“Ya vi que nos escribió el panzón millonario!! Jaja de mega fan a Chairo/idiota! Todos los políticos absolutamente toda valen verga pero tu papá más que todo juntos!!”, fueron las poéticas palabras que Francisco Ayala, bajista y ladrador del decadente grupo Molotov le dedicó a uno de los hijos del expresidente Andrés Manuel López Obrador.

Hablando de panzones millonarios, dudo que Ayala viva en situación de calle, viendo que el “fee” de Molotov por concierto es de, al menos, 500 mil pesos (cobraban más en los tiempos que el rock era música culturalmente “relevante”).

En una de esas es hasta más “millonario” que la persona que ataca con tanto ahínco.

Eso sin mencionar que el chavorruco en cuestión está casado con la “estrella” (es un decir) de reality shows Heydee Hoffman, gran amiga de la prófuga Inés Gómez Mont y del recientemente detenido Victor Álvarez Puga, señalados por delincuencia organizada y operar con las llamadas “factureras”. ¡Todo un hombre del pueblo, el señor rockerito!

Y así, quienes crecimos con el rock en español y en cualquier otro idioma vivimos lo suficiente para ver la destrucción de este género a manos de reaccionarios de poca monta como este señor, el tal Alex Lora, el “tacubo” Rubén Albarrán, o derechistas internacionales como el mileista Andrés Calamaro o los defensores del genocidio en Gaza de la infumable banda británica Radiohead.

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Y no es que (con sus honrosas excepciones) las cosas estén mucho mejor en otros ámbitos musicales, nuevos y viejos, pero la decadencia de estos “contestatarios” avejentados prematuramente, cuya única gracia fue cantar “puto” y “chinga tu madre” en tiempos de la censura más férrea en Televisa (para terminar presentándose en el canal propiedad de la misma televisora, Telehit un par de años después) es más que notoria. Es grotesca.

Molotov es música de panistas. Panazis, más bien.