La escuela, por mucho tiempo, fue un espacio neutral en cuanto a los efectos de la inseguridad que se vivía en el país. Sin embargo, ante el agravamiento de la situación, poco a poco ha sido vulnerada, siendo ahora sus principales víctimas los maestros.

Este escenario trae consigo varias problemáticas y evidencia varias falencias del sistema educativo.

Por un lado, el compromiso magisterial de formar a las nuevas generaciones en la prevención de conductas violentas, y construir las apropiadas para el clima de paz que se ha pretendido generar desde el currículo oficial, ha quedado vulnerable ante los embates directos de la delincuencia, que está viendo en las y los maestros a actores protagónicos de sus fines particulares.

Aunque esto sin duda puede ser un problema nacional, se ha estado viviendo con mayor frecuencia en algunas comunidades de Chiapas, donde el álgido clima de inseguridad de últimas fechas, ha suscitado éxodos -numerosos pero incuantificables, no oficializados, pero reales- de maestras y maestros expulsados de sus escuelas por riesgo o amenazas.

Ante tal situación, la autoridad como primer responsable de atender y garantizar la integridad magisterial, ha quedado rebasada teniendo que dejar a muchos maestros en la indefensión afectando con ello sus derechos laborales, económicos, y por supuesto humanos.

Se ha sabido incluso, de algunos supervisores o directivos escolares que lejos de abonar a la resolución del problema lo agravan, al obligar a los docentes a regresar a laborar sin brindarles garantías de salvaguarda de su integridad física.

Este contexto grave y preocupante, debería ser un tema de urgente atención para la Secretaría de Educación que hasta ahora no se ha manifestado al respecto, y menos ha presentado protocolos eficientes que garanticen la protección de sus trabajadores y las de sus familias.

Para colmar la problemática, tampoco existen mecanismos que garanticen el derecho a la educación de esas decenas, centenas o quizá millares de niños y niñas que se quedan sin recibir educación.

Es importante que el magisterio goce de condiciones mínimas para ejercer su profesión, sin presiones de ningún tipo pues, al final su misión transformadora tiene como única finalidad el bienestar de los infantes, sin reparar en las actividades a las que se dediquen sus familiares, por lo que estas situaciones únicamente frustran la posibilidad de construir mejores sociedades. Y si a ello le añadimos la figura de un SNTE ausente, la cosa para las y los maestros se pone peor.

Ojalá que el presidente, la Secretaria de Educación y particularmente la Dra. Claudia Sheinbaum, que está ocupada en atender estos temas de preocupación nacional prospectándolos en su proyecto educativo sexenal, de veras tomen en consideración esta necesidad sentida de sus principales aliados de la transformación, el magisterio mexicano.