El 30 de mayo de 1984 fue asesinado el reconocido periodista Manuel Buendía Téllez, ya pasaron 41 años y la verdad quedó velada, maquillada…

El hombre de la gabardina, de cabello rizado y lentes cuadrados fotosolares salió de su oficina en avenida Insurgentes en el entonces Distrito Federal alrededor de las 6:30 de la tarde; hora pico, mucha gente alrededor, entre ellos el sicario… Unos cuantos pasos dio Buendía cuando cinco balas penetraron en su espalda y cayó… Bastaron unos segundos ajenos a su reloj para ser silenciado.

La pluma firme y transparente de Manuel Buendía, llena de peligrosa y comprometida verdad, no le convenía al gobierno represor de entonces. El periodista investigaba a fondo, traspasaba lo oscuro y él le daba luz. Denunció que en la Dirección Federal de Seguridad imperaba la corrupción, que el titular José Antonio Zorrilla le otorgaba protección a Rafael Caro Quintero y a Ernesto Fonseca y como pago recibía en un portafolios varios millones de pesos al mes.

El autor de la columna “Red Privada” fue silenciado y su asesinato generó conmoción.

La Dirección General de Seguridad (DFS) fue creada en 1947 durante el gobierno de Miguel Alemán Valdés; el objetivo era “perseverar la seguridad nacional, prevenir actos contra el régimen y proteger la estabilidad del Estado mexicano”.

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“Prevenir actos contra el régimen”…

La DFS fue utilizada por los priistas para reprimir, torturar, desaparecer y asesinar; la Dirección Federal de Seguridad era apéndice de la secretaría de gobernación.

Tres años después en 1989, tras una larga y conveniente investigación es acusado como “probable” autor intelectual del homicidio del periodista el ex titular de la DFS José Antonio Zorrilla.

Saber demasiado le costó la vida a Buendía, sabía que Zorrilla tenía nexos con el narcotráfico. Poco después, se logró la detención del presunto autor material, Juan Rafael Moro Ávila Camacho, agente de la DFS y sí, nieto de Maximino Ávila Camacho, el hermano incómodo del expresidente Manuel quien murió envenenado durante un banquete en Atlixco; muerte sospechosa y conveniente que siempre ha tenido muchas versiones. Maximino era un dolor de cabeza para su hermano el presidente, nunca pudo aceptar que él no había sido señalado para ocupar la silla presidencial.

El autor de la columna “Red Privada” había sido ejecutado. Su muerte se llevó mucho trabajo de investigación.

Los cargos contra el exdirector de la DFS además de ser señalado como el presunto autor intelectual, fueron obstrucción a la justicia y abuso de funciones, responsable de presuntos delitos contra la salud, acopio de armas de uso exclusivo del Ejército y enriquecimiento ilícito. La fortuna de Zorrilla era de más de 100 mil millones de pesos (de los viejos) además de poseer bienes inmuebles de lujo.

El caso se cerró con muchas interrogativas y sospechas… Como todos los asesinatos políticos.

Años después, se dijo que Manuel Buendía sabía o estaba por descubrir las rutas para el tráfico de armas en México, operaciones en las que estaba involucrada la CIA, la DEA y agentes de la Dirección Federal de Seguridad; políticos mexicanos y altos mandos del Ejército.

El día de su asesinato, Buendía llevaba en sus manos documentos con información y agentes de la Dirección Federal de Seguridad sustrajeron todos los documentos de su oficina.

Nuestra seguridad ha estado en manos criminales… La fama de la DFS era y es oscura, siniestra.

La Dirección Federal de Seguridad fue creada en 1947 en el sexenio de Miguel Alemán Valdés, un apéndice de la secretaría de gobernación. El Partido Revolucionario Institucional gobernaba todo el país; los priistas enfermos de poder, ambiciosos y siniestros utilizaban a la DFS para reprimir torturar, desparecer o asesinar a cualquiera que se atreviera a manifestarse en contra del gobierno, al que hablara de más; nadie podía contradecir al presidente, nadie podía ensuciar su imagen ni a su sombra el secretario de gobernación, eran como siameses diabólicos, eran los jefes de la secta tricolor en la que estaban además los gobernadores priistas, el director de la DFS y sus agentes; ése era el organigrama.

Buendía escribió: “ni siquiera el último día de su vida, un verdadero periodista puede considerar que llegó a la cumbre de la sabiduría y la destreza. Imagino a uno de estos auténticos reporteros en pleno tránsito de esta vida a la otra y lamentándose así para sus adentros: ‘Hoy he descubierto algo importante, pero…¡lástima que ya no tenga tiempo para contarlo!’”.

Manuel Buendía por su parte transitó de esta vida a la otra, y probablemente dio su último aliento sin lamentarse, porque descubrió cosas importantes y a pesar de muchos, tuvo tiempo para contarlo.