Han sido horas críticas para el presidente. Trataron con una serie de acciones lastimar su susceptibilidad cuando se agudizó una narrativa feroz que continuó creciendo en estos últimos días de manos de los detractores de antaño.

Fue una ofensiva que, claramente, busca desestabilizar la gobernabilidad, pero también herir el talón de Aquiles de todos aquellos que tenemos una familia y que nos lástima cuando tratan de atentar con agravios; así, buscaron poner contra las cuerdas al propio presidente forzándolo a replicar.

Lo hizo. En una respuesta más que política salió la lingüística de un padre de familia que mostró, quizá sí, el lado más humano y protector; no pudo ser de mejor manera: lastimar la credibilidad que es producto de la honestidad fue un golpe duro al aprovecharse de las circunstancias de golpeteo.

Sin embargo, dentro de ésta coyuntura, y en vísperas tanto de un proceso electoral donde Morena es ampliamente favorito, como en el proyecto de Reforma Eléctrica, se está repitiendo lo que se ha convertido prácticamente en una rutina que, incluso el mismo Andrés Manuel está consciente no de ahora, sino de siempre.

El presidente siempre ha sido presa de la conspiración, el chantaje y la mentira que han tratado de sembrarle. Empero, jamás han podido cuestionar o comprobar ni una sola práctica negativa; es un hombre recto que se guía por los principios. En eso concuerdo con las voces de los protagonistas del Senado que, en un acto de congruencia, no solamente cerraron filas, sino ratificaron su compromiso.

De hecho, desde la tribuna se recordó la intransigencia de los gobiernos pasados y cómo sumieron en la problemática en distintos puntos del territorio. Fue la herencia que recibió el presidente, concuerdo plenamente. El país vivió un flagelo que lastimó severamente el tejido social; hablar de ello es tener la sensación o justificar la razón que nos llevó a elegir el cambio de un movimiento emanado de la lucha democrática.

Hubo suficientes razones que canalizaron el hartazgo. Nunca habíamos experimentado un triunfo tan legítimo en manos de un candidato a la presidencia. A pesar de que predominó la guerra sucia, ganó la voluntad inmensa de la población civil; fue una victoria, también coincido, del mejor jefe del ejecutivo federal que ha tenido el país.

No obstante, esas mismas circunstancias son el pivote o la justificación de la oposición para intentar persuadir a la población con difamaciones. Por eso, la sociedad y los propios legisladores arropan al presidente. De esa manera los Senadores fueron empáticos y sensibles con López Obrador.

Sin embargo, dejaron sentir su molestia porque intentan maximizar una calumnia para ser materia legislativa con el propósito de que fuese un punto de acuerdo. No pudieron, y alimentaron una guerra sucia desde la Cámara Alta. Eso fue motivo de suspensión de la sesión por un momento; tuvo que venir el líder de la fracción de Morena a recomponer y sugirió, más allá de los apasionamientos, no alterarse y poner bajo cualquier disyuntiva el diálogo que, por cierto, ha sido una herramienta infalible para garantizar acuerdos.

Esa propia reacción se trasladó con los periodistas que cubren la fuente informativa del Senado. Sin embargo, ese mismo efecto garantizó un acuerdo para que continuara el debate.

Gracias a ese diálogo se logró la sesión ordinaria no sin antes refrendar el respaldo irrestricto al presidente de la República. Ese fue uno de los propósitos que dirigió la bancada de Morena. Eso explica una introspección al pasado en que México fue saqueado; esa fractura también fue producto de la corrupción y la deshonestidad sin misericordia.

Así replicaron a la oposición que, empecinada, trataron de mermar la gobernabilidad con un juego sucio, pero que cayó como anillo al dedo para conocer la reacción de quienes respaldan al proyecto de la Cuarta Transformación que, por cierto, fue una postura contundente de apoyo total.