“He aprendido que el amor es como un ladrillo, se puede construir una casa o hundir un cadáver.”

LADY GAGA

“No son las malas hierbas las que ahogan la buena semilla, sino la negligencia del campesino.”

CONFUCIO

Hay necedad, pero también soberbia y criminalidad, en hacer las cosas sin conocimiento; construir “al ahí se va”, entre cuates, usualmente conlleva un alto costo. Ya sea para diseñar un submarino o una barcaza que transporte a 100 personas. O una refinería como Dos Bocas, un Tren Maya en la selva baja en plena península de Yucatán o un aeropuerto tipo el Felipe Ángeles. No se diga pretender descubrir el hilo negro para ahorrar en la compra de medicinas… Sí, hay ocurrencias que se tornan literalmente —y de inmediato— en actos criminales.

La noticia de la implosión del Titán, pequeña lata de sardinas que ofrecía ver el Titanic de cerca (a través de pantallas, en realidad), llama la atención por lo evidente que es que algunas personas quieran hacer negocio a partir de la vida de otras (y que estas otras muchas veces se presten gustosas). Lo mismo con “el barco” que se hundió hace una semana y cuyo cargamento eran más de cien libios que buscaban alcanzar una mejor vida en Italia. Los coyotes interesados en cobrarles, poco o nada estuvieron preocupados por las pésimas condiciones del navío. Me recuerda a México, en particular —más no exclusivamente— a manos de ‘la Cuarta Transformación’…

Igual que se lanzaba el sumergible, a pesar de no contar con las certificaciones necesarias, en nuestro país tampoco se tenían estas cuando se promocionó la vacuna Patria o se usó la Abdala en miles de mexicanos.

En el Titán, la persona que señaló las posibles fallas y prendió las luces de alarma fue despedida y llamada “catastrofista”. En el submarino de la 4t se corrió a más de uno de los que sí sabían y se pidió llenar las plazas con gente con un “90% de honestidad y 10% de capacidad” (quienes, a fin de cuentas, tampoco resultaron honestos); la soberbia y la necedad de no entender que se puede ser honesto y capaz al 100% al mismo tiempo.

Así, tenemos una refinería que no ha refinado un solo litro de gasolina, pero ya se ha inundado y quemado; un arqueólogo que quebró el INSABI; un asesino que, encima, desmanteló el sistema de distribución de medicamentos; unos controladores aéreos que nada saben de control aéreo.

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Poner gente incompetente en cargos para los cuales no están capacitados solo genera riesgos —en el mejor de los casos—; en el peor, ocasiona tragedias como en el Titán. O costos altísimos como fue la decisión de la destrucción del NAICM aun cuando los expertos le dijeron a López Obrador que no lo cancelara y que era mejor opción que el AIFA (dicho por él mismo en alguna mañanera). La última: “no importarle” asociarse con un personaje como Napoleón Gómez Urrutia y encima presumirlo.

En el caso de Titán se ufanaron de tener un control de videojuegos “que hasta un chico de 16 años puede usar” para operar el submarino. En el gobierno actual, con tal de forzar la permanencia de la Cuarta Transformación, se coloca a un “relevo generacional” sin experiencia en puestos de suma importancia. Y, antes de que se me critique, aclaro que únicamente cuestiono su falta de experiencia y de conocimientos. La ausencia de estos, en la conducción de temas relevantes, es una receta para el desastre.

El argumento con respecto a las pruebas del submarino es el mismo en torno a una juventud mal entendida. Una juventud sin la preparación necesaria —y adecuada—; eso sí, con lealtad ciega a una causa.

Quien habló de que no habría amiguismos, prefirió a los amigos. Quienes criticaron en otros tiempos a quien se declaró “aprendiz”, no toleran se cuestione ahora la falta de experiencia de los que llegan. Por cierto, poner a gente incompetente en cargos para los cuales no tienen la capacitación necesaria se llama corrupción

En el Titán despidieron a un empleado por hablar públicamente de riesgo y negligencia; en México se calumnia contra la prensa que señala las pifias y errores en la administración pública. Se castiga a funcionarios públicos que prenden las señales de alarma, como ocurrió con el arqueólogo del INAH, el cual señaló los problemas en torno al Tren Maya. O se calla a alumnos y maestros del CIDE. O se reserva por cinco años la información sobre las asambleas en las que se elaboraron los libros de texto gratuitos.

En el colmo de la desgracia, uno de los socios del submarino prácticamente culpó de la tragedia al gobierno de los Estados Unidos, cuando la desidia y el valemadrismo (vale vidas) en torno al hecho fue producto de la empresa dueña del sumergible. Igual, en el colmo de la desgracia por el Covid en nuestro país, López-Gatell culpó a medio mundo, menos a su incompetencia. Ni qué decir de López Obrador; ante cada problema, culpa al pasado.

En el sumergible fueron cinco las víctimas, en nuestro país se cuentan por millones.

El factor común del Titanic, del Titán, de la barcaza con los migrantes libios y la conducción de México es la negligencia. Un gobierno que no tiene ni principios ni escrúpulos (dejen ustedes se conduzcan dentro de la legalidad); un submarino llamado 4t.