La propuesta que se va ya avizorando de reforma electoral, entre otros no pocos puntos, apunta a una legislación menos rigurosa tanto para la Constitución de nuevos partidos políticos nacionales y también para candidatos independientes. Esto dará como resultado una posible proliferación de nuevos institutos políticos y boletas electorales al estilo de algunos países de Europa, es decir, llenas de logos, membretes y opciones para el electorado.
Con esto, porque seguro habrá no pocos intentos de llevar a cabo el proceso de convertir a asociaciones sociales en APNs (Agrupaciones Políticas Nacionales) que son el nivel inmediato anterior a un partido político a nivel nacional, así se presente en la propuesta de reforma una sustancial reducción a las prerrogativas oficiales para dichos entes de interés público en el caso de los paridos políticos del orden local, habría que ver sus respectivas (entidades federativas) legislaciones al respecto.
Dicho lo anterior, la alianza cuasi hegemónica en el poder capitalizará (o eso busca) a su favor dicha reforma, por muchos motivos directamente relacionados a los cambios en la legislación. Y uno de esos es la atomización (divide y vencerás) de la ya de por sí menguante oposición y, en el caso opuesto, una alianza oficialista compuesta de nuevos y más partidos políticos, con la finalidad de que Morena y satélites se queden prácticamente solos. Pero, ojo, si algún nuevo partido supone una real fuerza política en ascenso, con un liderazgo confiable, con buena trayectoria, bien preparado y con mística de servicio, con la convicción de servir al pueblo de México en sus causas más nobles y justas, que plantee tanto el mejorar a partir de lo que si se ha logrado, en corregir tanto lo mal hecho y los abusos y excesos cometidos en ya siete años (que cada día asoman más, en tamaño y cantidad) y tendiendo tanto diagnósticos acertados como las recetas idóneas y viables, e hipotéticos miembros de ese supuesto partido político, que sean mexicanos intachables y sobresalientes es sus actividades, capacidades y logros. De ahí puede surgir la primera oposición digna al lopezobradorismo, alejados de los Alitos, las Xochitls, los Alazrraqui, los Aureoles Conejo, los Añorve Baños y tantísimos otros que no han hecho sino desvirtuar y aún anular todo intento opositor, incluidos los (no tantos) que sí valen... eso es lo más lamentable.
En fin, confiemos en que haya consensos derivados del diálogo en dicha reforma electoral mexicana, y que eso vaya armando más y mejor la maltrecha transición democrática del país que, al día de hoy, y desde el periodo 1997/2000, ha sido un fracaso vergonzoso y doloroso para nuestro México y que se cuente con un sistema de partidos más robusto, con una competencia y debate de altura. Una oposición que vaya de las palabras soeces, los gritos, las ideas vacías y los golpes a una donde, sin dejar de lado los apasionamientos inherentes a la política, pueda dar cauce al mejor México que todos anhelamos, y que, sin duda (ya lo hemos constatado), es más que posible.