¡Bienvenidos amantes de la gastronomía! Lo común es que la gente se enfoque más en la comida, y los distintos platillos que se sirven en la cena del 24 de diciembre dependen mucho de la región del país, y sobre todo de las costumbres de cada familia. Pero a mí, lo que más me gusta de la época decembrina son los postres.
Y es que no se consume lo mismo en el centro del país, que en el norte o el sur de nuestro territorio, cada región tiene su plato estrella; pero ¿qué pasa con los postres? Aquí es otra la historia.
Generalmente los postres en navidad no suelen ser las estrellas de la noche, y es que a veces hay tanta comida que pueden cerrar la cena con un panqué o un pastel, nada más. Pero, ¿qué pasa con la gente para quienes los postres y dulces son una tradición?
En mi familia, antes de la cena de navidad solíamos colocar en la mesa de la sala una serie de bandejas con distintos dulces, para “ir haciendo hambre”; las charolas con peladillas no podían faltar, así como trozos de turrones, ya fueran blandos y cremosos de Jijona, con yema tostada, o los duros y crujientes de Alicante, y por supuesto, también había un lugar para los mazapanes españoles, de almendras molidas.
Mis padrinos eran libaneses, y en su casa los dulces cambiaban; ahí ponían charolas enormes con frutos secos como pistaches, nueces de la India, dátiles, orejones, ciruelas, manzanas deshidratadas.
En casa, después de la cena de navidad era obligado “el brazo de gitano”, este tipo de pastel que se enrolla formando un cilindro, y que mi madre decoraba como si de un tronco de un árbol se tratase; el relleno que ella hacía podía ser fresas, cerezas, o algún otro fruto rojo; recuerdo perfectamente que lo dejaba “un pelín” ácido para contrastar con lo dulce del chocolate con lo que lo cubría.
Con eso se cerraba la cena de navidad, con un buen trozo de “brazo de gitano”, -conocido también como “tronco de navidad”- y un café recién hecho, acompañado de un licor dulce como Amaretto, o Anís pero tenía que ser el del mono, con Grand Marnier, Jerez, o con licor de avellana, como el favorito de mi madre: “Frangelico”.
Conforme México se fue abriendo al mercado global, se alteraron los postres en la familia. El brazo de gitano quedó atrás para darle paso al strudel de manzana, que siempre servía caliente y con una bola de helado de vainilla.
También el “fruit cake” se volvió parte de la tradición navideña, este panqué con frutos secos y muy alcoholoso, un postre de sabores “complejos” que de chica no entendía muy bien, pero que ahora es indispensable en casa para estas fechas.
Recientemente otro postre navideño se ha colado a las casas mexicanas y es el “Panetone”, sobre todo ahora que en grandes cadenas comerciales lo venden y es fácilmente de adquirir, pues mucha gente opta por este postre de origen italiano.
Y si nos ponemos más “creativos”, y por supuesto dependiendo de que es lo que se vaya a servir en la cena de navidad, en la actualidad podemos toparnos con tartas de manzana, pasteles de tres leches, arroz con leche con su respectiva canela, el pastel de chocolate y nuez sin harina, la tarta Santiago que se elabora con harina de almendras, y postres más osados como el mousse de chocolate son una excelente opción.
El postre es con lo que se da por terminada la cena navideña, por eso su elección es importante. No podemos dejarle tanta responsabilidad a un pastel cualquiera y sin personalidad, pues se terminaría por arruinar toda la experiencia previa.
Así que ustedes, estimados lectores, ¿por qué tipo de postre se van a decantar para la cena navideña? Uno de los muchos sentidos de celebrar la cena de navidad es compartir el tiempo, alma, vida y corazón con nuestros seres queridos, creando dulces recuerdos; por eso empezamos con dulces y cerramos con algo dulce. ¡Bon appétit!
Cat Soumeillera en Twitter: @CSoumeillera



