Durante décadas antes del año 2000, la celebración del 20 de noviembre en nuestro país se caracterizaba por ser un evento político de besa manos del presidente en turno, a donde el sector obrero del priismo organizaba un desfile de miles de trabajadores vestidos de pants y tenis, con banderines de las organizaciones sindicales charras, que incluía a los sindicatos de burócratas, los cuales a base de amenazas de descuentos de días o semanas de salario, acarreaban a los trabajadores para asolearse en el Zócalo y ver a su flamante líder sindical parado en el estrado junto al tlatoani, al puro estilo Ibargüengoitia.

Ya con los gobiernos panistas, se fue desdibujando esta pantomima, en principio porque al ser un partido patronal no eran muy dados a mezclarse con los tumultos de la masa trabajadora, pero además, ante las crisis que comenzaron con Fox, los aumentos al mínimo del 3% cada año y el abuso de la subcontratación, no se arriesgaban a que les chiflaran y se las mentaran en cadena nacional, por lo que optaron por pasar esa flamante celebración del 20 de noviembre al Auditorio Nacional, donde la crónica de los medios se daba vuelo narrando los coches de lujo y los relojes de oro con que llegaban los líderes sindicales charros a tan majestuoso evento; con la mala fortuna de que en varias ocasiones los trabajadores no se aguantaron las ganas y de todas formas se las rechiflaron, con todo y eco de un recinto hecho para que se escuche fuerte.

Esta tradición de reunir a los líderes charros con el presidente se terminó con el presidente Andrés Manuel y sigue en caída con Claudia Sheinbaum, incluso estos gobiernos han planteado la importancia de retomar el valor histórico de la fecha, para dejar de hacerla un evento político de lucimiento. Muchos se extrañan de haber visto un desfile militar conmemorativo en este 2025, pero la verdad es que la gesta fue de lucha social y así debería recordarse.

Los sindicatos de las centrales oficiales y charras siguen viendo cómo se desmoronan sus años dorados, pero todo tiene una razón, pregonaban que manejaban el voto corporativo, de allí que los partidos políticos los arroparan, pero hoy difícilmente pueden asumir que representan a alguien, su supervivencia se la deben al apoyo del Centro Federal de Conciliación y Registro Sindical que les permitió legitimar sus contratos colectivos de protección, pero realmente han ido desnudando su realidad: no son una fuerza social, ni representativa. Este 20 de noviembre de 2025 es otro año más del ocaso del sindicalismo oficial, un clavo más al ataúd.

X: @riclandero |Vladimir Ricardo Landero Aramburu. Maestro en derecho por la UNAM