El pasado 19 de febrero, en el diario Reforma la periodista Peniley Ramírez dio a conocer un análisis acerca de la forma en la que —según la información a la que tuvo acceso— fue rentada en cerca de Houston, Texas la famosa casa en la que vivieron José Ramón López Beltrán y Carolyn Adams.

Los datos que obtuvo llevaron a Peniley a concluir que el arrendamiento no se dio siguiendo el proceso legal acostumbrado en la mencionada región de Estados Unidos, donde se ubica la vivienda. Su deducción se basó en que no encontró registros para comprobar que, en efecto, la compañera del hijo mayor del presidente AMLO sí realizó un pago por el alquiler del inmueble.

El periódico La Jornada realizó su propia investigación y halló evidencia —inclusive publicó documentos para demostrarlo— de que José Ramón y Carolyn rentaron la casa en forma perfectamente regular, y por lo tanto legal. No dejaban lugar a dudas las fotos del contrato de arrendamiento entre la señora Adams y las personas propietarias de la vivienda, Keith L. Schilling y Lauren M. Schilling.

Después, una investigación independiente del despacho legal R. McConnell Group PLLC, encargada por la empresa Baker Hughes, refutó lo dicho por la mayor parte de la comentocracia mexicana acerca de que en la renta de la casa en Houston hubo conflicto de interés dado el hecho de que Carolyn ha trabajado en la última compañía.

Como dice el refrán, donde las dan las toman. Así las cosas la información de La Jornada y la pesquisa de R. McConnell Group PLLC motivaron en redes sociales a grupos de partidarios de la 4T, que entonces se lanzaron a cuestionar la ética periodística de quienes habían duda de la honestidad del hijo de Andrés Manuel López Obrador y del propio presidente de México.

Personalmente no dudo del decoro periodístico de Peniley Ramírez. Por lo tanto, no me agradó y hasta me molestó que se le cuestionara y aun ofendiera tanto en Twitter. En mi opinión, como cualquier persona ella puede fallar —en lo relacionado con la casa en Houston simple y sencillamente no tenía toda la información—, pero jamás publica sus análisis por consigna ni le da por flirtear con partidos o movimientos políticos.

Lo único que le reprocho a la columnista de Reforma es que dé por decentes, sin investigar sus propósitos, los reportajes de un periodista (Carlos Loret de Mola) y una asociación civil (la fundada por Claudio X. González, MCCI) con evidentes intenciones de golpeteo político que a veces llegan a parecer ensayos de golpismo.

Este sábado, evidentemente como una estrategia de defensa Peniley ha difundido en Reforma la interesantísima historia de dos inmuebles —una casa y un departamento en Miami— relacionados con Genaro García Luna, el jefe de las operaciones de la fallida guerra del narco de Felipe Calderón actualmente en una cárcel de Estados Unidos acusado de haber colaborado con la mafia de Sinaloa.

Recomiendo “Las casas y la corrupción”, artículo de Peniley Ramírez. Habla de una “lujosa residencia en Miami, de tres millones de dólares”, de la familia de García Luna. También, de un apartamento —en el condominio Bellini, de 1.2 millones de dólares— en la misma ciudad de Florida.

Lo que sigue —no sé si Peniley Ramírez tendría tiempo de profundizar en el asunto— es averiguar qué onda con el depa de Carlos Loret de Mola, en Miami. Corren versiones creíbles acerca de que está localizado muy cerquita de algún inmueble de García Luna, probablemente comprado en la misma época quién sabe con qué recursos.

Sin duda para fortalecer la credibilidad del periodismo mexicano, deberá aclararse si todo estuvo en orden, o no, en la adquisición de tal inmueble de Loret de Mola, quien tuvo relaciones informativas bastante raras con García Luna.

Federico Arreola en Twitter: @FedericoArreola