Ya se sabe que los rateros, para que no los arreste la policía, cuando se sienten descubiertos gritan “¡¡¡al ladrón, al ladrón!!!” señalando a cualquier persona inocente que pase por ahí.

A veces les funciona. ¿Le funcionará a Felipe Calderón? Espero que no.

Si alguien tiene la culpa de la violencia del narco es el esposo de doña Margarita Zavala. No puede haber la menor duda.

A finales de 2006 él inició una absurda guerra contra las mafias del crimen organizado —condenada al desastre, como muchos diagnosticamos desde el primer día—; lo hizo nada más para intentar que se dejara de hablar del gigantesco fraude electoral que llevó a Calderón al poder.

La guerra perdida de Calderón fue una acción improvisada y sin estrategia que humilló a las fuerzas armadas mexicanas y ensangrentó a México.

Es una guerra que seguimos sufriendo todos los mexicanos, que está costando demasiado —en términos económicos y de vidas humanas— y que será muy complicado superar.

Además de humillar al ejército y a la marina armada de México y de enlutar a cientos de miles de hogares, Felipe Calderón hizo algo todavía peor: entregar la estrategia de lucha contra el narco a Genaro García Luna, encarcelado ahora mismo en Estados Unidos acusado de haber trabajado al servicio de Joaquín El Chapo Guzmán mientras se desempeñaba como secretario de seguridad del gobierno federal.

En lo personal no dudaría que el señor García Luna estuviera detrás de la violencia política —o contra políticos— que se ha ensañado con no pocos candidatos en el actual proceso electoral.

En algún momento concluirá el juicio a García Luna en Estados Unidos... y en México más temprano que tarde se le investigará y, si hay pruebas —como parece haberlas— se le castigará.

Y si se condena a García Luna en el vecino país o en el nuestro, Calderón caerá.

Es la razón de que el iniciador de la absurda guerra contra el narco, que es la causa de la actual crisis de violencia electoral, grite “¡¡¡Al ladrón, al ladrón!!!”.

Felipe Calderón pretende con ello desviar la atención, pero no se saldrá con la suya. De ninguna manera debe el gobierno de Andrés Manuel López Obrador dejar de llamarlo a cuentas para que pague por todo el daño que hizo y que seguimos sufriendo todos los mexicanos, pero particularmente, en la actualidad, quienes son candidatos a cargos de elección popular en las regiones más violentas de nuestro país.