Muchas dudas debieron de haber existido en los equipos de los presidentes de México y Canadá, respectivamente Mark Carney y Claudia Sheinbaum, sobre si asistir o no al evento de la FIFA, el pasado viernes, en el Kennedy Center, en donde además de ser el sorteo FIFA, se reunirían con el presidente Trump.
El premier canadiense ya había tenido un poco afortunado encuentro con Trump. Y, posteriormente, su país había sufrido nuevos aranceles por un comercial de TV que produjo y pagó para su transmisión el gobernador de Ontario, Canadá. En el caso de México, una reunión previa no se había dado pues por cambio de agendas, el presidente Trump tuvo que regresar antes a Washington, luego de un escalamiento en el conflicto israelí-iraní en medio oriente.
Ninguno de los dos presidentes de México y Canadá quería pasar un mal rato como los que habían vivido en la Casa Blanca los mandatarios de Sudáfrica o de Ucrania. Además de un duro golpe a su popularidad, un encuentro mal ejecutado podría complicar aún más la agenda comercial entre los socios del T-MEC.
Así que cuando sus respectivas oficinas de protocolo les dijeron que la reunión sería breve y privada (sin medios de comunicación) en el Kennedy Center, antes o después, del sorteo de la FIFA, los riesgos de ir, a D.C., se reducían. Ambos, Sheinbaum y Carney decidieron –con los riesgos medidos, pero aún con riesgos– ir a Washington, D.C., al encuentro con el siempre impredecible y maximalista Trump.
La presidenta de México llegó la noche previa en un vuelo de la fuerza área mexicana. Lo que fue atinado para no poner en riesgo su asistencia al evento, dado que una tormenta de nieve alertaba por complicar el tráfico aéreo comercial.
La mañana del viernes los habitantes de D.C., se despertaron una con una fuerte nevada. La primera del año. En esas frías condiciones unos cuatro mil invitados se dirigieron al Kennedy Center. Entre ello los federativos y directores técnicos de las selecciones que ya tienen su boleto asegurado al Mundial, los gobernantes de las 16 ciudades mundialistas, leyendas del futbol, leyendas de otros deportes y muchísimos periodistas deportivos de todo el mundo. De hecho, para entrar al evento había una alfombra roja de más de 150 metros, con equipos de televisión, codo a codo, de principio a fin. Todos ellos atentos a hacer preguntas a tanta figura deportiva y a cautivar con primicias a sus respectivas audiencias televisivas.
Luego de muchos filtros de seguridad, del servicio secreto, todos pasaron a sus asientos. Llegó el presidente Trump y segundos después el presidente Carney y su esposa. Había algunos lugares vacíos en el palco presidencial del Kennedy Center. Pero los mexicanos que estaban en el evento no veían en el palco presidencial a la presidenta de México. Entre los equipos de las tres ciudades sedes mexicanas –Monterrey, Guadalajara y CDMX- empezó a haber mucha preocupación. En particular en el equipo de Clara Brugada, tratando de entender la razón por lo que solo se veía a dos mandatarios, pero no había luces de la presidenta de México. Al poco tiempo la prensa mexicana en el evento se empezó a hacer la misma pregunta: ¿dónde está la presidenta Sheinbaum?
Luego de algunos minutos de espera, se empezaron a llenar los lugares restantes del palco del presidente Trump, con su hija y algunas amistades. Estaba también ahí el presidente de la FIFA, Gianni Infantino. No aparecía la presidenta de México por ningún lugar. Todos los mexicanos se volteaban a ver con incertidumbre de lo que pasaba.
Y luego peor: apareció la presidenta, con rostro adusto, a unos 10 lugares del presidente Trump, flanqueada por el embajador Esteban Moctezuma y el encargado de la cancillería, Roberto Velasco. ¿Cómo podía ser que la presidenta de México estuviera tan lejos de Trump y, en cambio, Carney tan cerca? ¿Por qué la presidenta estaba sentada alejada siendo que había un lugar disponible entre Trump y Carney? ¿Habíamos llegado tarde al evento? O, ¿era una desatención en el protocolo? En eso la transmisión de TV mostró a los tres mandatarios, pero como estaban separados uno del otro –siendo nuestra presidenta la más alejada- solo se mostraron sus caras en un close up. En la mente de los muchos mexicanos sentados en las gradas arriba del palco presidencial se imaginaron lo peor.
El presidente de la FIFA dejó el palco para irse al escenario. Llegó la primera dama de los EU, Melania Trump, quien tomó el asiento que había dejado vacío Infantino. Trump y Carney empezaron a hablar. La presidenta de México estaba lejos de esta conversación. Seguían pues los malos augurios.
De repente, el servicio secreto les pidió a los tres presidentes bajar al escenario y alcanzar a Infantino. El primero en aparecer fue Trump, quien recibió el premio FIFA por la paz. Lo que lo puso de muy buen humor. Luego fue el “sorteo” en que participaron los tres presidentes. Las palabras de la presidenta Sheinbaum, hablando de lo grandioso del pueblo de México y del juego ancestral de pelota, no daban luz de su estado de ánimo. Pero tampoco felicitó al presidente Trump por su premio. Salieron del escenario y la incertidumbre entre los mexicanos que estaban en el evento aumentaba. ¿Cómo saldría la reunión con Trump? O, ¿ya había sido y salió tan mal que por eso el sentado distante en el palco presidencial?
Después de casi una hora de haber dejado el escenario de la FIFA, regresaron los tres presidentes al palco, ahora sí estaban sentados juntos. En amena charla y hasta moviéndose al ritmo de la música de YMCA. Incluso el presidente Trump tenía sus papitas (doritos cool ranch) y una coca cola de dieta. Al ver ese buen ambiente en el palco, finalmente, los mexicanos respiraron, respiramos.
Ahora sabemos que cada presidente tenía asignada una parte del palco presidencial. Este estaba “dividido” en tres. El hecho de que el premier canadiense se sentará a la izquierda de su palco y Trump a la derecha del suyo hizo que prácticamente estuvieran juntos. Mientras que a la presidenta Sheinbaum sentarse al centro de sus lugares asignados se veía muy distante de Trump y Carney.
Pero la nota está en lo que pasó tras las bambalinas del Kennedy Center. El presidente Trump estaba feliz con el reconocimiento que por la paz recibió de Infantino, así como por las audiencias que se reportó estaban viendo el sorteo: dos mil millones de personas. En ese contexto tuvieron una plática de temas generales y muy amena los tres presidentes. De hecho, Trump estaba tan contento luego de la reunión trilateral que invitó a nuestra presidenta a abordar su limusina presidencial, “la bestia”, para llevarla a la Casa Blanca a dar un tour. El servicio secreto empezó a organizar la logística para mover a ambos presidentes. La comitiva de Sheinbaum, el canciller en funciones, el embajador, un traductor y un ayudante le dijeron al servicio secreto que ellos qué hacían. Les dijeron les pondrían una camioneta para acceder a la Casa Blanca. Esto no estaba en el plan y aunque veían buen ambiente entre los presidentes se pusieron nerviosos. Entonces en una escalera Trump se cruzó con Sheinbaum y todo volvió a cambiar. El anfitrión decidió, en un gesto de atención, llevarla a conocer otras partes del Kennedy Center, en particular las áreas recién construidas.
Trump estaba pues en un mood muy amable que hacía recordar su profesión original: un desarrollador de propiedades luciendo su construcción y espacios. Estaba encantado dando un tour del Kennedy Center y la presidenta Sheinbaum en recibirlo. Por unos minutos dejaron de ser jefes de Estado y se convirtieron en aficionados del futbol, emocionados por lo que va a venir. Fue pues un éxito inimaginable el primer encuentro el Sheinbaum y Trump. Un éxito después de minutos de incertidumbre para todos los mexicanos que, en el Kennedy Center, no entendían lo que pasaba.
Toda la planeación de la cancillería, el buen trabajo de la embajada de México en EU y desde luego todo el cabildeo previo que algunos actores privados hicieron, desde México, para que el viaje se desarrollase bajo las mejores condiciones se cumplieron con creces.
Mención especial merece el presidente Infantino. Hay a quienes les puede caer mal su actitud pro-Trump y hasta el premio que ese día le dio – mismo que ya luce en el escritorio presidencial de la Casa Blanca-. Pero el servicio que le hizo a Canadá y a México, al poner un ambiente festivo, artístico y anunciando el rompimiento de récords en venta de boletos y en audiencia televisiva, crearon el escenario para distender la relación entre presidentes y que entre los tres se generasen las condiciones para un buen diálogo entre socios mundialistas. Condiciones que supo aprovechar la presidenta Sheinbaum.
Con ello, hoy todos respiramos más tranquilos y crece la posibilidad de menos tensiones comerciales. Eso puede cambiar, pero el viernes se tuvo un diálogo de alto nivel con resultados magníficos e inesperados para los tres países. Así que Gianni Infantino se debiera hacer merecedor de la medalla de “La Orden Mexicana del Águila Azteca”, el máximo honor que los extranjeros reciben de nuestro país. Se la merece luego de que logró reunir a los tres presidentes y de que el evento que él creó y la forma en que lo condujo, generaron las mejores condiciones entre tres presidentes. El futbol hace milagros. La FIFA también. Ahora sabemos por qué esta tiene más países miembros que las Naciones Unidas.



