La calle hasta hoy
En todas las grandes ciudades existe la llamada “música callejera” (también en medianas y pequeñas). Lo he atestiguado en varias de ellas. Cierta vez, como reto, me ofrecieron cien dólares por cantar una canción en el subterráneo de Manhattan. No me atreví, ahora lo haría por cincuenta. Incluso he escrito sobre la música “Underground” en Nueva York, fenómeno que implica una organización que realiza incluso audiciones rigurosas para otorgar espacios a los mejores artistas callejeros de la música o cualquier otro género.
|Para tomar pulso, esta improvisación rítmica en el subterráneo de Times Square; muy característico en Nueva York|:
En ese universo, Ciudad de México no es la excepción. Sobre todo en el Centro Histórico; pero Coyoacán y algunas otras plazas no se quedan atrás. Hace no muchos años, las delegaciones, hoy alcaldías, ofrecían espectáculos al aire libre los fines de semana. Subvencionaban presentaciones, que eran fuente de trabajo artístico, en parques, plazas, jardines, auditorios, casas de la cultura, etcétera. “Actualmente eso se ahogó”, me comenta una amiga actriz que solía participar en dichos eventos con obras teatrales. Hoy, en vez de contratar artistas o comprar funciones, un teatro como el Ángela Peralta, de Polanco, cobra por el espacio.
Como quiera que sea, el acto artístico callejero, que involucra a cientos de personas significa no sólo entretenimiento para el público que pasa, se detiene, se divierte un poco y acaso deposita una moneda en el sombrero, el estuche o la cubeta, expresa también un esfuerzo y una responsabilidad de los artistas y, ante todo, la necesidad de sobrellevar la existencia que no se atiene a una plaza en la burocracia o a alguna institución artística oficial (compañía teatral, orquesta, coro, ballet…).
Hace un par de semanas me llamó un amigo desde el Centro Histórico mientras escuchaba, si no mal recuerdo, a un cuarteto de cuerdas tocar en los alrededores del Zócalo, argumentando que a la ciudad que gobierna Claudia Sheinbaum poco le costaría ofrecer un salario, una suerte de estabilidad económica a los músicos callejeros. No sé si eso sería posible y si sería la mejor solución, lo cierto es que hay un fenómeno que no sabemos qué tan atendido esté por la secretaría de Cultura de la ciudad. A nivel federal se ha hecho muy poco o nada por los artistas independientes. Lo que existe –convocatorias para becas de 9 a 10 mil pesos mensuales a un número limitado de ganadores- ya existía desde hace lustros; y aunque se han modificado reglas, se ha respetado.
|Ya he hablado hace tiempo de Edith Tamayo, cantante mexicana de música tradicional que vive y trabaja en Dinamarca. Una de las más entusiastas y auténticas obradoristas que conozca. Activista del cambio, no ha tenido ocasión de presentarse en México porque en la 4T siempre contratan a las mismas: León, Ochoa, Downs, etcétera. Esta muestra de “El cascabel” la presenté hace tiempo en un texto que titulé “Carta Escandinava”. ¿No merecería esta artista y otros como ella la oportunidad de presentarse en su país? Como muchos artistas convencidos del proyecto de nación de AMLO, no ha pedido ni demandado nada, está alegre por el cambio que se vive y al que contribuye; mas hace falta un mecanismo para contratar artistas independientes, lo comento más abajo. Aquí va Tamayo, al aire libre frente al mar del estrecho de Oresund:|
Cuando Suárez del Real tomó posesión como secretario de Cultura de Sheinbaum, anunció casi una revolución artística que no cumplió. Ahora lo tenemos becado como “Titular de la Oficina de Enlace de México en Estrasburgo - Bureau du Mexique à Strasbourg. Representación de México ante el Consejo de Europa”, presume en su perfil de twitter.
En realidad, Suárez sólo patrocinó un millonario plagio a Vivaldi del que ya hemos hablado; nunca se prestó al diálogo ni se presentó a entrevistas, cancelaba todo. Y junto al plagio, como otro logro de su trayecto burocrático, tuvo la ocurrencia (jalada, pues) de la “invención lunar de México-Tenochtitlan” que se llevó entre las patas al presidente López Obrador, aunque Sheinbaum logró escapar a tiempo, pues Suárez, con su “teoría” develaba la fecha exacta de la fundación de la ciudad: 1321. Todo con tal de complacer y acariciar al poder al hacer coincidir a nivel de perfección el “Ciclo 21″: 1321, 1521, 1821, 2021. Claro, todos los especialistas se le echaron al cuello; para refutarlo.
En fin, considerando experiencias tanto internacionales como locales, acaso sea posible decir que los músicos y artistas callejeros se organizan mejor que lo intentado por la autoridad de la 4T. En general sólo piden tolerancia para su ejercicio (hemos sabido del acoso que han padecido en algunas ciudades de México), pues haciendo un sondeo entre ellos, informan de que existe un Colectivo de Músicos del Centro Histórico (y así también cierta organización para otros géneros artísticos). Que se mueven en redes sociales, transmisiones en línea y se organizan por WhatsApp. Por la mañana se distribuyen horarios y espacios para no entorpecerse y evitar conflictos.
Propuesta para la calle
Además de la tolerancia y los espacios, y considerando que un sueldo estable para ellos no sería tan simple de conceder, se debe aprender de la experiencia de los países bálticos y escandinavos. Por ejemplo, los artistas pueden organizar un programa y presentarlo a la Secretaría de Cultura y esta -bajo criterios que pueden ir desde la asignación directa a la audición- ofrecer un contrato básico tarifado para cinco o diez presentaciones en alcaldías y espacios de la ciudad en general; los artistas podrían presentar dos o tres programas al año y recibir el pago (eso de la gratuidad artística en tiempos de la 4T es inaceptable) que enriquezca las aportaciones que reciben del público en sus actuaciones callejeras. Una variante de esta opción sería la de dar una bolsa autoadministrable por X cantidad de presentaciones; y en el peor de los casos, establecer un sistema en que se facilite los espacios (en este caso, cerrados) para que los artistas vendan entradas entre conocidos, amigos y familiares. Se trata de programas tanto clásicos como populares, serios o ingeniosos; interdisciplinarios. Adicionalmente, lo que sí debiera ser obligatorio, sin ningún problema, es ofrecer servicio médico a los artistas de la calle; como un derecho humano fundamental para cualquier ciudadano.
|Yo mismo he tenido el lance de cantar en la calle. En 2014 me invitó el gobierno de Vilnius (Vilna, Lituania; 1323) a cantar en la celebración de la fundación de la ciudad; en su principal vía, la Avenida Gediminas:|
No sé si exista algo semejante en México a los programas del báltico y escandinavia, lo dudo; al menos, información accesible no hay. Hace tiempo quise acercarme a participar y lo único que sucedió es que un día aparecí como “Agente Cultural” de una cosa que se llama “Telar” –de la secretaría federal de gobierno- que no sirvió para nada. Y en cuanto al gobierno de la ciudad, ha priorizado el programa “Pilares”. Me acerqué a sus módulos de información y sólo promueven talleres; es decir, si quiere participar, el artista debe ofrecer talleres gratuitos a la comunidad.
Bueno, gente, empezando por el presidente de la república, sepan que no sólo los burócratas y los políticos merecen una retribución por sus servicios profesionales; no hay que rendir tributo a la mezquindad. Llegar a tocar un instrumento, ensamblar un grupo, desarrollar la voz coral o solista, bailar clásico o folclor y actuar, requiere de vida, tiempo, esfuerzo y dinero, no se puede demandar que el actor, el bailarín, payaso, mimo, cantante e instrumentista actúen gratis; ¿no están de acuerdo?
Finalmente, mi grupo favorito de música “underground”, callejera de Nueva York, “Lucky Chops” en una de sus memorables actuaciones en el metro. Entusiasman al viajante, alegran su paso por el subterráneo y alcanzan a ritmar el pulso de los millones que han hecho clic al video. Los integrantes del grupo se han vuelto muy famosos y tal vez ricos:
Héctor Palacio en Twitter: @NietzscheAristo