Muchos comentaristas especulan en torno a un posible descenso de vacunas aplicadas. Algunos quieren pensar que ello deriva de que ya han pasado las elecciones intermedias, mientras que otros lo atribuyen, en consonancia con el discurso oficial, a un posible desabasto de las mismas.

Por lo anterior, y más allá de posibles teorías, la realidad apunta hacia un posible rebrote de contagios. Sin embargo, la ocupación hospitalaria se mantiene en índices perfectamente aceptables, lo que hace innecesario un cambio importante en el semáforo epidemiológico, al menos en la Ciudad de México y su área metropolitana.

En este tenor, si bien puede haber un aumento en el número de contagios, ello no implica que los pacientes caigan en un estado grave, y que por ello, necesiten hospitalización. En otras palabras, el alza no conllevará una nueva saturación hospitalaria. Así ha ocurrido alrededor del mundo, con claras excepciones como India. Ello ha derivado de una reducción de la carga viral, de la antesala de una inmunidad colectiva y del aprendizaje adqurirido por los médicos sobre medicamentos efectivos contra el virus.

En adición a lo anterior, habremos de tomar otro dato en consideración. México es un pais joven. Por ello, a medida que las políticas sanitarias apuntan hacia la vacunación de la población de menor edad, aumentará el número de demandantes de vacunas, y con ello, descenderá el número  relativo disponible de fórmulas.

De acuerdo al INEGI, con datos del 2020, los grupos de mexicanos que tienen entre 19 y 39 años son los más numerosos dentro del universo de casi 130 millones de habitantes.

Por este motivo, deberemos revisar las cifras cuidadosamente y comprender que muchos adultos jóvenes (hemos comenzado recientemente con la vacunación de personas de entre 40 y 50 años de edad) podrían verse ante una situación de desabasto o problemas logísticos tales como largas horas de espera, o fechas lejanas para la cita respectiva.

De darse el caso, ello no será culpa del gobierno. Sin embargo, lo que sí deberá hacer es prever este escenario y asegurar que el mayor número de vacunas estén disponibles a nivel nacional, principalmente una vez llegado el tiempo de vacunación de los cohortes más jóvenes y numerosos.

En suma, a pesar de un pesimismo rampante y de una voluntad de sembrar dudas sobre la efectividad de las fórmulas, las vacunas sí son la salida de la pandemia. Ha quedado ampliamente comprobada su utilidad, la reducción brutal del número de casos graves, y aun más, el descenso exponencial de la posibilidad de contagio de un vacunado a uno que no ha sido inoculado.