En 1881 se publicó ‘El príncipe y el mendigo’ de Mark Twain, una historia que se desarrollaba en el siglo XVI, inspirada en ello hago esta versión libre de fábula mexicana sobre la desigualdad, la informalidad y la fuga de futuro.

Había una vez, en la tierra de los volcanes y los contrastes, un joven llamado Emiliano. No era un príncipe por nacimiento, sino por posición: heredero político de una familia revolucionaria y ahora transformadora que había gobernado por décadas, educado en el extranjero, criado entre lujos, discursos y simulacros. Nunca había trabajado con las manos ni sentido el peso del sol al mediodía.

En el otro extremo del reino, en la montaña vivía Hilario, un jornalero informal. No tenía contrato, ni seguridad social. Solo sus manos, su machete y la voluntad de sobrevivir para enviar algo de dinero a su madre que vivía en otro poblado distante y sin servicios adecuados de salud, su esposa y sus dos hijos. Hilario soñaba con irse al norte. No por gusto, sino porque el sur ya no le ofrecía nada. Una mañana, por un capricho del destino —o tal vez de los dioses del mercado—, ambos despertaron intercambiando vidas. Emiliano apareció en un solar de tierra, con botas desgastadas, salario de 200 pesos por día, y sin papeles que lo protegieran. Hilario, en cambio, se vio rodeado de asesores, escoltas, influencers, camionetas de lujo y una agenda llena de reuniones sin consecuencias, además de antros y restaurantes de moda, sin miedo al éxito. Emiliano, como jornalero, no duró una semana. El calor, el trabajo real, la fatiga, y la indiferencia del patrón lo quebraron. Fue entonces cuando comprendió por qué más de 60% de los trabajadores en su país están en la informalidad, según el INEGI. Comprendió por qué tantos como Hilario se van, y por qué las remesas suman más de 63 mil millones de dólares al año —más que lo que entra por turismo o inversión extranjera, como reporta el Banco de México.

Las tierras ejidales representan más del 52% del territorio nacional, esto es incluyendo ejidos y comunidades agrarias. Contribuyen con el 1.6% del PIB y aportan el 4.5% de los trabajos remunerados en México, así que con esos contrastes no hay otra opción que la migración a otras ciudades o al extranjero.

Mientras tanto, Hilario, convertido en príncipe, asistía a sesiones parlamentarias que no resolvían nada. Escuchaba discursos sobre justicia y bienestar social de políticos que jamás pisaron un mercado con el bolsillo ajustado o crearon empleos formales. Fue invitado a foros sobre pobreza sin que nadie le preguntara qué sentía vivirla. Vio cómo los “líderes” discutían ideologías como si fueran recetas, sin entender que afuera la gente se iba… Y no volvía. En su nuevo rol, Hilario notó también que nadie hablaba de lo esencial: la falta de oportunidades, servicios y medicamentos, educación, agua potable, caminos, el costo del trabajo informal, la migración como huida y las remesas como parche que el gobierno celebra, pero no merece. “Si estos gobernantes vivieran un solo mes como nosotros,” pensó, “quebrarían antes de encontrar el comedor comunitario”.

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Ahora esos políticos estaban preocupados por el 3.5% de impuesto que el emperador del reino dorado estaba imponiendo, pues tendría un impacto del 3% en el PIB y con eso sus grandes y fabulosos planes se verían fuertemente afectados,

Una tarde de domingo, en día de elecciones del poder judicial se encontraron. El príncipe vuelto peón y el peón vuelto príncipe. Se miraron, se entendieron, y el hechizo se rompió. Volvieron a sus vidas, pero ya no eran los mismos. Hilario partió al norte. Sabía que allá tampoco sería fácil, pero al menos le pagarían mejor y tendría la oportunidad que en su propia tierra le negaron. Emiliano, en cambio, pidió licencia de su cargo. Decía que quería estudiar economía desde abajo, pero nadie le creyó. El país siguió igual. Porque, como en todas las fábulas mexicanas, el final no es feliz… Pero debería serlo. Moraleja (con datos reales):

- Según el INEGI, más del 60% de los trabajadores mexicanos están en la informalidad.

- Las remesas familiares representan más ingresos para México que el turismo y la IED.- El IMSS reporta que más de la mitad de los jóvenes no cotizan y carecen de protección laboral.- La clase política presume los ingresos por remesas como logros propios, sin reflexionar en lo que significan: una nación que expulsa talento y celebra que otros lo sostengan desde lejos.

X: @MarioSanFisan | CEO FISAN SOFOM ENR | PROMETEO

Banquero a nivel directivo con más de 30 años de experiencia de negocios. Ex presidente nacional AMFE corporativo@fisan.com.mx