“De frente un precipicio, detrás un lobo”.

ANÓNIMO

Intimida, amedentra y miente

López Obrador intimida, amedentra y miente. Porque le conviene o porque no puede encarar la realidad. Pero lo cierto es que lo hace y denosta, desacredita y humilla.

Hasta el 1º de septiembre del año pasado, acumulaba más de 61 mil declaraciones falsas o engañosas en sus mañaneras (consultora política SPIN). Agreguémosle, a modo de ejemplo, que en 804 conferencias de prensa ha denostado 66 veces al periodista Joaquín López Dóriga. Las ocasiones que dedica una palabra hiriente para intimidar a determinados periodistas son ya demasiadas.

Decir que los asesinatos de periodistas son usados como estrategia para atacarlo a él y a su gobierno es demasiado. No solo aparenta ser la víctima, también miente en el proceso. Y remata su hipocresía diciéndoles a prensa, reporteros, comunicadores: “no están solos”.

Andrés Manuel ni siquiera es original; retoma el histórico antecedente demostrado en la comunicación de Hugo Chávez, Rafael Correa y Donald Trump, quienes atacaron a los periodistas que señalaban sus yerros o no les aplaudían. Los etiquetaban como adversarios, contrarios al “bienestar del pueblo” y “enemigos de la nación”.

Modelo de comunicación

La 4T ha retomado el ataque a los medios bajo una premisa similar. Y ese amendrentamiento lo encabeza AMLO, ese quien puede acusar a todos, tener la mejor exposición de todos los tiempos y aparentar que el mundo (especialmente los periodistas) están en contra de él.

Crítico y mentiroso no puede —ni podrá— dar nunca una explicación mínimamente coherente de todos los señalamientos —ahí sí debidamente sustentados— que hay tanto contra la 4T y su familia. Puede señalar a los medios, intimidarles y amedrentarles de forma continua, pero eso no sirve para negar las verdades que estos exhiben. Los sobres con dinero de Pío y Martín López Obrador, los negocios de Felipa Obrador, la casa gris en Houston de José Ramón López Beltrán y Carolyn Adams, los miles de millones de pesos en irregularidades señalados por la ASF o los cientos de miles de muertos producto de malas estrategias para hacer frente al crimen organizado y al Covid. Eso sin olvidar las corruptelas de miembros de su equipo de trabajo, el abuso de poder de algunos y la rapiña voraz de la selva destruida por el Tren Maya.

La estrategia de López Obrador y de la 4T es hostigar a los periodistas. No se trata de abierta persecución o censura. Basta estar encima de ellos; tornando cualquier acción que hagan (o que él invente) en una razón más para que no se perciban como comunicadores, como periodistas, sino como saboteadores de la 4T.

Todo lo anterior coronado con el toque triunfal de mantener a Andrés Manuel como víctima, como si continuase siendo oposición, como si no tuviese el poder, como si requiriese el apoyo de todas las personas, cuando cuenta con toda la estructura del Estado a su disposición.

Llamado de Europa y la respuesta

De hecho, apenas ayer el Parlamento Europeo emitió un pronunciamiento llamando al gobierno de México a proteger a los periodistas y, entre otras cosas, no combatirlos ni desacreditarlos. El mensaje es claro: “el Parlamento observa con preocupación las duras y sistemáticas críticas formuladas por las más altas autoridades del gobierno mexicano contra los periodistas y su labor”.

Y casi como para demostrar lo cierto del pronunciamiento europeo, en su mañanera del día de ayer, el presidente de México volvió a la intimidación contra algunos periodistas en México. Sí, algunos conocidos, no necesariamente contra los que están matando o los que menciona el pronunciamiento antes mencionado.

Adicionalmente, ¿con qué responde al Parlamento Europeo el gobierno de México? Con una vergonzosa misiva que de no ser cierta sería inverosímil. “Evolucionen, dejen atrás su manía injerencista disfrazada de buenas intenciones... Es lamentable que se sumen como borregos a la estrategia reaccionaria y golpista del grupo corrupto que se opone a la Cuarta Transformación… El Estado no viola los derechos humanos como sucedía en gobiernos anteriores, cuando ustedes, por cierto, guardaron silencio cómplice”, responde la Cuarta Transformación. La forma de descalificar a los euro diputados pinta de cuerpo entero a los miembros de la Cuarta Transformación.

Estado autoritario

Y sí, el odio de las mañaneras llega al grado que hay ciudadanos que piden procesar a periodistas como Enrique Krauze, Azucena Uresti, Carlos Loret de Mola, Víctor Trujillo por traición a la patria. Trastocado el derecho a la libertad de expresión para dar asomos a un Estado autoritario donde no se permite siquiera el disenso o el apuntar los errores del gobierno en turno.

López Obrador el día de ayer perfeccionó esta intimidación basado —de no tratarse de mentiras— ciertamente en información que no tiene derecho a compartir. Acusó a Uresti y a López Dóriga de estar en negociaciones de trabajo con Latinus, como si el hecho de estar en pláticas con dicha empresa fuese causal suficiente para desacreditarlos como periodistas.

Subrayemos este punto: López Obrador ha logrado naturalizar una trampa discursiva. La trampa de justificar el cuestionar a cualquiera que se acerque o se asocie a Latinus. Sin contar que el gobierno de México NO ha podido probar jurídicamente la ILEGALIDAD de “esos intereses creados detrás de Latinus” y de sus conexiones, entre otras cosas, con la industria farmacéutica en México (sobre lo cual yo no voy a ahondar aquí), lo cierto es que la información presentada hasta ahora por la novel agencia informativa ha sido cierta y en ningún caso se ha podido desmentir. Esto es, la financiación detrás de Latinus no desmiente el contenido de los reportajes dados a conocer por este medio, como tampoco lo dicho por otros periodistas ajenos a dicha agencia.

Mas el presidente hace creer que su discurso lo exime de dar una explicación coherente y creíble de todo lo que —con pruebas— se le acusa.

Un discurso bien armado donde se victimiza y grita ‘corrupción, complot, mafia del poder’, pero donde a la fecha sigue sin haber una sola denuncia, unos expedientes, una investigación, unos detenidos, unas indagatorias contra las empresas e individuos que están/estaban detrás de esos supuestos actos de corrupción. Sea en el NAIM, en la producción y venta de medicamentos, en los extintos fideicomisos. Lo que hay es hostigamiento a los periodistas.

Algo más que casos anecdóticos

A todo lo anterior se suma el que ayer en la mañanera el primer mandatario nuevamente expuso públicamente a dos periodistas: Joaquín López Dóriga y Azucena Uresti. Dijo que habían sido invitados por Latinus, como si lo anterior fuera motivo de probar que son torvos y con eso desacreditarlos.

Analicemos esto: suponiendo que la información que dio a conocer sea cierta, ¿cómo la obtuvo? ¿Simpatizantes tornados en agentes espiando a particulares?

¿Por qué la da a conocer?, ¿cuál es el objeto de hacerlo? La cuestión es un asunto personal y entre privados.

¿Por qué habla de ofrecimientos contractuales por sumas brutales de dinero? Para lastimar la credibilidad de los periodistas, simple y llanamente, ya no hablemos de lo que eso puede llegar a afectar la relación entre los profesionistas y sus actuales patrones.

Vale la pena mencionar aquí la respuesta de Azucena Uresti a esa exhibición y a ese amedrentamiento público que hace el presidente: ¿cómo pretende López Obrador colocar a la periodista ante Milenio y Radio Fórmula donde trabaja?

Lo hecho, es una forma de desprestigiar a la comunicadora, dejarla vulnerable e intimidarla ante su actual trabajo. No hay más.

Y quizá lo más importante: el que un periodista coquetee con trabajar para un medio de dudosa reputación (dicho por el primer mandatario sin haber sido probado), no desacredita al periodista en automático.

Ya antes, AMLO había amendrentado a Uresti, en pleno Día Internacional de la Mujer, al cuestionar el cerco de seguridad alrededor de Milenio TV, donde trabaja la comentarista.

Milenio es una empresa privada y puede decorar o amurrallar su edificio como le venga en gana. Además, la periodista trabaja en Milenio no es la propietaria del consorcio y nada tiene que ver ella con lo que se decida hacer donde labora. En todo caso, el hecho es que nada de lo pronunciado por el presidente para atacarla justifica que se haya amurallado él en Palacio Nacional el 8 de marzo pasado….

¿Periodismo caduco?

López Obrador intimida a la prensa diciendo que hay un grupo caduco, que existen periodistas comprados y corruptos.

¿Y quién decide cuál es cuál? El propio presidente, sus informantes y los periodistas afines al régimen. Subjetivismo absoluto y una amenaza en donde sin más se hace peligrar la libertad de expresión.

Y todo lo anterior (aunque hay más, mucho más) nos lleva a una sola conclusión, la misma a la que ha arribado el Parlamento Europeo: existe un ataque del mismo presidente de la República en contra del periodismo en México. Y este se ejemplifica de maravilla esta semana con su ataque directo a diversos periodistas.

Ataque frontal

Preguntarnos si existe o no un ataque real y frontal del ejecutivo federal contra el periodismo en México está de más. Ya no hay duda al respecto. Dicha interrogante ha dejado de ser debatible; ¡por supuesto que AMLO está combatiendo a la prensa!

Entiendo bien que esto no es de ahora; la práctica viene de otros sexenios. Si acaso, antes se hacía en privado; esto es, el Ejecutivo federal amenazaba a los dueños y directivos de los medios de información a puerta cerrada. Ahora el estilo cambió, pero que el presidente intimide en público a periodistas y ya no a sus patrones no vuelve menos real el ataque.

De hecho, si se piensa, la intimidación tiene mayor impacto, pues López Obrador expone al periodista de carne y hueso como un ‘adversario’ ante un grupo de fanáticos. Públicamente el presidente amedrenta a los periodistas.

Así, suponiendo que efectivamente Pancho González y Jaime Azcárraga —viejos curtidos que han sobrevivido a Salinas, a Fox, a Calderón— se estén pitorreando de las mañaneras porque saben que esto no constituye un enfrentamiento del presidente contra ellos, ello no necesariamente aplica para los periodistas mismos. Una Azucena Uresti, un Julio Hernández, un Sergio Aguayo, etcétera.

No sé si los dueños de los medios crean que por correr, censurar o incluir en sus equipos a ciertos periodistas le están dando gusto a López Obrador, como ocurría en sexenios pasados. No creo que sea algo que el presidente expresamente pida o demande.

Lo que considero es que el hostigamiento y la intimidación de la que son objetos estos periodistas y muchos otros por parte del jefe de Estado sí contribuye a crear una situación donde los dueños de los medios están cada vez más alerta, más atemorizados y susceptibles tratando de darle gusto al inquilino de Palacio con tal de que no se meta con ellos y los deje tranquilos. ¿Esto habla mal de los medios? Por supuesto. De ellos, ¡pero también del Ejecutivo federal!, pues este último sienta las bases para un ambiente verdaderamente nocivo para el periodismo.

Los actos de López Obrador están minando la libertad de expresión en nuestro país de forma cotidiana. Su intimidación y el amedrentar a los periodistas tiene terribles costos para el país.

“Saciamorbos” (en honor de Loret)

#DondeEstáLoret: que si W Radio ya le dio las gracias o que si el periodista se está haciendo la víctima en un acto de auto desaparición. Si fuera esto último, acaso habría que acusar a Loret de aprenderle bien las mañas al presidente, ese sí experto en victimizarse.

Lo cierto, es que pronto sabremos dónde está y qué información prepara. Los rumores dicen que se encuentra en un país en guerra cuyo nombre empieza con U y termina con Crania.

Verónica Malo en Twitter: @maloguzmanvero