Llevo años tratando de descifrar la personalidad del ahora presidente de todos los mexicanos, Andrés Manuel López Obrador (AMLO).

Sé que no puedo hablar de lo que no conozco, y puedo asegurarles que efectivamente no conozco al licenciado Obrador, pero pareciera que es tan cercano a mí.

Leo en diferentes biografías  que desde pequeño tuvo una vida algo compleja. Con momentos difíciles en su núcleo familiar y en su niñez. Y hago estas observaciones porque lo que pretendo es tratar de entender a este presidente y su forma de proceder o no proceder en varios temas.

En realidad, antes de ser el presidente de todos los mexicanos poco trabajó poco tiempo en un despacho; lo suyo, como él lo ha dicho, no es estar detrás de un escritorio, sino salir y enseñarle al mundo su existencia.

Su vida y su pasión siempre ha sido viajar por toda la República Mexicana para hacerse presente, convencer y eclipsar a las personas, también de pasadita comer porque vaya que  sí lo disfruta, pero siempre con este disfraz de Robin Hood: el rescatador de almas.

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Leo con sorpresa que en su niñez fue monaguillo en una parroquia, por eso ahora puedo entender que alguna de sus mañaneras parezcan más misas católicas que conferencias. Pero él es cristiano.  Es un país altamente católico llama la atención eso, pero no creo, sinceramente, que este dato haya afectado o intervenido durante su mandato.

Es un hombre, vaya que sí lo creo, testarudo y tenaz. No se rinde a la primera ni a la segunda ni a la tercera.

Pero a la vez es un hombre que no conoce el  sentimiento de perdonar y lleva a rastras todas sus amarguras a sus casi 70 años que cumplirá en este noviembre.

Imagino, no podemos negar, ha decepcionado a muchos que lo seguían fielmente y que creían en él, y les ha dado la espalda a varios más que también le fueron y le son leales.

Creo que la gente que rodea a López Obrador nunca sabrá qué poder esperar de él.

Increíblemente, su discurso de odio le ha resultado muy efectivo. Tanto odio, que de pronto lo ha llevado a las entrañas de Palacio Nacional y ha roto con gente que estuvo con él caminando durante años y de pronto se hace de nuevos aliados que no creo que le quieran bien, pero le beneficia estar rodeado de ellos.

Mucha gente se identifica con esos odios y los hace propios, pues las personas que cargan con resentimientos por su condición económica y hasta por su color de piel fácilmente se identifican con AMLO.

Las mañaneras son su diván. Ahí expresa sus dolores, sus rencores, las traiciones de las que no pudo recuperarse pero casi nunca toca el tema de su familia.

Es algo que creo que le duele. Y cuando no se habla de lo que duele, no sana.

Es por eso que cuando habla de su madre o de su padre se le entrecorta la voz. No sé si el presidente en su niñez realmente se sintió amado. Verdaderamente amado.

¿Y esto qué  tiene que ver? Se preguntarán. Pues creo sin duda que nos encontramos a un presidente que vivió atormentado muchos años y otros años más por su idea de fraude, y sin embargo, ya estando en el poder continúa todavía atormentado pues tiene la idea de que lo odian, de que hay gente que conspira contra él, y ve como adversarios ha todo aquel que tenga más logros académicos en la vida que él. Claro, cuando le conviene.

A veces aplaude los logros académicos de la gente que tiene a su alrededor lista para servirle y luego ataca a los que son críticos de su gobierno por tener logros académicos.

Suena a chiste pero no lo es. Suena a trabalenguas y no lo es.

A casi 6 años de cumplir su mandato el presidente tuvo más momentos de odio y de rabia que de resultados. Nunca ha podido  lidiar con su resentimiento y su enojo.

Las cosas que vivió por parte de su abuelo materno español lo han llevado a estar en contra de España, por ejemplo. Es que creo que es un resentimiento generacional dentro de su familia.

Es un hombre que se excedió en mentir y manipular a muchos  con tal de tener el poder en sus manos, y me pregunto si esto lo ha llevado a ser plenamente feliz.

Ya lo noto algo desgastado. Se drenó bastante durante estos 6 años y ya no se diga los otros años que, desesperado, buscó el poder y el reconocimiento. Y ahora le entrega el bastón de mando a Claudia Sheinbaum.  Me imagino que claro que ella debe de sentir una genuina ilusión por ser presidenta pero yo en su lugar sentiría miedo y me imagino también ella tiene cierta desconfianza.

López Obrador le está  entregando un país con mucha destrucción en muchas áreas y ámbitos, por lo que Claudia va a necesitar de manos y de ayuda; de gente que la apoye genuinamente, pero no para destruir sino para reconstruir y tenga el deseo de levantar lo que está destruido.

No obstante, bien veo que ella se quiere empezar a “blindar” de gente que le sea leal, siguiendo el patrón que ha empleado sin descanso López Obrador. Vale más lealtad que preparación.

Y el tema es que para cómo está el país necesitamos más gente que ame a México y menos gente que adore a Claudia, el fanatismo nunca le ayudará a ningún político, ni de derecha ni de izquierda ni de centro... ni de nada.

Por otro lado, No puedo imaginarme  a un López Obrador en retiro y en silencio. No sé cómo le hará para sobrevivir sin su diván psicoanalítico llamado la mañanera. Para Beatriz será difícil vivir ahí con él en su Quinta La Chingada o de plano querrá salir escapando de ahí.

Recuerdo mucho a mi madre que alucinaba a mi padre cuando se jubiló.  Todo en día tenerlo en casa, de mal humor y añorando su pasado fue muy difícil para ella.

Si hoy por hoy el presidente de todos los mexicanos  se enoja tanto teniéndolo todo, no puedo imaginar cómo se encontrará anímicamente después de su sexenio.

Pero sin lugar a dudas, no me lo imagino lejos de la política. Él no va a poder sobrevivir sin ella. Encontrará el modo de hacerse visible y presente porque eso ya se convirtió en una adicción para él.

En fin… Yo no le deseo ningún mal por supuesto.

Humanamente, creo que debería de acudir a terapia psicológica, pero, ojo, no porque afirme que tenga algún problema mental porque para eso se requiere de una batería de pruebas psicológicas y un psicodiagnóstico profundo. Y es que, de hecho, todos de algún modo tenemos heridas que debemos sanar y a veces no sabemos cómo, sino para poder cerrar esas heridas del pasado que tanto duelen.

Quiero que Andrés Manuel López Obrador sane emocionalmente, porque si no lo hace, Claudia Sheinbaum estará gravemente implicada en cosas que ni querría hacer ni decir. Es decir, las heridas sin cerrar de López Obrador, serán heridas también de Claudia. Y nadie puede ni debe de cargar con las heridas del otro.

Será desgastante para ella y para el país que Obrador no haga las paces con el mundo. Porque no me pueden negar que él seguirá manejando los hilos a través de Claudia. Claudia lo sabe y ese es el precio que tiene que pagar por ser presidenta.

Yo tengo esperanzas de que Sheinbaum se salga de la línea y del discurso obradorista y haga las cosas de otra forma. Es posible que tenga miedo de hacer esto al inminente regaño y enojo de Obrador. Pero el país estará en sus manos. Toda una nación.

Deseo también ver a Claudia y a Xóchitl juntas, de algún modo u otro. Suena a utopía, pero estoy  harta de las divisiones y polarizaciones. De las porras de un lado y de otro lado; de los fanatismos.

Espero que todos encontremos la paz. Eso quiero, con eso sueño. Pero primero necesitamos a un presidente que se reconcilie con la vida y con su pasado.

Así sea.

Es cuanto.