Con motivo del relanzamiento de Acción Nacional, se ha especulado en torno a un supuesto viraje de ese partido hacia la extrema derecha. Y sí que tienen motivo para señalarlo. El lema de Patria, Familia y Libertad evoca, por donde se le mire, una corriente política que está en ascenso en países como España, Francia e Italia, y que recuerda a algunos eslóganes del fascismo europeo. Más sorprendente aun ha resultado el reciente triunfo del partido de Javier Milei en Argentina.
Los líderes del PAN han buscado –sin éxito– refutar las críticas del oficialismo con argumentos estériles que no han hecho más que fortalecer el discurso de sus críticos en relación con su futuro.
Tal vez Jorge Romero y los suyos, mirando el mundo, han pensado que el PAN debe emular los eslóganes de las derechas europeas. Sin embargo –a mi juicio- se equivocan. A diferencia de lo que sucede en esos países, en México no hay espacios para el avance de las derechas, ni de centro ni de los extremos.
El México moderno, en contraste con Argentina y los citados países europeos, proviene de una revolución de carácter social. El PRI, una vez que había consolidado su presencia en el espectro político mexicano, insertó al país en un ambiente ideológico marcado por la presencia omnímoda del Estado, el corporativismo sindical y un presidencialismo sui generis en relación con el resto de América Latina.
Por otro lado, México es distinto pues no existen las condiciones para el surgimiento de una nueva derecha. No comparte las problemáticas de los países europeos, tales como la amenaza a su identidad cultural o un ascenso de las corrientes liberales a ultranza como el wokismo, y menos aun el embate islamista o la identificación al estilo argentino con aquellos hombres que llegaron en barco desde Europa.
México es bien distinto. A la luz de los resultados electorales de los últimos años, de las encuestas de opinión y de su propia trayectoria histórica, el país está muy lejos de abrazar algunas de las ideas emanadas de las derechas. Por el contrario, los mexicanos lucen encantados con el discurso de una “izquierda” cuyo discurso no es en torno a la preservación de valores de la familia clásica, sino alrededor de un movimiento que ha prometido salvarles, mediante la retórica y los programas sociales, de la herencia maldita dejada por el neoliberalismo.
En suma, el PAN, a pesar de la legitimidad de su lucha y de sus valores, luce hoy muy lejano de una realidad. Las elecciones del 2027 no harán más que confirmar cuán impotentes se encuentran frente a un panorama político dominado por un partido hegemónico que ha conquistado, mediante discursos y prácticas propias de los regímenes autoritarios, millones de voluntades.



