Desde que regresó a la presidencia Donald Trump ha tenido a México en presión constante. Las demandas en torno a migración, seguridad, combate al narcotráfico, comercio y compromisos internacionales se dan con un enfoque de “mano dura” que configura un entorno geopolítico complejo para el gobierno mexicano.
En este contexto tuvo lugar la primera reunión entre Sheinbaum y Trump —realizada en Washington durante el sorteo del Mundial 2026— la cual generó expectativas sobre la capacidad de México para resistir imposiciones sin ceder soberanía.
Un encuentro cordial
Aunque reconoció que “no se avanzó mucho”, destacó que acordaron mantener el diálogo abierto. Sheinbaum describió el encuentro trilateral con Trump y el primer ministro de Canadá, Mark Carney, como cordial. “Hubo mucho respeto hacia México”, aun cuando existan desacuerdos inevitables, dijo.
Evitando comentarios específicos sobre México o su presidenta, Trump informó que la conversación trilateral se centró en temas de comercio. Sin embargo, para Canadá hubo declaraciones particulares, describiendo al país como un socio que “comercia duro”, y cuya relación bilateral ha mejorado gracias a gestiones internas. Dijo que Canadá produce bienes que a su juicio compiten innecesariamente con los estadounidenses: “Lo resolveremos”, afirmó.
La diferencia es evidente
Desde que Carney asumió el cargo el 14 de marzo de 2025, ha sostenido dos reuniones formales en la Casa Blanca. En la primera, el primer ministro se mostró firme al rechazar la idea trumpista de considerar partes de Canadá como territorios disponibles para compra o explotación estratégica, declarando incluso: “Canadá no está en venta”. En su segundo encuentro, abordaron tensiones arancelarias y negociaciones comerciales, dejando claro que Ottawa mantiene una relación directa, clara y de alto nivel con Washington.
A pesar de tener con México una relación bilateral más profunda y de mayor volumen económico, no se ha dado una reunión bilateral formal. En la relación han predominado visitas de funcionarios de alto nivel, como el secretario de Estado, el secretario del Tesoro o el vicecanciller estadounidense Christopher Landau, que han actuado más como emisarios que como interlocutores diplomáticos.
La ausencia de una reunión bilateral de Estado, mientras persisten exigencias y presiones, evidencia una asimetría preocupante.
Nueva estrategia
Un día después del encuentro trilateral, la Casa Blanca publicó la nueva Estrategia de Seguridad Nacional para América Latina, un documento que redefine la visión de Trump sobre la región y que se centra en excluir la influencia china y rusa en el hemisferio occidental, fortaleciendo a gobiernos alineados con la agenda geopolítica estadounidense. Los diez principales ejes incluyen un renovado “America First”, el fin de la era de migración masiva, reindustrialización y control de cadenas productivas, ruptura económica con China, supremacía tecnológica, dominio energético, reaparición de la doctrina Monroe, mayor presión sobre México en materia de seguridad y nearshoring, el impulso a la autosuficiencia europea y un reposicionamiento estratégico en Medio Oriente.
Para México el contexto se vuelve más tenso al considerar que países como Venezuela, Cuba y Nicaragua, aliados de China, Rusia, Corea del Norte e Irán, mantienen cercanía política con sectores del partido Morena, el PT y grupos asociados al gobierno de Sheinbaum. Por ello, la estrategia de Washington coloca al país bajo escrutinio especial.
Otro factor de presión: Trump dio a México plazo hasta el 31 de diciembre para entregar más de 246 millones de metros cúbicos de agua a Estados Unidos, bajo la amenaza explícita de imponer sanciones y posibles operaciones militares similares a las aplicadas contra embarcaciones venezolanas vinculadas al narcotráfico.
No fue todo, exige sacar a los espías rusos que trabajan en el país y para ello, entregó una lista de personas identificadas como espías que México tendrá que expulsar.
Esta declaración hecha inmediatamente después del encuentro con Sheinbaum, deja el encuentro en Washington como un gesto diplomático y muy lejos de un reinicio de la relación bilateral.
La estrategia de Trump continúa centrada en presionar a México en múltiples frentes —seguridad, migración, comercio, energía, recursos naturales— y cada exigencia acompañada con advertencias o medidas coercitivas.
China
Declaraciones recientes de Alberto Anaya, presidente del PT y aliado político de Morena, no dejan de generar preocupación. El dirigente, que mantiene cercanía con el régimen norcoreano de Kim Jong-un, afirmó que, en el marco de la rivalidad comercial con Estados Unidos y Europa, China debe ser vista como un “socio, no un enemigo”.
Posturas como esta, colocan al gobierno mexicano en una posición delicada en el marco de la estrategia estadounidense para blindar el hemisferio contra influencias de potencias rivales.
Lo oportuno sería que la presidenta Sheinbaum aclarara y se deslindara con firmeza de alianzas o discursos que pongan en entredicho la integridad diplomática del país.
En un entorno global marcado por la competencia entre potencias, el país necesita claridad estratégica, unidad interna y una diplomacia activa que defienda sus intereses sin caer en provocaciones o alineamientos que comprometan su seguridad.
México enfrenta un dilema mayor: mantener una postura de apoyo a China y Rusia, sacrificando a la población o recuperar su independencia para tener fuerza de negociación frente a Estados Unidos en pro de intereses comunes y frenando aspectos injerencistas que se intensifican ante la ineficiencia gubernamental.
X: @diaz_manuel


