Marcelo Ebrard tiene muy buena prensa. Ha sido así desde hace muchos años. Si el pasado sexenio la candidatura presidencial de Morena se hubiera decidido por la cantidad de columnas políticas a favor, Marcelo habría ganado por goleada a Claudia Sheinbaum. Pero, lo sabemos, como los goles que contaban no eran periodísticos, sino los del apoyo de la gente en las encuestas, fue Claudia la que se impuso en forma aplastante.
En el sexenio de Carlos Salinas el favorito de la comentocracia era Manuel Camacho —sí, el verdadero jefe de Ebrard—. Si la sucesión presidencial se hubiera decidido por las menciones a favor en los diarios, Camacho habría vencido fácilmente a Luis Donaldo Colosio. Ocurrió lo opuesto: el ganador, por goliza, fue Colosio.
En 1994 Camacho y Ebrard no se resignaron y, apoyados por el bipolar Salinas, jugaron a arrebatarle a Donaldo la candidatura a la presidencia. No pudieron. Cuando se dio cuenta de que el juego era demasiado peligroso, Salinas trató de corregir el rumbo y dijo aquello de “no se hagan bolas, el candidato es Colosio”. Carlos Salinas rectificó demasiado tarde, como lo demostró el posterior asesinato de Luis Donaldo.
El sexenio pasado Marcelo Ebrard rápidamente logró que sus amigos en los medios lo calificaran no solo como el mejor en el equipo de AMLO, sino inclusive a la altura del propio López Obrador. Se la creyó Ebrard y, mareado, no tuvo fuerza para enfrentar a la más inteligente y sencilla Sheinbaum; entonces, Marcelo mordió el polvo —es decir, hizo lo acostumbrado por los caballeros medievales que, “cuando se sentían mortalmente heridos, tomaban un puñado de tierra y lo mordían, como beso postrero a la madre Tierra, que los había sustentado y que ahora iba a recibirles en su seno”.
Hoy a Marcelo sus amigos de los medios empiezan a presentarlo como el resucitado que tan buenos resultados da a la presidenta Sheinbaum. Ya están mucho muy cerca de llegar a decir que fue gracias a Ebrard que la presidenta Sheinbaum pudo hacer posible lo imposible —detener los aranceles de Donald Trump—.
Hace un par de semanas dije aquí que Omar García Harfuch fue el creador de la exitosa estrategia de seguridad de Claudia Sheinbaum. Alguien me corrigió: “No te hagas bolas, Federico, Harfuch es muy buen operador, pero la estrategia fue diseñada totalmente por la presidenta”.
Conviene actualizar para los amigos de Marcelo la famosa frase: “No se hagan bolas, el mérito es de la presidenta Sheinbaum”.
Posdata para los cuates mediáticos de Ebrard: Si quieren ayudar al actual secretario de Economía, ya no le den cuerda, porque Ebrard se acelera de más y le da por sentirse el rey de todo mundo, es decir, por caminar por la vida con pose del cruel y despiadado que no es capaz de perdonar…, solo para terminar, como en la canción Fallaste corazón de Cuco Sánchez, implorando cariño aunque sea por piedad.