En el año 2011, vivimos, mi familia y yo, una experiencia fuerte: el secuestro de mi padre, bajándose de su camioneta llegando a abrir sus oficinas. El plagio duró (exactamente) 48 horas, que fueron eternas y desesperantes, sobra decir. A la postre, se trataba de pequeños grupos que realizaban a diario y por entonces esa actividad en Acapulco, y gracias a una negociación con respeto y tranquilidad se logró la liberación, incluso pagando una cantidad, relativamente, muy baja.

El caso es que personas cercanas a la familia nos aconsejaban (lo mismo unos agentes federales enviados por ellos después) acudir a denunciar a las instancias federales correspondientes, yo insistí firmemente que no, que dado el desmadre y el terror de ya ese sexenio maldito sería un tiempo gastado de manera estéril, lo cual, al tercer viaje a la Ciudad de México, mi padre me dio la razón y no volvimos.

Pero en esos tres viajes y tours interminables por oficinas rebasadas totalmente, pude ver el tamaño del ya entonces drama, las oficinas de la SIEDO (ahora SEIDO) estaban llenas de madres sufriendo el dolor de la desaparición de un hijo. Era estrujarte ver cómo perdían su tiempo. Después, otras vueltas uno de aquellos “centros de arraigo”, un hotel de mala muerte, en este caso, dónde nos pusieron tras un vidrio especial a unos 15 chamacos de Acapulco (todos de colonias modestas), y claro estaba que NINGUNA voz fue reconocida por mi padre, es más, podía yo estar seguro que al menos tres de ellos, eran chicos inocentes.

El caso es que platicando con gente de la PGR (SIEDO) odiaban a la gente de la Secretaría de Seguridad Pública, y del otro sentido, todavía más. Ya entrado ya en confianza con un oficial de cierto rango en la SSP y luego de comernos unos Hot dogs de carrito de banqueta, le espeté una pregunta por el secretario líder de “los enemigos”, sus ojos se abrieron, y me aseguró: “¡Ese es ‘hombre muerto’! No tendrá escapatoria posible. Tú no tienes ni idea”.

Luego de unos años fue evidente que tenían información delicada no pocos en ese gobierno. Sabían con seguridad incluso que caería... ¡De ese tamaño sería la alianza con el crimen organizado!

Así que, entonces, el caso hoy de Adán Augusto, así se trate de un negocio que (directamente) no causa víctimas y así haya puesto orden en su estado en lo relativo a la gran mayoría de los ilícitos, eso no es motivo para escandalizarnos ni mucho menos. Es preciso alzar la voz, o ya dejemos el movimiento o el partido, incluso el gobierno, es el país en severísimo riesgo, se irá (aún más) al carajo.