En nuestra entrega anterior establecimos los criterios de algunos especialistas incluso en psicoanálisis, del por qué consideran que es la traición y no la lealtad el principio más importante que debe tomarse en cuenta en la lucha política, en la cual se desarrolla una dialéctica permanente en el subconsciente de los actores entre ambos principios, lealtad y traición. Aun el peor de los traidores puede considerar que al consumar una traición política-ideológica que descompone todo el entorno personal y colectivo y hace imperativo los reacomodos diversos, puede estar pensando convencido de que lo que hizo fue benéfico, adecuado y aceptable. Una traición política siempre refunda el ambiente en el que se desenvuelven los principales actores en un escenario de conflicto predeterminado.

El expresidente Zedillo ha consumado distintas traiciones políticas en el entorno en que se movió como funcionario del primer círculo del poder presidencial, en un ambiente en que otros actores del primer nivel también lo han traicionado a él, es decir, se ha movido entre traidores y él ha sido uno de ellos, como parte de un proceso de ruptura al interior del bloque hegemónico que llegó al poder con Miguel de la Madrid y Carlos Salinas, mediante un golpe de Estado técnico consumado por ambos en 1988, luego mediante la salida que el interior del bloque de poder fracturado se le dio en torno a las agudas desavenencias respecto de la candidatura y la campaña de Luis Donaldo Colosio, y de las vías de contención de la insurrección indígena zapatista en cuatro municipios del sureste mexicano.

Salinas no quiso ajustar la economía para entregar una macroeconomía con mejores equilibrios y entregó una coyuntura explosiva de crisis financiera aguda, que implicaba cargar con el costo político del ajuste siempre impopular, y Zedillo seguramente conoció los entretelones de la planeación para la eliminación de Colosio -era su coordinador de campaña, y llegó a recomendarle mayor mesura frente a sus discrepancias con Salinas-, guardando silencio y resultando beneficiario directo de su asesinato, al recaer en él la fallida candidatura sustentaba por Colosio.

Luego vino el asesinato de Francisco Ruiz Massieu y el encarcelamiento de Raúl Salinas de Gortari, en ambos casos distintos actores del fracturado bloque de poder neoliberal -Mario Ruiz Massieu, el propio Raúl Salinas de Gortari, Carlos Salinas, entre otros- lo señalaron a él como responsable o coadyuvante directo en todo ello.

Los eventos de traición política se volvieron a hacer presentes en el episodio de encarcelamiento del general Gutiérrez Rebollo, más de dos decenas de militares de menor rango y una decena de marinos, inculpados por él con su entonces secretario de la defensa de estar en tratos de negocios criminales con los cárteles mafiosos, en particular el general Gutiérrez Rebollo, de estar en la nómina de Amado Carrillo Fuentes “el señor de los cielos”, una acusación sobre la cual cada vez surgen más evidencias de su fabricación en represalia por haber informado a su superior jerárquico, por parte de Gutiérrez Rebollo, sobre el resultado de sus investigaciones en base a inteligencia militar, en el sentido de los vínculos de la familia Zedillo (esposa, padre hermano y primo) con el Cártel de los hermanos Amezcua Contreras llamado entonces el Cártel de las Anfetaminas, todos oriundos del Estado de Colima, de acuerdo a lo ventilado en la prensa de entonces y recientemente.

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Allí se consumó una abierta traición a distintos integrantes del ejército mexicano que desde entonces llevaban a cuestas el pesado fardo de la lucha contra la criminalidad transnacional. No intentó investigar ni siquiera confidencialmente, reprimió con saña y encarceló a diferentes personajes, especialmente al general Gutiérrez Rebollo, a quien se hundió en el deshonor, después de ser él quien había capturado a Amado Carrillo Fuentes y a Héctor ‘el güero’ Palma.

Durante la quiebra bancaria de 1995, es responsabilidad conjunta de Zedillo-Salinas, uno por la explosiva situación económica heredada ante su deseo de ser el primer presidente de la OMC, y del segundo por el pésimo manejo que le dio a dicha conflictiva financiera al anunciar a la élite económica la devaluación de la moneda que estaba por concretar su gobierno, quienes vaciaron las reservas internacionales de BANXICO y generaron fabulosas ganancias abandonando al peso a su infame suerte.

Los rescates bancarios internacionalmente, se procesaron mediante modalidades con programas de salvamento acordes a la situación concreta de los sistemas bancarios, en todos los casos, directamente influidos por la alocada liberalización de los mercados, incluyendo el crédito al consumo casi sin garantías, y la desregulación de los flujos regionales de dinero. Zedillo y el PAN optaron por rescatar a los bancos quebrados comprando una cartera vencida chatarrizada puesto que todos los deudores estaban en moratoria desde hacía cuando menos 6 meses, por lo que su valor era cercano a cero, y al comprarla al valor nominal de las deudas allí especificado, cometían una inmensa estupidez financiera, al reponer vía deuda de largo plazo para el gobierno, el valor de la cartera devaluada.

Se escogió rescatar la elite de los fallidos banqueros privados que había manejado con los pies el riesgo crediticio, antes que a quienes habían hipotecado, casas, inmuebles, negocios, equipos industriales y agrícolas, etc. Aquí y así, se consumó la más grande traición a los intereses populares de las mayorías sociales, puesto que pudieron comprar la deuda a un tercio de su valor, por ejemplo, rescatar el patrimonio comprometido de las familias y empresarios, tomar el control financiero de los bancos quebrados, sanearlos cobrando una parte de la deuda en el mediano plazo, y luego volverlos a vender en otras condiciones. Lo hicieron en Asia.

La vía escogida fue la peor habida e imaginada, la más onerosa para las finanzas públicas y para los deudores de la banca, con un endeudamiento demencial que pagará 20 veces lo que había perdido el banquero irresponsable, y que fue restituido en el largo plazo por un gobierno con un presidente traidor y pusilánime, ensimismado en sus estúpidas doctrinas económicas y financieras.

Pero la personalidad artera y traidora de Ernesto Zedillo, un tipo oscuro que nunca manejo el conflicto social en ninguna época o situación alguna, que siempre fue un tecnócrata burocratizado, frío y sumiso, especialmente, se ha dicho con Jean Marie Córdoba Montoya, el segundo poder en México después de Salinas en el área civil.

Pero su segunda más grande traición fue a todo el partido que lo llevó al poder, a toda la base de los militantes y actores partidistas: como fue la entrega del poder a la oposición de derecha en México, un partido de ideología conservadora pero que cada vez se parecía más a la del PRI del liberalismo social y la doctrina económica neoliberal con abstinencia del Estado obeso y subordinación estratégica a EUA.

Distintos políticos y gobernantes y grandes empresarios de éste último país, habían manifestado su idea de que en México debía haber un subsistema de partidos bipartidista como en EUA, junto con el permanente interés en el petróleo mexicano. En una sesión del senado de la república el entonces senador por el PRD Manuel Camacho Solís sostuvo que, en la coyuntura de sucesión presidencial del año 2000, se le acercaron personajes de la embajada de tal país, para ofrecerle su apoyo hacia la presidencia de la república a cambio de que incluyera en su programa de gobierno la venta total o parcial de PEMEX, lo cual no aceptó, y también lo ofrecieron a Vicente Fox, y éste último sí aceptó. Palabras de Manuel Camacho.

Esto de alguna manera cuadra en sentido general con la versión de Francisco Labastida Ochoa, expuesta en su libro “La Duda Sistemática”. Autobiografía política, 2024, en donde acusa a Zedillo de que al negociar él directamente el respaldo financiero otorgado a México (una especie de aval garantizado) por EUA para acceder a un crédito integrado de cuatro distintas instituciones financieras internacionales que sumó $40,000 millones de dólares, dejando como garantía de parte de México, las facturas del petróleo en dólares, negoció también la entrega del poder al PAN a petición de EUA, en las elecciones del año 2000:

“¿Fue casual que Zedillo me entregara el partido quebrado financieramente? También dudo de que fuera fortuita la falta de solidaridad al negarse a que se difundieran desde mi campaña los logros económicos de su gobierno y sus instrucciones a los gobernadores para que torpedearan mis giras. ¿Qué lo motivó? La razón principal podría ser ésta: cuando el gobierno de Estados Unidos le hizo el préstamo a México (…) para afrontar la crisis desatada por el “error de diciembre” (…) se le demandó el compromiso de propiciar la transición democrática y que para ello, el PRI dejara de gobernar (…) y él entregara la presidencia a la oposición” (p. 217)

Lo dicho, Ernesto Zedillo un gran traidor entre grandes traidores.