Se lee continuamente con profundo desagrado en columnas y redes sociales el término “fachos”, mismo que refiere a los fascistas, en otras palabras, a la ultra derecha europea que un día gobernó países como España, Italia y Alemania.
El fascismo, de acuerdo a su concepción tradicional, hace referencia a un movimiento político e ideológico caracterizado por un conservadurismo a ultranza marcado por la intolerancia, la imposición de una sola visión de sociedad, la restricción de libertades, la exaltación de la personalidad de un caudillo, el aniquilamiento de controles democráticos, la manipulación de las leyes, la censura de los medios críticos, el abuso del poder, el control corporativo de la economía, y en suma, la eliminación de las libertades bajo el argumento de un nacionalismo y de una supuesta pureza moral.
Hoy la palabra “fascista” o “fascismo” se utiliza en México con una ligereza pasmosa. De boca de los voceros del régimen, trátese del senador Gerardo Fernández Noroña, Adán Augusto López, el diputado Arturo Ávila, el expresidente AMLO, el propagandista Epigmenio Ibarra, entre tantos otros, los “fachos” son - en su equivocada concepción- todos aquellos hombres o mujeres cuyas opiniones contradicen la doctrina del régimen; así sea un político de oposición, un periodista, caricaturista o un simple usuario de X.
Lo repiten una y otra vez, incesantemente, como si el aliento no les alcanzase, en el ánimo de que la palabrita se despoje de su significado real y que los mexicanos la asocien con lo que ellos llaman “la derecha”, como si el obradorismo fuese un auténtico régimen de izquierda liberal. No lo es, y dista enormemente de serlo.
Mientras los miembros del oficialismo de la autoprocalamada 4T llaman “fachos” a los críticos, continúan en sus acciones dirigidas al desmantelamiento de la democracia, la desaparición de los contrapesos, la reducción de las voces opositoras, la utilización de la maquinaria del Estado para golpear ciudadanos, la manipulación de la letra constitucional, la captura de los organismos electorales, y encima, por más ridículo que pueda sonar, la prohibición de los vapeadores.
Pregunta seria: a la luz de la concepción del fascismo… ¿quiénes son los “fachos”? ¿La pobre oposición que lucha desesperadamente por su sobrevivencia o el obradorismo, cuyos tentáculos se expanden cada día más en el país en detrimento de las libertades y la salud del Estado constitucional? El lector tendrá su respuesta.