AMLO, al igual que todos los líderes carismáticos con ínfulas mesiánicas, ha pasado gran parte de su vida política auto erigiéndose en un individuo iluminado, incorruptible y líder de un movimiento que, anticipándose al juicio de la historia, llamó Cuarta Transformación.

El expresidente dedicó su carrera a denunciar la corrupción de los gobiernos del pasado. Gracias a la información del INAI, y como resultado de valiosos trabajos periodísticos, se dieron a conocer escándalos de corrupción tales como la Estafa maestra y el sinnúmero de gobernadores del PRI que saquearon sus estados; amén de las revelaciones sobre el caso de Genaro García Luna.

López, por su parte, utilizó esta ventana para montarse en el tren de la honorabilidad y vender a millones de mexicanos que él sería diferente, que barrería las escaleras de arriba hacia abajo y que México, bajo su prístino liderazgo, sería llevado hacia el renacimiento de su vida pública.

Un día, quizás especialmente imbuido de ráfagas narcisistas propias de su carácter de líder populista, o tal vez tras haber mirado esa mañana sus niveles de popularidad, expresó que su plumaje era “de aquellos que pueden cruzar un pantano y no mancharse”.

Los escándalos que han sacudido al país relacionados con La Barredora y el descubrimiento de las operaciones de huachicol fiscal bien podrían conducir a otras conclusiones lejanas de la imagen del hombre inmaculado de Macuspana.

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¿AMLO no estaba enterado de que una célula criminal operaba en su natal Tabasco bajo el mando de un hombre que había sido nombrado por su secretario de Gobernación? ¿O no tenía idea el jefe del Estado mexicano que bajo sus narices ocurría la operación de contrabando de combustible más grande en la triste historia del país, mientras que las arcas públicas perdían miles de millones de pesos? ¿O que la misma era dirigida por dos sobrinos de su propio secretario de Marina? ¿No tiene acaso AMLO responsabilidad política de haber militarizado aduanas y puertos?

Sí, es altamente probable que el aura mística del expresidente lo ayude a salir bien librado. Al tiempo. Será la labor de Claudia Sheinbaum y de los voceros del régimen. Para ello cuenta con todo el aparato mediático del Estado. Sin embargo, aquel plumaje que cruzaba el pantano bien podría acabar manchado de corrupción, complicidad y, tal vez, de responsabilidad penal.