Qué incómodos son los pezones. Se te paran apenas comienza a llover y dicen los hombres que “se te encendieron las luces”. Si eres mujer y comienzas a lactar, sufres ardor, dolores y hasta sangras pero ese pezón no es sexy, te ordenan ocultarlo. Si eres hombre, el pezón puede exhibirse en las playas o los estadios de futbol y a nadie le importa si tiene pelos o si es café. Nadie romantiza los pezones de los hombres por ser rositas o negros, ni son un ícono de excitación. Los pezones de los hombres no son incentivo de una violación, pero los pezones de las mujeres son un estándar de decencia.

¡No mames!

Mamar viene de aferrarse a la mama, al pezón lactante. Ese que no es correcto mostrar en el metro o en la calle. Los pezones son incómodos porque revelan a los hipócritas: esos que se indignan cuando las madres dan pecho a los nenes en las fiestas, en la combi o en la oficina. ¿Por qué se indignarán si a ellos también les tocó mamar? ¿Por qué toleran mirar en cada esquina revistas para “caballeros” con pezones en prendas transparentadas, pero no toleran ver a las madres lactar? La doble moral no tiene límite: Mientras los gobiernos promueven la lactancia materna con semanas completas de conmemoración, dicen las Fiscalías que las mujeres se tapen y tocar un pezón sin consentimiento no es tan grave, tal vez ellas las traían de fuera. A ellos no les incomodan los pezones, solamente les incomodan aquellos que no están a su servicio sexual o maternal.

Pocos o ningún hombre ha sido violado por quitarse la playera en un ataque de euforia por el golazo del domingo. Tampoco hay personas sobando su sexo con los pezones de esos que se encuentran muy cerca en los elevadores. Los pezones son incómodos porque a las niñas las enseñaron a odiar su propio desarrollo: ahí en la primaria desde el quinto o sexto grado, le llaman “mujercita” o hasta “puta” a quien simplemente está creciendo. Algunas familias hasta le piden a sus hijas alejarse de las “desarrolladitas”. Los maestros de educación física se hacen de la vista gorda ante los que se burlan en la clase de la activación con saltos. Ni hablar de las playeras blancas deportivas cuando en la jornada escolar revelan el pezón infantil tras un corpiño. Tanta enfermedad mental no sería normal si no fuese porque el estigma contra el pezón tiene tantísima aceptación. ¿Todavía dudan que existe el machismo?

Algunos hombres le dan condolencias a sus otros amigos hombres cuando se enteran de que el bebé que espera será niña:

-Ahora sí vas a pagar las que hiciste, ¡cabrón!

Pues claro: ¿Cómo un hombre va a ser responsable? Los que agreden tienen pene y dicen también tener huevos, pero culpan irremediablemente a la madre que los educó, a la esposa que los eligió, a la maestra que lo toleró y a las que “lo provocaron”. Hasta a la niña que no ha nacido y que se espera, reciba en su carne todos los agravios que su padre cometió hacia otras.

Las mujeres con Síndrome de Ovario Políquistico tienen vello en partes del cuerpo donde otras mujeres no. Tienen pezones peludos. ¿La reacción social? Hostil, bravucona e irrespetuosa. Muchas se ven orilladas a rasurar sus pezones porque en la lógica colectiva ¡cómo va a tener una mujer los pezones peludos!

Si se nombra es para que se cambie: detenga su estigma sobre los pezones, señor lector y detenga esos ojos que miran como sexual una parte del cuerpo que usted también tiene, que nadie le anda insistiendo en mamar y que nadie le anda fotografiando, fiscalizando ni criticando. Ya suelte los pezones y deje de mamar pues usted, seguramente, es parte del problema si alguna vez bajó la mirada mientras una mujer le intentaba hablar. Dice Freud que hay fijación oral de los bebés a los pezones y que los que no la tuvieron, ahora son fumadores. Concéntrese mejor ahí, en matar sus pulmones pero a las mujeres y niñas, déjenos en paz.

Ojalá que sus hijas, y las mías, las que vienen, las que están creciendo, no tuvieran que sentirse incómodas ni mal por tener pezones. La perversidad existe en los ojos con los que se mira y aquellos que insisten en sexualizar la anatomía femenina pueden ser llamados por su nombre: miserables.