La presidenta municipal de Gómez Palacio, Juana Leticia Herrera, pasó de ser una figura histórica del priismo en Durango a convertirse en uno de los factores clave que permitieron el avance de Morena en el municipio más importante de La Laguna. Con una trayectoria marcada por el poder económico y político heredado de su padre, Carlos Herrera Araluce, la ahora traidora del norte, terminó pactando con sus adversarios naturales, traicionando así no solo los principios del partido que la formó, sino también al gobernador Esteban Villegas Villarreal, quien le había tendido la mano política en más de una ocasión.
Lejos de mantenerse como aliada del proyecto encabezado por Villegas —quien logró recuperar Durango para la alianza PRI–PAN–PRD en 2022—, Leticia Herrera optó por distanciarse del bloque que la cobijaba en medio de una creciente presión judicial. Actualmente enfrenta una serie de investigaciones en la carpeta FED/SEIDF/UEIDFF-DGO/0000943/2020 por presunto desvío de recursos, lavado de dinero y delincuencia organizada, derivadas de denuncias presentadas por la Unidad de Inteligencia Financiera en tiempos de Santiago Nieto, hoy en la FGR bajo el mando de Alejandro Gertz Manero. Su nombre aparece en un expediente federal, mientras que su ex tesorero, Óscar García Villarreal, y al menos cuatro exfuncionarios más de su administración, están directamente señalados.
A esto se suma una auditoría de la ASF que detectó un presunto desfalco de 77 millones de pesos durante su gestión municipal entre 2016 y 2019. La Auditoría encontró transferencias sin justificación, contratos simulados y pagos millonarios que nunca llegaron a obras públicas o beneficiarios sociales.
Ante este escenario judicial y político adverso, Leticia Herrera optó por un acuerdo pragmático con Morena, pero al parecer no es algo nuevo, ya que en la elección de 2019 donde en un secreto a voces se protegió entregando sus votos a Marina Vitela. Fuentes cercanas al gabinete estatal aseguran que la alcaldesa negoció la plaza de Gómez Palacio a cambio de impunidad, debilitando con ello al gobernador Esteban Villegas, quien había depositado parte de su capital político en mantener la unidad del bloque opositor.
La jugada resultó letal para el PRI y para la coalición en La Laguna: Morena se apoderó de la narrativa local y utilizó la ruptura con Villegas como una muestra de que ni siquiera el propio PRI confiaba en sus cuadros históricos. El resultado fue evidente: Morena ganó Gómez Palacio, sumando una posición estratégica en un estado que había intentado resistir la ola obradorista.
La historia de Leticia Herrera es, al final, la de una dirigente acorralada por sus propios excesos, que eligió aliarse con aquellos a quienes alguna vez llamó “populistas sin rumbo”, entregando la plaza no por convicción política, sino por interés personal y supervivencia judicial.
En la guerra política por el control del norte del país, este episodio deja claro que la lealtad al gobernador Esteban Villegas fue quebrada desde dentro. Y con ella, también se quebró la hegemonía del PRI en una de las regiones más emblemáticas de Durango.
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