Para no abordar temas escabrosos, en medio de tanta información derivada del conflicto bélico en Medio Oriente, hoy hablemos de un tema más agradable. Vayamos a un viaje en el tiempo, cuando se vivían los años dorados de la aviación.
Les platico de un fenómeno interesante. Resulta que el año pasado a Craig Carter, que ha dirigido empresas de planificación de viajes de lujo, y a cuatro inversionistas dedicados al mundo de la hotelería y del marketing, se les ocurrió comprar la marca Pan American World Airways (Pan Am).
Esta línea aérea fue más que emblemática para los Estados Unidos de América y para el mundo; vio la luz en un lejanísimo 1927 y terminó por bajar la cortina en 1991, después de muchísimos tropiezos.
Los nuevos inversores se reunieron en febrero del año pasado, principalmente para adquirir las licencias de la marca de la línea aérea, y vender el merchandising que apela a la nostalgia; y es que entre los involucrados se encuentran los dueños de relojerías como Timex y Breitling, compañías interesadas en sacar un reloj de Pan Am.
Pero eso no es lo único, también requerían de las licencias para la fabricación y venta de sudaderas, camisetas y bebidas alcohólicas, entre varios objetos que incluso pueden convertirse en artículos “de colección”. Pues en eso andaban, cuando se les ocurrió la idea de poner a volar un avión, como una de las mejores maneras de hacer publicidad.

Es así como nace “Trazando las Rutas Transatlánticas”, a bordo de un avión Boeing 757-200, con la clásica librea de Pan Am, con la propuesta de hacer un tour por las rutas más destacadas de la antigua aerolínea.
Por supuesto que es un “vuelo exclusivo”, pues la configuración de la aeronave es solamente de cincuenta asientos, todos tipo clase ejecutiva. Por supuesto, el costo del boleto es de más de 60 mil dólares, pero no crean que es solo el asiento, el costo es por un paquete que incluye el hospedaje.
Porque sepan ustedes que hacen una ruta que comienza en la Gran Manzana -Nueva York-, para posteriormente aterrizar en las hermosas playas de las Bermudas, y luego emprenderán el vuelo para aterrizar en Lisboa; las siguientes paradas son Marsella, Londres y Foynes (Irlanda), desde donde retornan a la ciudad de Nueva York.
Los alojamientos se hacen en hoteles de lujo, pues la finalidad es que este viaje sea totalmente inmersivo, como el viaje comienza en Nueva York donde se hospedaron en el The St. Regis New York, para calentar motores, después en el Fairmont Hamilton Princess & Beach Club en Bermudas, y ahora que acaban de llegar a Lisboa se hospedan en el Four Seasons, en Marsella será en el Sofitel Marseille Vieux Port y al llegar a Londres estarán en el Hotel Savoy.
En Foynes, se hospedarán en Adare Manor y ahí antes de regresar harán una visita al “Foynes Flying Boat & Maritime Museum”, donde se encuentra el Yankee Clipper, una réplica a tamaño real de famoso “hidroavión” de Boeing, el B314.
Los pilotos y las sobrecargos de este vuelo prestan sus servicios en la aerolínea bandera de Islandia: Icelandair, pero portan réplicas de los uniformes de la extinta línea aérea Pan Am; la aeronave también va en calidad de préstamo.
Este viaje comenzó el día 16 de este mes y concluirá el próximo 28. Quienes han estado llamando la atención son sin duda las sobrecargos, pues donde se han parado, han causado un gran revuelo, ya que la gente se agolpa para tomarse una fotografía con alguna o con todas ellas.
La intención de este “tour” es que la gente se sumerja en la época dorada de la aviación, aunque no ofrecerán a bordo el antiguo -e icónico- servicio “chateaubriand”. Sepan ustedes que mi madre voló a los Estados Unidos para ir a conocer la recién inaugurada Disneylandia, y años después me contó que en ese servicio las sobrecargos cortaban la carne frente al pasajero.
Inevitablemente pensé en el momento en que la antigua Mexicana de Aviación pintó un avión con la librea del Azteca de Oro, en honor al servicio que en esos años ofrecía a sus pasajeros, el cual se caracterizaba porque en todo el avión se les daba servicio de primera clase: había champaña para todos los pasajeros, se servía en cristalería y existía el servicio de “cuchareo” o también conocido como “francés”.
Y ya encarrerada, déjenme seguir rememorando que algunos años más tarde, cuando abrió la clase ejecutiva para los vuelos a Canadá, pintaron “retro” un avión de Mexicana, y se les ocurrió revivir el famoso “servicio francés o de cuchareo”. Tengo que decirlo: ¡era todo un cotorreo! Como sobrecargo, me tocó darlo varias veces, hasta que la empresa se dio cuenta que los tiempos habían cambiado y que los pasajeros de ejecutiva terminaban peleando por el “choice” de la comida y las guarniciones. Fin de mi anécdota.
En esta ocasión, además de ofrecer champaña para todos los pasajeros, en el vuelo especial de la nostalgia de Pan Am subirán comidas ya previamente cortadas y en charolas como se hace en la actualidad en los vuelos modernos, pero elaboradas por un chef de renombre.
Carter informó a distintos medios de comunicación que en lo absoluto fue complicado colocar los boletos de avión más el hospedaje, porque hay un montón de gente que se ha dedicado a que la memoria de Pan Am no se pierda, y ya gestionan desde un museo hasta un canal de YouTube, incluso tienen un podcast con esa finalidad.
A esta experiencia fueron invitados a colaborar a varios ex trabajadores de la aerolínea. Más allá de lo nostálgicos que puedan ser los empleados de Pan Am, la sorpresa ha sido el apetito que hay por mercancía de esta extinta línea aérea, y al parecer les está yendo tan bien con este vuelo del recuerdo, que Carter no ha descartado repetir la experiencia. Ya tiene pensado sacar otro para el 27 de junio, que regrese el 9 de julio.
Y no solo a los destinos antes mencionados, también tiene planes de sacar un vuelo de la ciudad de Los Ángeles y emprender un tour por Asia. Ya veremos, si los conflictos bélicos nos dejan en paz.
En vía de mientras, la nostalgia por la era dorada de la aviación es una realidad, y queda comprobado que no se constriñe únicamente a los trabajadores de la industria. Las nuevas generaciones quieren tener la oportunidad de probar ese pedacito de historia, y por ahora hay quien está dispuesto a vender dicha experiencia.