Ayer tuvo lugar la apertura de la COP-27 en Egipto, cuyo propósito será continuar con las conversaciones en torno al cumplimiento de las obligaciones derivadas del Acuerdo de París y de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas.

No hay duda de que el cambio climático, y como consecuencia de ello, el calentamiento global, es una de las asignaturas más acuciantes de hoy. Es por ello que gobiernos y organizaciones internacionales se han dado a la tarea de encauzar esfuerzos transversales para trabajar conjuntamente.

¿Cómo llega México a Egipto para dar cuenta de lo que ha hecho en materia medioambiental? La respuesta: muy mal. A diferencia de lo que han hecho la mayoría de los países del mundo, el gobierno de AMLO, en vez de dirigir sus prioridades hacia las energías del futuro, ha optado por recetas del pasado que difícilmente contribuirán a combatir el cambio climático, sino por el contrario, a contaminar aún más el planeta.

De acuerdo con especialistas, México no ha hecho lo que le corresponde en materia de emisión de gases de efecto invernadero. Por el contrario, el gobierno federal he destinado una ingente cantidad de recursos a inversiones que atentan abiertamente contra los consensos adoptados. Claro ejemplo de ello es la refinería de Dos Bocas.

Por otro lado, la construcción del Tren Maya ha puesto también en evidencia el desdén de AMLO y de sus funcionarios hacia el cuidado del medio ambiente. A pesar de las reiteradas protestas encabezadas por distintos sectores de la sociedad mexicana, el presidente ha continuado – y promovido- un proyecto de infraestructura que conlleva la pérdida de invaluable biodiversidad en aquella región del país.

De acuerdo con información provista por los especialistas, México ocupó en 2019 el 14º. Lugar como emisor de gases de efecto invernadero. Por otro lado, según Climate Watch y el Instituto de Recursos Mundiales, el 69.31 por ciento de sus emisiones provienen del sector energético, el 14.69 de la agricultura y el 71 por ciento de los residuos generados.

Es una pena que un país como México, cuyo tamaño de la economía le sitúa entre las primera veinte, esté dirigido por un gobierno anclado en ideas del pasado y que haya optado por deslindarse de los esfuerzos internacionales en materia de combate contra el cambio climático.

No hay duda de que el próximo presidente de México, sea de Morena o de cualquier partido de oposición, estará obligado a reencauzar los esfuerzos del Estado mexicano. México, con nuestro gran peso económico y cultural, no debe quedar inscrito en la lista de países parias que niegan el cambio climático y que ponen en riesgo la viabilidad del planeta para las próximas generaciones.