El reciente anuncio del presidente Donald Trump sobre una intervención terrestre en México para enfrentar a los carteles de la droga revela, de manera cruda y directa, la fragilidad de nuestra soberanía. Trump afirmó: “México está controlado por el narcotráfico, y los funcionarios tienen miedo de actuar”. Estas palabras, lejos de ser meras acusaciones, proyectan la amenaza sobre la estabilidad regional y sobre la seguridad de cada ciudadano.
La presidenta Claudia Sheinbaum respondió calificando los ataques a embarcaciones de origen colombiano en aguas internacionales como “ilegales”, defendiendo quizá con ello una soberanía que, en los hechos, se muestra permeable a la influencia del crimen organizado. La negativa a colaborar en operaciones conjuntas, sumada a la percepción de tolerancia hacia estructuras ilícitas, ha generado alarma en Washington. Esta alarma se verbalizó cuando Trump insistió: “El territorio mexicano se ha convertido en un santuario para el crimen organizado que afecta también a Estados Unidos”.
Los efectos de estos hechos de uno y de otro lado de la frontera trascienden la política; son económicos, sociales y de seguridad. La posibilidad de enfrentamientos en territorio mexicano amenaza la inversión extranjera, compromete la estabilidad interna y pone en riesgo la vida de los ciudadanos. La imagen internacional de México se ve aún más erosionada por la cercanía de su gobierno con dictaduras, hoy condenadas por los Estados Unidos, como la de Nicolás Maduro. La 4T, en su aparente indiferencia hacia estas dinámicas, se posiciona en un terreno frágil, vulnerable y aislado en la arena global.
El riesgo de ataques y conflictos no es abstracto; es tangible, inmediato y potencialmente devastador. No se trata de hacer lo que otro país pretenda exigir al nuestro, se trata de evaluar si se está haciendo lo que la población mexicana espera de sus gobernantes. Cada operación del narcotráfico que no se enfrenta de manera decidida tiene un costo directo en la seguridad, la economía y la credibilidad internacional del país. La percepción de un México alineado con regímenes cuestionados y tolerante frente al crimen organizado amplifica el aislamiento y aumenta las tensiones bilaterales, dejando al Estado en una posición de exposición crítica.
El futuro próximo de México no admite dilaciones ni ambigüedades. La soberanía, la seguridad y la estabilidad económica requieren una lectura clara de la realidad: un país que permite que el narcotráfico y aliados autoritarios condicionen su política interna y externa camina hacia un riesgo cada vez más tangible. La 4T ha mostrado, hasta ahora, que privilegia la retórica sobre la acción, el alineamiento internacional cuestionable sobre la protección de su ciudadanía. La historia juzgará con severidad la capacidad de este gobierno para enfrentar las sombras que se ciernen sobre México.
