En su conferencia matutina del miércoles pasado, la presidenta de México aseguró: “Mi posición la voy a defender siempre, porque es mi convicción, que el poder, cualquiera que se tenga, se debe ejercer con humildad”.
A lo largo de la historia, el ejercicio del poder se ha asociado con el carisma, la dominancia y una muestra de confianza inquebrantable. La imagen popular de un líder es la de alguien que sabe todas las respuestas, dicta la estrategia y se atribuye todo el mérito del éxito.
Sin embargo, cada vez más investigaciones y ejemplos reales desafían esta visión tradicional. El verdadero poder sostenible no reside en la arrogancia, sino en un profundo sentido de humildad.
Esta paradójica combinación de fortaleza y modestia es lo que define a los líderes más eficaces de nuestro tiempo, permitiéndoles construir organizaciones resilientes e inspirar una profunda lealtad.
La humildad en el poder no es un signo de debilidad; es una profunda muestra de autoconciencia y fortaleza. Es la capacidad de reconocer las propias limitaciones, admitir los errores y reconocer que las mejores ideas pueden surgir de cualquier lugar de la organización.
Esta perspectiva es la piedra angular de lo que Jim Collins, en su influyente libro “Good to Great “, denominó “Liderazgo Nivel 5”. Todas las grandes empresas perdurables fueron lideradas por ejecutivos que poseían una “combinación paradójica de humildad personal y voluntad profesional”. Estos líderes estaban firmemente decididos a lograr resultados, pero canalizaban su ambición hacia el éxito de la empresa, no hacia su fama personal.
El poder de la humildad reside en la capacidad para crear un entorno de seguridad psicológica y responsabilidad compartida. Cuando un líder es humilde, es más probable que escuche la retroalimentación, solicite opiniones diversas y empodere a los miembros de su equipo para que tomen la iniciativa. Este enfoque fomenta una cultura de colaboración por encima de la competencia.
Franziska Frank, autora de “The Power of Humility in Leadership” (El poder de la humildad en el liderazgo), afirma que el estilo autoritario se está devaluando cada vez más, ya que los ciudadanos ahora esperan y responden mejor a los líderes humildes. Un líder humilde entiende que su mayor legado no es la atención que recibe, sino el talento que infunde en los demás.
A veces pienso que la situación que enfrenta hoy la presidenta de México, toda proporción guardada, se parece a la de Abraham Lincoln, quien, durante la Guerra Civil, formó un “equipo de rivales”: un gabinete compuesto por sus oponentes políticos. La inmensa confianza de Lincoln en sí mismo se vio compensada por su humildad; reconoció que no tenía todas las respuestas y que la diversidad de perspectivas contrapuestas era esencial para tomar las mejores decisiones posibles para la nación. Su humildad le permitió rodearse del equipo que él consideraba como el más fuerte posible, en lugar de un grupo de aduladores.
En definitiva, estoy de acuerdo en que ejercer el poder con humildad es una estrategia a largo plazo para el éxito. Genera confianza, fomenta la innovación y crea una organización más resiliente.
Si bien el liderazgo egocéntrico puede lograr beneficios a corto plazo, siempre conduce a una cultura frágil que se derrumba cuando el líder se va. La humildad, en cambio, construye una base de fuerza colectiva. Es el reconocimiento silencioso de que el verdadero liderazgo no consiste en ser la persona más importante del país, sino en hacer que todos los demás se sientan igual de importantes.
En el año 2020 leí el libro “The Extraordinary Power of Leader Humility: Thriving Organizations & Great Results” de Marilyn Gist, (El extraordinario poder de la humildad del líder). Es una aportación poderosa y muy relevante a la literatura moderna sobre liderazgo, que ofrece un argumento convincente: la humildad no es sólo una virtud, sino una estrategia esencial para el éxito de cualquier organización.
Basándose tanto en investigación académica como en ejemplos reales, Gist desafía con destreza la idea errónea de que la humildad en el liderazgo es una forma de debilidad, presentándola como la base de la influencia, la confianza y los resultados medibles.
En una era caracterizada por la hipervisibilidad, la polarización y la competencia implacable, el concepto de humildad parecería estar reñido con el ejercicio del poder. Sin embargo, la historia, la ciencia del liderazgo y la filosofía moral convergen en una verdad contundente: la humildad no es una debilidad que se deba superar, sino una fortaleza que se debe cultivar, especialmente en quienes ostentan el poder. El ejercicio del poder con humildad fomenta la confianza, la colaboración, la claridad moral y un liderazgo sostenible.
En resumen:
- En el ámbito del liderazgo político, la humildad es la capacidad de reconocer los límites del propio conocimiento, aceptar críticas, escuchar diversas voces y gobernar por el bien común en lugar del engrandecimiento personal. Este enfoque del poder se alinea con el ideal aristotélico de la “phronesis”: sabiduría práctica arraigada en la virtud moral.
- Lejos de ser la antítesis de un liderazgo sólido, la humildad lo potencia. La humildad permite a los líderes ver a los demás con claridad y actuar con empatía y responsabilidad. Adam Grant, en “Think Again” (2021), enfatiza el valor de la humildad intelectual: la capacidad de cuestionar las propias creencias, admitir errores y revisar juicios basándose en nueva evidencia. “La confianza no se trata de tener razón sino de estar abierto a equivocarse”. En el liderazgo, esta cualidad fomenta el aprendizaje, la innovación y la resiliencia institucional.
- Nelson Mandela, quien emergió después de décadas de prisión para liderar la transición de Sudáfrica tras el apartheid, enfatizó constantemente el perdón, la responsabilidad compartida y la moderación moral. Su autobiografía, “Long Walk to Freedom” (1994), detalla cómo su estilo de liderazgo se forjó no en la dominación, sino en el servicio y la reconciliación. “La mayor gloria de la vida no reside en no caer nunca, sino en levantarse cada vez que caemos”, decía.
- En el mundo corporativo, la transformación de Microsoft por parte de Satya Nadella se cita como un caso práctico de liderazgo humilde. En “Hit Refresh” (2017), Nadella describe cómo la empatía y la humildad se convirtieron en elementos centrales de su filosofía de liderazgo, transformando la cultura de Microsoft, pasando de la de “saberlo todo” a la de “aprenderlo todo”. Este caso ilustra cómo la humildad, cuando se institucionaliza, puede impulsar la innovación y la renovación.
- Las crisis ponen al descubierto el carácter de los líderes. La pandemia de Covid-19 presentó un marcado contraste entre el autoritarismo y la humildad. Los líderes que reconocieron la incertidumbre, escucharon a los expertos y se adaptaron a la nueva información, como la neozelandesa Jacinda Ardern, tuvieron más éxito en mantener la confianza pública y gestionar la complejidad. Como argumentó el profesor de Harvard Joseph Nye, en “The Future of Power” (2011), el “poder suave” —basado en la credibilidad, la apertura y la humildad— puede ser más eficaz a largo plazo que la fuerza coercitiva.
- La humildad también ofrece una protección contra la influencia corruptora del poder. Como advirtió Lord Acton: “El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente”. La humildad actúa como contrapeso, fomentando la autorreflexión, la rendición de cuentas y la moderación ética.
- Para fomentar un liderazgo humilde, las instituciones deben integrar la humildad en sus procesos de formación y selección de personal. Esto implica recompensar la escucha, la colaboración y la inteligencia emocional, así como la asertividad y la decisión.
- Parker Palmer, en “Let Your Life Speak ” (1999), argumenta que el verdadero liderazgo no surge del ego, sino de un compromiso auténtico con la propia vida interior y la comunidad. “Un líder es una persona que debe asumir una responsabilidad especial por lo que sucede en su interior, para que no genere más daño que beneficio”.
- La humildad no es simplemente una virtud moral; es un activo estratégico en el ejercicio del poder. Permite a los líderes fomentar la confianza, construir instituciones sólidas y afrontar la complejidad con claridad moral. En un mundo donde los fracasos de liderazgo suelen estar ligados a la arrogancia, el narcisismo y la inflexibilidad, la necesidad de un poder humilde es urgente.
- La esencia de un gran liderazgo no es la herencia que recibe un hijo, ni la arrogacia de quienes se creen superiores. La esencia es la humildad. Ejercer el poder con humildad no significa renunciar a la fuerza, sino redefinirla.
Javier Treviño en X @javier_trevino