Los procesos de participación que se llevaron a cabo el pasado fin de semana, no hay duda de ello, son la representación más clara de lo que podemos llamar democracia. Eso, como principio rector de una república, se manifestó con la libertad en que la dinámica activa se sintió hace unos días. Todo ello salió a la perfección, pese a que la oposición salió ante los medios de comunicación a aprovecharse para descalificar un mecanismo plural que determinó el poder constituyente, pero que, en concreto, emanan del propio pueblo de México. De hecho, la reforma al poder Judicial, en gran medida, fue diseñada para abrir el compás de uno de los principios básicos como la soberanía. A su vez, es evidente, también se edificó para poner fin al espiral de corrupción y al gasto excesivo de los ministros de la Suprema Corte que, entre muchos aspectos más, se extralimitaban en sus funciones. Eso, quizá, fue solamente la punta del iceberg de ese manojo de opulencia que predominó por décadas. Hoy, para fortuna del territorio nacional, habrá un nuevo modelo de procuración de justicia que necesitamos urgentemente.

El fin de semana, en un hecho sin precedentes en la vida pública del país, la población salió en grandes proporciones a elegir jueces, ministros y magistrados de la Suprema Corte de Justicia. Eso, en definitiva, pone fin y destierra las penumbras con las que el poder judicial supeditaba las decisiones que tomaba. Sucedía en muchos casos, por ejemplo, qué quienes menos dinero tenían no contaban con ninguna garantía de llevar un proceso conforme a derecho. La otra cara de la moneda, está claro, es que siempre hubo voluntad de apoyo para quienes lograban someter con recurso; es decir, un conjunto de intereses que, al final de cuentas, podemos puntualizar como el flagelo de la corrupción. Por eso la oposición, siendo complaciente de este tipo de componendas, constantemente puso resistencia. Pese a que fue mínima, jamás estuvo en riesgo uno de los proyectos que, a nuestro juicio, es uno de los más importantes, sobre todo para fortalecer la democracia.

Y ya con los efectos legales que tendrán los nuevos representantes de la justicia en nuestro país, entonces sí, habrá una auténtica división de poderes pese a la guerra sucia que sigue divulgando la oposición. Ellos, de hecho, intentaron movilizar a la población civil, sin embargo, fue una forma de fracasar y exhibirse ante la población con personajes devaluados como Alazraki, que fue uno de los oradores principales. Y él, que intentó ponerse en el centro de los reflectores, habló de puras incoherencias que no tienen sentido. Se refirió a los millones de mexicanos que no participaron en la elección del pasado dos de junio que, según él, serán cruciales para ganar las elecciones intermedias de 2027. Seguramente nadie le comentó que para convencer al electorado hay que salir a territorio y hablar con la gente. No es un asunto simple, en especial cuando el conservadurismo ha demostrado que no sabe conducirse con respeto. Tampoco, queda claro, podrán persuadir a los votantes en una mesa de “análisis” como Atypical TV, que, en gran medida, es una atmósfera que no es ni recomendable ni ver por la pobre narrativa que, se nota, esgrimen contra el gobierno.

Eso evidencia claramente que hay un grado de desesperación. Es verdad, Morena perdió el municipio de Durango, pero hay que ver en qué condiciones se dio. Fue, en resumidas cuentas, un verdadero cochinero y desaseo el que operó el PRIAN, en complicidad con el gobierno estatal de aquella entidad. Se notó que desplegaron una logística para que muchos no ejercieran su derecho a votar. Esa elección, por el cúmulo de inconsistencias, se tiene que anular. Seguramente la dirigencia nacional de Morena, con evidencias sólidas, ya prepara la impugnación ante los órganos correspondientes. En esa instancia, desde luego, habrá una revisión minuciosa que nos percatamos todos con algunas imágenes que circularon en las redes sociales. Aun así, la coalición Seguimos Haciendo Historia, ganó la mayoría de municipios. Algunos de ellos, inclusive, son considerados bastiones de la derecha. Eso pasó en Durango y Veracruz.

Salvo lo que pasó en el municipio de Durango, podemos hablar de un momento histórico. Hablamos de dos momentos cruciales en la democracia participativa. Fueron, ni más ni menos, dos elecciones que se llevaron a cabo para elegir representantes del pueblo. Uno, por su importancia, radica en quienes se encargarán de impartir justicia de forma clara y transparente. Eso, a nuestro juicio, es un hecho sin precedentes en la vida pública de México. Todo eso, evidentemente, quedó legitimado en las urnas, sobre todo con la participación de una figura emblemática como Andrés Manuel López Obrador, que reapareció en los reflectores y, de paso, rompió toda especulación de exilio que orquestó la oposición.

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Eso, en este caso, le dio un impulso que, de forma inesperada, no se esperaba el conservadurismo. De igual manera, la presidenta constitucional puso el ejemplo de salir a emitir su voto a temprana hora. También es necesario subrayar, en ese vaivén de participación, que los mandatarios demostraron su respaldo al proyecto de transformación. Ellos, además de ser un canal de comunicación por su liderazgo, fueron fundamentales.

Vimos, por ejemplo, el aporte sustancial que hizo Alfredo Ramírez Bedolla en Michoacán, lo mismo que Eduardo Ramírez en Chiapas. Y qué decir de Delfina Gómez, Julio Menchaca, Mara Lezama y Alejandro Armenta. Eso, a su vez, hay que reconocérselo a Alfonso Durazo, David Monreal, y los propios coordinadores de ambas cámaras legislativas como Ricardo Monreal y Adán Augusto López, que fueron pieza claves para que el tema saliera a flote y, con ello, tuviese la declaratoria constitucional, eso sí, pese a la guerra propagandística que manejó el conservadurismo.

Fue, ni más ni menos, un ejercicio histórico que debe quedar grabado en los anales de la historia. Habrá justicia social, democracia y pluralidad, sobre todo para salvaguardar los derechos humanos de las personas, en especial los sectores más vulnerables que, por encontrarse en esa condición, fueron excluidos y marginados por el poder judicial.