Que tiranía tan extraña es la que agobia a México, una en donde una de las tres cadenas de televisión privadas no hace sino ofender a la presidenta de la república, con cero muestras del más mínimo decoro por parte de alguno de sus trabajadores; cero han sentado un precedente que supondría ser ejemplar, renunciando a la empresa y haciendo públicas todas las felonías de las cuales son testigos. No, solo unos pocos exempleados del conglomerado de un patán, más con perfil de carretonero alcohólico y pendenciero que de magnate, envilecen el debate nacional vía sus cotidianas bajezas y ofensas en su repulsivo lenguaje, es que se atreven pues a hablar. Hace días me topé con una entrevista de una chica que fue presentadora de noticias en TV Azteca, y entre otros detalles, afirmó que tenían prohibido sacar noticias de motociclistas accidentados o también de ilícitos (asaltos, homicidios) cometidos en esas mismas motos, esto por ser uno de sus negocios la distribución en México de al menos dos de las marcas más populares en el mercado. Vaya, el ganar dinero no importando el cómo, lo cual es el sello característico de don Ricardo Salinas Pliego y su trayectoria.

Qué dictadura tan rara, pues, la cual seguro será motivo de toda clase de estudios, o si no es que ya lo es, digo, tema digno de tesis doctoral: los pobres, felices y de forma masiva, festejan la corona obtenida por la tabasqueña Fátima Bosch en el concurso de belleza Miss Universo, al tiempo que los ricos, esos de la punta de la pirámide socioeconómica, organizan marchas callejeras, lastimosas, por cierto, dado su cada vez más paupérrimo poder de convocatoria. Y pasa que ni siquiera es que a ese puñado de acomplejados e indolentes (y también, a todas luces, ignorantes políticos) le haya ido mal en lo económico; lo más seguro es que sea al contrario, con el lujo de cobro de su pensión del bienestar extra incluido.

¿Qué es lo que puede motivar a unas élites privilegiadas a lanzarse a las calles citando términos que desconocen, como “dictadura”, “comunismo” y/o “fachos”? ¿Qué es lo que mueve a esos pequeños grupos de mexicanos al extremo de repudiar la corona del concurso mundial de belleza para México, al tiempo que las masas (en México y en muchos países del mundo), lo disfrutaron como un triunfo que hicieron suyo, porque en parte lo es? Me aventuro a responder que es por un aberrante clasismo, porque esos pocos mexicanos no conciben que el país sea de todos, que lo es y lo será por siempre; que el veneno criminal de la envidia recorre sus venas, porque no soportan que un estado de la República que juzgan lejano (a sus microburbujas en las que viven), como es Tabasco, dé a mexicanos hoy referentes a nivel mundial. ¿Qué le sucede a un país donde sus masas lucen (porque son) felices al tiempo que sus élites ven pasar la vida percibiéndola en tonos grises e inusitadamente tristes? ¿Qué pasa en un país donde los privilegiados quieren ver al país en la catástrofe al tiempo que las mayorías disfrutan plenamente de la vida? Vaya, no exageraría en afirmar que ese país vive en un escenario no tan lejano a una utopía.