“La civilización no avanza por saltos heroicos, sino por cambios casi imperceptibles en la conducta humana.”
Norbert Elias
“There is a crack in everything, that’s how the light gets in.
(En todo hay una grieta, así entra la luz.)”
Leonard Cohen
Las malas noticias no necesitan presentación: llegan solas, hacen ruido y se instalan. Lo difícil —casi subversivo— es detenerse a mirar lo que sí funciona. Y hacerlo sin ingenuidad, sin optimismo de tarjeta navideña, sin negar que el mundo también arde.
Pero hoy, último día del año, vale la pena hacer el intento. Mirar.
Entre tanta prisa, grito y catástrofe, ocurrieron cosas buenas. Algunas pasaron desapercibidas; otras apenas circularon en una nota perdida. Y, sin embargo, dicen algo importante: no todo avanza en dirección al desastre.
Por ejemplo, Australia está cerca de convertirse en el primer país del mundo en eliminar el cáncer cérvico-uterino como problema de salud pública. No erradicarlo por decreto, sino reducirlo a niveles casi inexistentes gracias a vacunación, detección y política pública sostenida. Una rareza en tiempos donde la prevención suele estorbar…
También hubo buenas noticias para otras especies, no solo para la nuestra. Este fue el primer año en que el panda dejó de considerarse en peligro de extinción. Lo mismo ocurrió con la tortuga verde marina. No fue magia ni suerte: fue intervención humana bien canalizada. A veces conviene recordarlo, porque solemos creer que todo lo que toca el ser humano lo destruye; no siempre es así.
En los Países Bajos ocurre algo que en México sonaría a ciencia ficción: cierran cárceles porque disminuyen los delitos. Desde 2009 han clausurado más de veinte prisiones. No por falta de presupuesto, sino por falta de presos... Envidia legítima, sí. Pero también un recordatorio de que la política pública puede diseñarse para reducir violencia (y atender sus orígenes), no solo para administrarla.
Noruega, por su parte, alcanzó una tasa cercana a cero de deforestación. Casi nada. Un país demostrando que proteger el medio ambiente no es discurso, sino decisión. Bueno, eso ahora…
En los océanos, ingenieros neerlandeses desarrollaron una enorme estructura flotante —una suerte de aspiradora marina de 600 metros— capaz de recolectar plástico y reducir el daño a la vida marina. No resuelve todo, pero ayuda de a poquito. Y hoy, ayudar ya es mucho.
La ciencia también dio pasos que hace poco parecían imposibles. Se han desarrollado “pegamentos óseos”, inspirados en las ostras, capaces de soldar fracturas en minutos mediante impresión y materiales biocompatibles. En algunos casos, el hueso puede unirse en apenas tres minutos. No milagro: investigación.
Avanza también la detección médica: análisis de sangre capaces de identificar tumores o lesiones que antes requerían tomografías con radiación. Menos invasivo, más temprano, más preciso. Investigadores de las universidades de Aalto (Finlandia) y Bayreuth (Alemania) desarrollaron un hidrogel que imita la piel humana y puede sanar quemaduras hasta en un 80% en las primeras cuatro horas, y completamente en un día. Ciencia aplicada, de la que no suele hacer ruido, pero cambia vidas.
En materia energética, durante la primera mitad del año, las energías renovables superaron al carbón como principal fuente de generación a nivel global. No es el fin de la crisis climática, pero sí una señal de giro.
Incluso la inteligencia artificial empieza a tener usos menos frívolos: integrada en estetoscopios, puede detectar en segundos distintas enfermedades cardiacas que antes exigían múltiples estudios. Menos tiempo, menos costo, más diagnóstico oportuno.
A eso se suman las pequeñas cosas —las verdaderamente importantes—: la risa compartida, la gente que sigue ahí, los libros leídos, las películas que nos salvaron una noche, la música que ayudó a resistir el ruido, la certeza íntima de haber cumplido, aunque sea un poco, con lo que tocaba hacer.
Y también ustedes: quienes leen, discrepan, comentan, acompañan. Quienes han seguido estas columnas, mis opiniones y mis señalamientos durante el año.
Que el próximo traiga cosas buenas.
Y que las que no lo sean, sepamos enfrentarlas con algo que nunca debería escasear: alegría y sosiego.
Feliz 2026.


