Las cortes supremas en el mundo viven un proceso de politización. Basta con mirar cómo los máximos órganos jurisdiccionales suelen repetidamente en sus resoluciones apoyar a los grupos políticos y los poderes que hicieron posible su ascenso. México no es la excepción.

Como lee el encabezado, Margarita Ríos Farjat y Juan Luis González Alcántara Carrancá merecen un reconocimiento por parte de los mexicanos. Comparten dos rasgos: llegaron a la Suprema Corte por AMLO, y a su vez, rechazaron convertirse en sus alfiles.

Como he señalado, ambos juristas fueron nominados por AMLO, y confirmados por las dos terceras partes del Senado durante la administración del tabasqueño. Sin embargo, a diferencia de las ministras Lenia Batres, Yasmin Esquivel y Loretta Ortiz, Ríos Farjat y González Alcántara se resistieron tenazmente a caer frente a los hilos políticos dirigidos desde Palacio Nacional. Han sido responsables, al lado de Norma Piña –dirían algunos- de la derrota política del poder judicial frente a la voluntad del “pueblo” encarnada en AMLO, y ahora, en Claudia Sheinbaum.

Los dos abogados, buenos conocedores de la ley, y sobre todo, conscientes del enorme prestigio que conlleva ser ministro de la Suprema Corte, optaron por ser fieles a la letra constitucional y votar a favor de la inconstitucionalidad de los proyectos de ley y decretos obradoristas que ostensiblemente contravenían el ordenamiento jurídico mexicano.

Me refiero en particular a dos: el intento de AMLO, mediante decreto, de militarizar a la Guardia Nacional mediante su traspaso a SEDENA y el llamado Plan B que buscaba reducir al INE. En este contexto, se ha sostenido que ambas declaratorias hirieron profundamente el orgullo del ex presidente, y le motivaron para lanzar, aquel 5 de febrero, su testamento político que incluía la elección de jueces y magistrados por sufragio universal.

Las columnas más leídas de hoy

Es bien conocido también el intento de salida jurídica esbozado por González Alcántara dirigido a invalidar solo parcialmente la reforma judicial. Se recordará que en ese momento el voto del ministro Pérez Dayán sepultó definitivamente la esperanza de detener la destrucción del poder judicial.

Rios Farjat y González Alcántara, que decidieron -al lado de algunos de sus colegas en la Corte- abstenerse de participar en los “comicios judiciales” demostraron actuar a la altura de la responsabilidad con la que fueron privilegiados, a la vez que dieron la espalda al deseo autoritario de AMLO y sus comparsas de someter el poder judicial a los dominios de su voluntad personalísima. La historia les recordará.