caso de la disculpa de Reforma, cada línea está escrita con cuidado semántico: “México es un país traumatizado por años de violencia cotidiana”, introduce contexto social, casi terapéutico. “El enfoque fue sobre una evidente vulnerabilidad”, intenta justificar la nota periodística como advertencia pública. Finalmente, “una disculpa a la mujer agraviada” equilibra empatía con distancia institucional.

En síntesis

Reforma lo que intentó no fue disculparse, sino superar una crisis de credibilidad sin perder el control del relato.

Con medios así, se entiende la existencia de tantos feminicidios en México, de tantas mujeres inocentes encarceladas, de tantas violaciones, de que sea tan fácil arrebatarles sus hijos e hijas.

Lo que hizo Reforma, en resumidas cuentas, fue un sarcasmo que vuelve a victimizar a la presidenta Sheinbaum bajo el disfraz de la disculpa. Porque una disculpa no es la oportunidad de reafirmar que lo hice bien, sino de reconocer el error. Las fotos no debieron publicarse y por eso debió haber pedido perdón el periódico. Y nada más.

En la Ley Olimpia la difusión de imágenes como las publicadas por Reforma, se castigan con tres a seis años de prisión. Es la pena que merecen quienes publicaron tales fotos y videos.

La presidenta Claudia Sheinbaum no denunciará penalmente ni demandará por daño moral a medios de comunicación mexicanos. Debería hacerlo con los del extranjero que difundieron las imágenes. Lograría que se disculparan de verdad, no a la Reforma, y también obtendría una indemnización que podría entregar a grupos que protegen a mujeres maltratadas.