Cuando irrumpió el movimiento encabezado por AMLO, recuerdo que fue una ola inédita en eso de mover conciencias. Incluso, considero yo que la gesta del expresidente fue superior al movimiento encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas en el año de 1988, cuando en aquel entonces se dio una de las grandes sacudidas al viejo régimen. Régimen aquel, por años, sumido en la corrupción, afín a entregar la soberanía al extranjero y experto en el saqueo de los recursos de la nación.

Andrés Manuel, después de jornadas desgastantes, finalmente supo capitalizar el hartazgo de la población. No olvidemos también que décadas completas habían sido marcadas por gobiernos similares a pequeños reyezuelos salidos todos ellos de grupos priistas y panistas. Varios factores se conjugaron a favor cuando se planteó el nacimiento de Morena, primero como movimiento y después como partido político. Por un lado, el carisma del expresidente

fue arrollador en todas las plazas públicas, pero también prendió su discurso reivindicatorio a favor de las grandes mayorías. Su estilo de vida austero de Andrés Manuel y su señalamiento machacón en contra de la evidente corrupción de los neoliberales, fueron tiros devastadores que cimbraron y acorralaron a la derecha.

En las plazas, pequeñas y grandes, AMLO etiquetaba de mafiosos a los grupos de poder que medraban con la república y el pueblo se prendía. Y es que, para las grandes mayorías, el futuro presidente no se equivocaba. Propuestas tan elementales como aquella de quitar la pensión y la protección de los militares a los expresidentes, arrancaban ríos de aplausos de los marginados.

Cientos de grupos, incluidos los de la izquierda histórica, aquellos que habían sido perseguidos como a perros rabiosos por parte de los grupos de poder, tuvieron cabida en las movilizaciones del tabasqueño. Los de la izquierda, no solo dieron y entregaron todas sus esperanzas y su dignidad con tal de cristalizar ese anhelo de justicia, sino que también tuvieron cabida en las actividades proselitistas de esos inicios del movimiento.

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Primero cientos y luego miles de activistas, con sus propios recursos, llenos de convicción redentora recorrieron barrios, colonias, mercados y familias para invitar a los ciudadanos a sumarse a un movimiento que prometía arrebatarle el poder a la derecha. Es verdad que AMLO nunca juró ser de izquierda, pero las propuestas que enarbolaba se asemejaban a las propuestas históricas de la izquierda mexicana: justicia social, acabar con fueros, frenar la represión, formar un gobierno nacionalista y acabar con la corrupción. Eso y más, simplemente cautivó al pueblo inconforme, aunque el político nunca dijera ser de izquierda. Quienes lo bautizaron como hombre de izquierda, populista trasnochado, mesías tropical, y más, fueron los detractores de la derecha.

Después de analizar las propuestas, muchos grupos marginados, incluidos los de la izquierda, estaban seguros de que era genuino y confiable el movimiento de AMLO.

Consideraban que el político tenía firme sus principios de justicia social. Para ellos, la ruta para democratizar y empoderar a la sociedad estaba trazada y no cabía mayor discusión. En el 2018, horas después del proceso electoral, muchos hombres de campo, obreros, estudiantes, docentes, amas de casa y demás figuras auténticas del pueblo, estaban eufóricos pues consideraban que por fin habían alcanzado el poder de la mano de AMLO. El presidente electo era de los suyos y, por consecuencia, consideraban también que el poder era suyo. Era evidente que el pueblo pensaba que se debería de usar ese poder para vengar las afrentas cometidas en su contra durante tantos años.

Muchos grupos, antes marginados, posterior al 2018, se aprestaban a saborear lo dulce de la venganza. Con infinito placer, en ese año, el pueblo pobre observaba sonriente la cara estrujada de los depredadores de antes, vendepatrias, lideres sindicales charros, caciques y opresores, cuando estos se quedaban pasmados pues empezaban a comprobar que su barco electoral había hecho agua.

Poco a poco vino la resaca del pueblo. Vino después de cuando muchos de estos luchadores sociales aceptaron que fuese el movimiento quien designara a los representantes. Es decir, aceptaron que aquellos que se iban a convertir en autoridad a partir del voto del pueblo, fuesen designados por Morena. A ojos cerrados, confiaron en la lucidez y en la cordura del presidente, así como en la lealtad de los dirigentes del nuevo partido. Se aguantaron cuando comprobaron que muchos de esos designados eran aquellos que, apenas meses antes, eran furibundos detractores del movimiento.

A pesar de que miles de esos luchadores quedaron fuera de la repartición de los puestos, lo aceptaron estoicamente pues siempre dijeron que por encima de sus aspiraciones personales estaba el defender a un movimiento que, para ellos, valía la pena. No obstante, la derecha, los traficantes de posiciones, lideres charros como los del SNTE, los caciques y demás fauna acostumbrada a las mieles del poder, no se durmieron ni tampoco mostraron interés por cuidar el movimiento.

Tampoco se durmieron ni mostraron lealtad al pueblo muchos de aquellos que se llamaban fundadores del movimiento y que, decían, por ser iniciadores les daba el derecho a proponer a sus familiares, así en plural, o a sus parejas sentimentales, para ocupar las jugosas posiciones del poder recién conquistado. Familias completas de algunos fundadores, sin una brizna de ética, accedieron al poder. Era la metamorfosis de los sapos de Taibo.

El partido se convirtió en una gerencia de colocaciones que empezó a administrar los chantajes, las amenazas o las pretensiones de esos grupos comandados por aquellos que se decían dirigentes. El auténtico pueblo, aquel que no sabía robar ni mentir, permaneció expectante mientras los desleales se empezaron a repartir el poder recién conquistado.

Lo que hicieron en los años posteriores al triunfo del movimiento llamado de la 4T, es dingo de un estudio más profundo. Muchos, de adentro y enjambres de afuera, cabildearon, amenazaron, chantajearon, simularon lealtades y juraron en falso. Todos ellos empezaron a anteponer sus intereses a los grandes intereses de las mayorías y de la nación misma.

Se podrá alegar que, gracias a la derecha reciclada, a la aceptación de mercenarios y al cumplimiento mezquino de los intereses de los aliados, fue posible poner la cimbra que iba a sostener a un nuevo piso de la llamada transformación. Puede ser verdad. Solo que los falsos profetas, con su hambre, iniciaron la descomposición de un movimiento puro y noble. No obstante, también, el pueblo creyó que los conversos se iban a formar y a hacer méritos para demostrar que su cambio era real. También pensó el pueblo, porque el pueblo piensa, que los fundadores iban a contener sus ambiciones llenas de mezquindad. En esas dos pretensiones el pueblo se equivocó pues no se contuvieron ni unos ni otros. En ese momento, la colonia de sapos crecía y crecía.

Los dirigentes del partido también empezaron a manejar un discurso poco creíble ante las inconformidades del pueblo. Las alianzas eran necesarias, repetían mientras abrazaban a los enemigos de antes. Es decir, empezaron a abrazar a los sapos y, los batracios se sintieron superiores al pueblo mismo.

No conozco el numero exacto de presidentes municipales de Morena en toda la república. Tampoco conozco cuantos de ellos arribaron al poder después de haber tenido un origen humilde, honesto y de verdadero servicio al pueblo. Muy pocos son estos últimos, supongo. Lo que observo en rededor, como ejemplo, es que casi todos los presidentes municipales salidos de Morena siguen con las mismas prácticas de los rojos y de los azules de antes: roban, mienten y traicionan al pueblo con toda impunidad.

O tampoco conozco cuántos gobernadores de Morena se asemejan, aunque sea un poquito, al actuar de AMLO. Supongo que solo algunos o casi ninguno.

Quien va negar en este momento que los intereses de los grupos, los que están dentro de la alianza que sostiene a la 4T, ( partidos que fueron engrosados por los falsos profetas) están sobreponiendo vergonzosamente sus intereses a los intereses del pueblo que alguna vez confió a ciegas en este movimiento. Verbigracia el tema de evitar el nepotismo, la desaparición de los plurinominales o la no reelección. Esos también y otros son los sapos que señala el escritor.

Dice Paco Ignacio Taibo que los sapos son unos cuantos, no obstante, lo que el pueblo observa con cierta decepción es que los sapos tienen el control político y económico para sí mismos a pesar de que todos ellos fueron abanderados por Morena o sus aliados. Entonces, pudiera suceder que, aunque sean pocos, están teniendo un alto control del poder que el pueblo bueno conquistó.

Debo de advertir que esos intereses que defienden, con garras y uñas, los llamados sapos, están acorralando a la presidenta y, a la vez, con sus actos, están abiertamente desprestigiando a la 4T frente a la sociedad. Digámoslo claro: están ejerciendo el poder para ellos mismos más no para el pueblo. Todos ellos fueron bienvenidos, les dieron posiciones que no merecían y nadie los obligó a formarse.

Se le atribuye a Platón la idea aquella de que: un político cuando acepta un puesto sabiendo que no va a cumplir su palabra, ahí ya empieza la corrupción. Seguramente, también, esa es la descripción de los sapos que describe Taibo.

Llegado este punto, podríamos parafrasear un poquito a Eduardo Galeano. Solo un poquito nada más.

Cuando vinieron, traían hambre en su rostro y nosotros ya teníamos el poder. Nos dijeron cierren sus ojos y pongan en nuestras manos sus esperanzas y su hambre de justicia. Y eso hicimos aconsejados por los dirigentes del partido. Cuando los abrimos, ellos ya tenían el poder en sus manos; además, comprobamos que su hambre no se les acababa pues siempre fue diferente a la nuestra; y nosotros, ya solo teníamos en nuestras manos lo mismo de siempre: hambre de justicia ante la corrupción y nuevamente contemplábamos impotentes el saqueo de los recursos de la nación. ¡Los sapos no son pocos ni se forman, en cambio roban, mienten y traicionan al pueblo!

Mtro. Juan Durán Martínez. Puebla.

Correo: escribidoretica@gmail.com