El reconocimiento no fue un gesto ceremonial ni una cortesía institucional. Fue una toma de posición. La Academia Mexicana de la Comunicación, presidida por Ricardo Homs, otorgó la “Medalla al Mérito Empresarial en Comunicación Francisco Ibarra López“ en el ámbito de la comunicación a Francisco García Davish, fundador y director general de Quadratín, para subrayar una trayectoria que rebasa con amplitud el éxito empresarial. Se reconoció una visión que supo anticipar transformaciones estructurales, una persistencia poco común en entornos adversos y una apuesta sostenida por la pluralidad informativa en un país donde el ejercicio periodístico independiente suele pagar costos elevados. El premio no distingue solo a un fundador, sino a una forma de entender la comunicación como servicio público en clave digital.
Primero. En 2002 el periodismo digital no era una alternativa consolidada. Era apenas una intuición. Un territorio sin reglas claras, sin modelos de negocio comprobados y sin legitimidad profesional reconocida. Internet era visto, en el mejor de los casos, como un canal secundario para replicar contenidos impresos, no como un espacio autónomo de producción periodística.
Francisco García Davish decidió avanzar en ese contexto. No por moda ni por oportunismo, sino por convicción estratégica. Comprendió que la información comenzaba a desplazarse hacia entornos digitales y que quien no construyera presencia desde el inicio quedaría fuera de la conversación pública futura. Quadratín nació, así, no como una extensión tardía de otro medio, sino como un proyecto concebido desde el origen para la lógica de la red. La apuesta fue arriesgada. La publicidad no acompañaba. Las audiencias eran incipientes. La confianza debía construirse sin referentes previos. Sin embargo, la visión fue precisa: crecer con estructura, no con improvisación; apostar por identidad local, no por centralismo informativo; entender lo digital no como fragilidad, sino como oportunidad. Veintitrés años después, el resultado es verificable.
Quadratín cuenta con ediciones estatales en dos tercios del país y una versión hispana en Estados Unidos. No se trata solo de cobertura territorial, sino de un modelo que reconoce la diversidad regional, que articula agendas locales con impacto nacional y que evita subordinar la información a una narrativa única. En un país marcado por la polarización mediática, esa pluralidad no fue una concesión coyuntural. Fue un principio fundacional.
Segundo. El crecimiento de Quadratín no ocurrió en un vacío. Ocurrió en uno de los entornos más hostiles para el periodismo independiente. La ausencia de una ley efectiva de publicidad oficial convirtió el financiamiento público en un instrumento discrecional. La asignación opaca de recursos sustituyó con frecuencia al debate democrático. Muchos medios quedaron atrapados en una lógica de dependencia o de sinergia forzada. Quadratín eligió otro camino. Más complejo. Más exigente. Más riesgoso. Apostó por construir un modelo de negocios capaz de sostenerse sin depender de favores políticos. Apostó por la escala, por la red y por la presencia territorial como activos económicos y editoriales. Esa estrategia permitió resistir cuando otros proyectos colapsaron. Mientras algunos medios cerraban redacciones o reducían cobertura, Quadratín ampliaba su presencia en los estados. Mientras otros ajustaban su línea editorial para sobrevivir, Quadratín preservaba su autonomía. La credibilidad acumulada fue clave. No como consigna, sino como resultado de un ejercicio informativo constante, plural y profesional. La confianza no se proclama. Se construye. Se cuida. Y puede perderse en un instante. Quadratín entendió esa lógica desde el inicio. Ese modelo hoy es reconocido como mérito empresarial. Pero también como una condición indispensable para enfrentar un escenario todavía más complejo. Uno que ya no se define solo por restricciones presupuestales, sino por transformaciones tecnológicas profundas.
Tercero. La transformación en curso es de fondo. Los buscadores de Internet ya no son simples intermediarios de contenidos periodísticos. Han comenzado a producir información. A generar síntesis noticiosas. A ofrecer respuestas cerradas ajustadas a perfiles personalizados de las audiencias. La inteligencia artificial empieza a desplazar criterios periodísticos por criterios de afinidad algorítmica. La trazabilidad se diluye. Las fuentes se vuelven invisibles. El contraste de versiones pierde centralidad. La información deja de ser un bien público verificable para convertirse en una experiencia personalizada, cómoda y confirmatoria. Las consecuencias son graves. Se refuerzan las cámaras de eco. Se normaliza la polarización. Se multiplican realidades fragmentadas que no buscan explicar los hechos, sino confirmar convicciones previas. La verdad cede terreno frente a la conveniencia.
En México, como en muchos países, no existe un marco jurídico que regule este fenómeno en formación. No hay obligaciones efectivas de transparencia algorítmica. No hay responsabilidad editorial definida para los generadores automatizados de contenidos. No hay garantías sólidas para proteger la pluralidad informativa en entornos dominados por sistemas opacos. Se empieza a dar vida a una caja negra informativa. Sin controles. Sin rendición de cuentas. Sin posibilidad real de auditar cómo se selecciona, jerarquiza y presenta la información que consumen millones de personas. Frente a este escenario, los medios digitales enfrentan un reto decisivo. Quadratín, por su alcance territorial, su capilaridad local y su peso en la conversación pública, se encuentra en la primera línea de esa tensión. El desafío no es meramente tecnológico. Es profundamente democrático: contener la lógica de realidades a la carta y defender el derecho a la información como parámetro central del ecosistema comunicativo. Como en 2002, se requiere visión. Como entonces, capacidad de adaptación. Pero ahora, además, una defensa activa y consciente de los principios periodísticos frente a la automatización sin reglas.
El reconocimiento a Francisco García Davish no mira solo al pasado. Mira al futuro inmediato. Porque el periodismo que supo anticipar la era digital enfrenta hoy la responsabilidad de preservar su sentido frente a una tecnología que amenaza con vaciar de contenido al derecho a la información. Esa batalla no es retórica. Es estructural. Y, una vez más, apenas comienza.
Ernesto Villanueva en X: @evillanueva
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