Es claro que existe un clima intenso de cara a la sucesión presidencial del 2024. El propio mandatario justificó ese hecho cuando decidió dar el banderazo pese a que faltan más de dos años y medio. A raíz de eso, la lista de suspirantes creció; además, hay quienes se dieron a la tarea, desde este instante, de operar la guerra sucia.

Echaron mano de ello con casos particulares como el de José Manuel del Río Virgen que, indudablemente, es un preso político del gobierno de Veracruz. Así como ese, podemos enumerar muchos más; por esa razón no tuvo caso o, mejor dicho, adelantar un proceso porque ha producido efectos internos desde la administración, hasta la narrativa de la oposición, fue una mala idea.

En efecto, la oposición tuvo que salir a mostrar una alianza que, además de las imperfecciones naturales, retrata la versión más rancia que responde a la urgencia de supervivencia de quienes perdieron poder de convocatoria y, peor aún, el esquema de privilegios que ejercían desde la autoridad.

Quizá por esa razón el bloque amplio opositor muestra nuevamente una cohesión que, francamente, no tiene futuro, cuando es claro que no hay liderazgos que respondan con capacidad al gran momento que vive el presidente.

Dada la fragilidad que viven los tres partidos de oposición, hay intentos fugaces de quienes se envanecen con una estrategia lingüística de una postura cuasi crítica que ha perdido, eso sí, la poca credibilidad vista en coyunturas políticas para trepar a posiciones legislativas. Así calificamos el comportamiento de Lilly Téllez; aprovechó la confianza de López Obrador y, más rápido de lo que pensamos todos, traicionó a la fracción de Morena lo mismo que hizo German Martínez, dos panistas de cepa.

Y para colmo de ello, la senadora se autoproclamó una aspirante de la oposición. No sé si realmente ella sea una alternativa para el Bloque Amplio Opositor. Lo dudo. Con ese tipo de estrategias están condenados a perder nuevamente.

Si hay algo que realmente marcó una diferencia en la elección del 2018 fue, por mucho, el hartazgo generalizado. Se inclinó más por el proyecto de nación que propuso López Obrador a la par del voto de castigo por los abusos de corrupción. En otras palabras, fue una mezcla de animadversión y esperanza lo que resultó clave.

Visto desde ese ángulo sería un error postular a Lilly Téllez. En primera, facilita más el triunfo a Morena que, a partir de este momento, es el gran favorito. Asimismo, no considero que sostenga un nivel ni la capacidad de debate; no tiene elocuencia ni mucha menos conexión con la ciudadanía. Y para fines de capitalizar el voto, auguro una nula respuesta de la sociedad. Así, no la visualizo como una alternativa viable.

Con esa premisa, Lilly Téllez se equivoca doblemente. No será abanderada, ni mucho menos Claudia Sheinbaum tiene la candidatura amarrada. Como lo he fundamentado en otros espacios de opinión: Morena tiene que, por necesidad democrática, abrirse a los ejercicios para reformar las reglas de participación, de otro modo, puede desbordarse un punto de inflexión y ruptura. Además, la sociedad entre militantes, simpatizantes y la propia clase política ha mostrado, desde hace tiempo, su rechazo al método de la encuesta porque hay muchos que pensamos que, en realidad, se trata de una simulación.

A raíz de eso, voces desde todos los ángulos y posturas sugieren elecciones primarias como una muestra tangible de la toma de decisiones y de la democracia.

Justamente este fundamento refuta la narrativa de Lilly Téllez. Ni ella será candidata, ni mucho menos Claudia Sheinbaum tiene una cómoda posición para ser, en ese plano, la abanderada de Morena en 2024. Y si a eso le sumamos que tanto Ricardo Monreal como Marcelo Ebrard están firmes y fuertes en esa coyuntura, el juego presidencial se vuelve más reñido y competitivo.

Nada está escrito.

Finalmente, podemos calificar el comentario de Lilly Téllez como frívolo, nada más.