El otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado ha hecho resurgir el debate en torno a la dictadura de Nicolás Maduro y a la perpetuación de un régimen que no solamente ha cercenado las libertades de los venezolanos, sino que ha supuesto un caos social traducido en pobreza, éxodos, autoexilios y el recrudecimiento de una crisis que ha sido infligida en ese país desde aquellos primeros años tras el ascenso del chavismo.

A la luz de toda evidencia internacional, indicadores, estándares y mediciones, Venezuela vive hoy bajo el yugo de una dictadura. Maduro, cuyo aparato de Estado controla el poder judicial, los órganos de gobierno, la prensa y los tribunales electorales, se ha mantenido en el Palacio de Miraflores mediante fraudes consecutivos. Basta con mirar los últimos resultados electorales, y cómo el régimen chavista atropelló impunemente a votantes opositores que salieron a las calles a echar de una vez por todas al autócrata presidente; amén de la represión documentada en contra de voces de oposición.

Ningún analista serio ni sin intereses políticos en Venezuela o en el mundo podría sostener que Venezuela es hoy un régimen democrático. ¡Nadie! Con excepción, huelga señalar, de miembros de Morena y de otras agrupaciones de pseudoizquierda en el planeta que han decidido abrazar el chavismo.

Los voceros del gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum y del régimen obradorista han alzado la voz en contra de la decisión del comité que galardonó a Machado. Con la clara intención de sostener implícitamente su apoyo al régimen de Maduro, han recurrido a débiles recursos discursivos como el supuesto apoyo de la venezolana a Israel y a Donald Trump.

Conviene preguntarse: ¿el premio Nobel le fue otorgado a Machado por una serie de comentarios relacionados con Israel o por una labor política dirigida a ofrecer al pueblo venezolano una salida decorosa ante la dictadura que ha sido implantada en el país sudamericano? ¿Por qué ha optado la pseudoizquierda mexicana por desdeñar la figura de Machado? ¿Será por la consigna dirigida desde las cúpulas del partido que les obliga a defender a toda costa al compañero Maduro? ¿O lo harán tal vez por convicciones personales cuyo razonamiento crítico ha sido derrotado por la ideología? Quizá un poco de todo.

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Los aplaudidores del régimen obradorista no están solos en su apoyo implícito a la dictadura de Venezuela. Otros individuos como el político español Pablo Iglesias, cuyas aportaciones a la vida política de su país brillan por su ausencia, comparó irresponsablemente el galardón otorgado a Machado con habérsele entregado a Adolfo Hitler. Las sandeces, despropósitos y estulticias del líder de Podemos parecen haber rebasado cualquier estándar de decoro. Los morenistas le siguen de cerca.

Invito respetuosamente a los lectores a plantearle la siguiente pregunta a un aplaudidor del obradorismo: ¿Existe democracia en Venezuela? La mayoría evadirá la pregunta. ¿Cómo puede minimizarse el reconocimiento a Machado sin expresar –sin decirlo- sus simpatías por Maduro y por el régimen venezolano? Es cuanto.